lunes, 10 de julio de 2017

El poder oculto, Final

Poco después cuando despierta se encontraba ante una pirámide, ubicada en la Península de Yucatán, allí ante sus ojos se encontraban los vestigios de un pasado que había hecho en este presente  volver a resurgir la ambición desmedida de unos cuantos, haciendo que éste resurgir fuera tan turbulento como lo es el magma que abrasa  todo lo que encuentra a su paso, a sabiendas de que con esta acción borran con ello la historia de los pueblos.
Manuel, siente de pronto cómo su cuerpo es presa de una convulsión que proviene de un poder sobrenatural que se adueña de su conciencia, quizás provenía del ultraterreno, que hizo que desde su perspectiva pudiera ver violentas escaramuzas y guerrillas que luchaban por diezmar un patrimonio único.
Manuel de repente se ve subido en un pódium, ordenando que llevasen ante su presencia  a todo aquel que había sido cogido robando, ante esta orden los presentes palidecen, pues ante ellos se hacía presente la omnipresencia huella de un misterio que supieron existía, pero que en esos momentos se estaba haciendo visible.
Los malhechores pasaban ante él gimoteando, mientras la luz del sol brillaba sobre la pirámide irradiando  los colores de las gemas.
Manuel no puede creer lo que estaba pasando, aquellos hombres se postraban ante él, eran todos de raza blanca, con apariencia de ostentar cargos relevantes, esos que se creen importantes, intocables, mientras llevan a sus espaldas pegados como lapas el alijo de un expolio, que saben mejor que nadie  vender al mejor postor.
Mientras tanto Manuel no salía de su asombro, la serpiente emplumada, parecía hacer la función de verdugo, a uno de los reos, le sacó un ojo, que depositó en una cajita de jade, y siempre con majestuosidad abrazó con fuerzas a otro reo hasta asfixiarle mientras uno de sus brazos caía desplomado al suelo moviéndose cómo el rabo de una lagartija, a otro le cercenó las piernas metiéndolo en una pila funeraria de dura piedra; una vez terminado este ritual, a los restantes delincuentes, la serpiente les ordena que cojan unos machetes que les eran ofrecidos por los nativos, éstos, les hacen segar la maleza  que se encontraba alrededor de la pirámide.
Su misión no era otra que la de cumplir un ritual  que era el de descubrir la mortaja del tiempo  que la naturaleza había tapado.
 Manuel se baja del pódium, da unos pasos, ante el aparece un cenote cuyas aguas cenagosas dejaban ver cómo los cuerpos que se había engullido flotaban como  muñecos hinchables.
Mientras miraba con horror aquel espectáculo espeluznante, pensó me van a matar, ante él una mujer de belleza perfecta lo miraba con una mueca de crueldad  que se dibujaba en su cara, entonces apretó los dientes, la mujer le dijo, no, no vas a morir aún, lo que tú has hecho por este pueblo es diferente, Manuel la mira impertérrito, los ojos de la mujer le atravesaron.
Una mañana, aparece una moto abandonada  cerca del pantano de Guadiloba en Cáceres, un caminante que por allí pasaba dio la alarma, la moto se encontraba en su parte posterior se encontraban abollados los ejes de las ruedas que hicieron sospechar de un accidente con fuga incluida.
Manuel despierta de un raro letargo que le recuerda haber vivido algo insólito, real, pero cómo no se lo puede explicar, piensa que pudo ser el hecho de tener la preocupación de si firmar o no firmar era algo que le inquietaba en sumo grado.
 Él siempre había vivido con su familia en la misma casa, por lo tanto se sabía los recovecos de cada rincón, pero…nunca se fijó en una foto que colgaba en el rincón más oscuro del pasillo, lo mira, remira, obcecado en querer ver algo que creyó tenía que ocultar aquel cuadro; una sombra de hombre arropado con un poncho se proyectó en la pared, da un paso atrás, mientras una voz que era la suya propia le habla en pretérito.
Manuel, no te reconozco has cambiado, tanto que ni tú mismo te reconoces, mira bien la foto, si, eres tú mismo o sea el abuelo que lucía con orgullo un pectoral adornado de gemas preciosas
 ¿Por qué ahora quieres desenterrar el pasado?
¿Qué es lo que te preocupa?
Que se sepa que tú sí, tú, o sea yo,-- da igual porque somos el mismo aunque aún no lo creas --porque cambiar los términos, no cambia nada tú, yo, sabemos que robamos el mapa donde los indígenas guardaban el más preciado “Tesoro de su historia”  viste el rito, no lo niegues, pues se hizo ante ti presidida por la serpiente emplumada, ¿Acaso no recordaste nada? Allí fue cuando engañaste con tu candidez a los mayas, pero se te olvidó el detalle más importante que la serpiente emplumada siempre te estuvo observando, a veces, recuerda que nos entraba el remordimiento, y entonces pensábamos bajo una perspectiva completamente distinto a la que siempre tuviste o tuvimos, como el de robar a gente que creíamos no sabían distinguir…Qué era lo que creíamos tenían que distinguir, si estaban muertos.
Manuel, “despierta” le dijo su propia voz, sólo tú(o yo) me da igual, somos los únicos culpables, sé que todo esto pasó hace mucho, mucho tiempo, pero no creas que fuimos  olvidados, tócate el ojo derecho sin miedo, ¿Notas algo?
Manuel empezó a gritar de espanto, su ojo, tenía la cuenca vacía, le faltaba su ojo derecho y, comenzó a saltar preso de un ataque de nervios, se lo había sacado la serpiente emplumada ahora recordaba, fue aquella tarde que creyó era de gloria para él, entonces empezó a sudar, aún tenía presente el momento en que la serpiente emplumada depositaba un ojo en una caja de jade; ante tanto desasosiego sus pies  tropiezan con algo que le  hace tambalearse, era la misma caja, no se atreve a cogerla.
Minutos después, todos los miembros de  su departamento inundaron el oscuro pasillo, eran hombres tullidos que habían pertenecido a la expedición que Manuel capitaneó.
Todo pudo haber sido una burda alucinación, pues nunca se supo de Manuel ni de los componentes de aquella expedición. De la foto desapareció el pectoral, en una esquina del salón se encontraba la serpiente emplumada que lucía cómo nadie aquel pectoral o collar o, el mapa, porque ese pectoral era el mapa  que indicaba donde se encontraba los secretos más misteriosos que puede llegar a tener un pueblo.
Entonces para qué tanta pantomima de querer salvar algo de lo que había sido diezmado hacía muchos, muchos, años.
 ¿Había existido Manuel junto con la serpiente emplumada?
Algo sí que fue verdad, existe una magia que confunde al explorador ambicioso, llevándolos hacia los cenotes lóbregos donde nadie los puede encontrar.

En lo alto del cielo, se proyectaba una iluminación por los destellos de una luna llena. 








   



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