jueves, 20 de febrero de 2014

La huida (1ª parte)



Anna había llegado a sus treinta años a vivir un momento dulce que hacía completar su vida cómo diseñadora de joyas. Aquella mañana, se levantó de la cama con una alegría que sobrepasaba su carácter de chica seria y reflexiva. Después del desayuno se dirige a una de las joyerías de más prestigio de Madrid donde desde hacía poco tiempo era colaboradora en los diseños que allí se vendían.
Al entrar en la tienda se sorprende de no ver a la dependienta y con paso seguro se dirige a la trastienda  pero  desde la puerta y antes de asir el pomo puede ver al dueño de la joyería sentado tras su mesa que al verla le hace un gesto extraño con su mirada.
           Anna en esos momentos intuye de que algo no va bien y sorprendida  observa a través de la ranura de la puerta que alguien tiene en sus manos un tubo plateado que parece apuntar hacia la mesa donde se encontraba sentado el dueño del establecimiento.
Anna enseguida se da cuenta de la situación y da un paso atrás con todo el sigilo que permite un estado extremo de excitación pero su zapato choca con la peana de una preciosa lámpara de bronce que se hallaba justo al lado del despacho. El ruido se hace perceptible para los que se encontraban dentro del despacho, que salen precipitadamente para ir detrás  de Anna que ya se encontraba en la calle mezclada entre los viandantes que abarrotaban la céntrica calle.
Llega a su casa presa del pánico, no acierta  qué pensar de lo que acaba de vivir. No se atreve a ir a la policía hasta no saber por el noticiario del mediodía lo que había pasado.
Se sienta ante el televisor y espera con ansiedad que llegara la hora de las noticias. Poco después sobresaltada escucha de que un joyero había sido asesinado en su joyería; lo habían encontrado muerto sentado ante la mesa de su despacho y el cuerpo tenía signos de haber sido sometido a tortura.
Anna aunque esperaba la noticia con ansiedad, no imagina para nada que aquella situación pudiera tener tan cruel desenlace y de su garganta sale un grito desgarrador, ¡lo habían asesinado! Se encuentra tan inquieta que no sabe que pensar, también ignora si el atracador la ha visto y si en ese caso la puede reconocer…
Poco después la policía llama a su puerta y tarda en abrir,  se encuentra muy nerviosa, una voz autoritaria le dice:
-          Sabemos que está usted ahí, abra la puerta o nos veremos obligados a tirarla abajo, somos de la policía.
Mientras, uno de ellos enseña su placa de identificación y minutos después Anna abre la puerta no sin antes pedir su número de placa. Al flanquear los agentes la puerta de la entrada, se encontró tan vulnerable que por su aspecto parece que ha sido pillada desprevenida. Ya en el salón los policías le hacen algunas preguntas a Anna, escuetas y contundentes, adornadas con un halo de solemnidad, dando a entender que toda precaución era poca ante lo que le tenían que comunicarle.
            El policía que parece llevar la  iniciativa vacila ante la pregunta que tenía que formular, pero al mirarla a los ojos sólo pudo decirle que se habían encontrado indicios de que ella había estado en el lugar del crimen.
Poco después se encontraba en la comisaría y el comisario al verla entrar, la mira con una seriedad que rayaba a la tragedia. La invita a tomar asiento después de unos segundos que a Anna le parecieron eternos y le dice:
- ¿Vio algo o a alguien cuando se encontraba dentro de la joyería?
Anna con los nervios a flor de piel narra lo sucedido. De nuevo el comisario calla y cuando abre la boca le dice:
-          Qué suerte tuvo usted al no a entrar en ese despacho.
            Ella no sabe que pensar de todo aquello pues siente que no entiende nada. ¿Pero…quién les dijo que ella no llegó a entrar en aquel despacho? Ante la cara de perplejidad de Anna el comisario le dice:
-         No se preocupe, tenemos una cinta que se encontraba oculta en un cajón en la cual está grabado todo lo que ocurrió aquel día en ese despacho. Por este motivo debe saber que después de haber sido sometido a tortura, el joyero dijo su nombre, aún no sabemos si fueron uno o dos los atracadores pero si pudimos ver encima de la mesa una ficha con todos sus datos y la hora en la que iba a ser recibida por el joyero.
           Anna temblaba, pero aún no era consciente de que aquello podía tener algún sentido. El comisario le dice que hasta no averiguar lo sucedido es mejor que desaparezca de España pues era un caso muy extraño al no faltar ninguna de las valiosas  joyas allí expuestas.
Antes de salir de la comisaría, le vuelve a sugerir que debe ir lo más lejos posible, ahora la mirada del comisario parece cambiar y con voz indulgente le dice:
-          Yo me atrevería sugerirle que se fuera a Asia, mis hombres la pueden escoltar hasta que salga de Madrid.  Me he permitido sacarle un pasaje para mañana, hará escala en el aeropuerto de Ataturk de Estambul y una vez allí tomará el vuelo que le llevará a Kuala Lumpur.
            Anna lo mira perpleja y el comisario al verla tan perdida la anima diciéndole:
-          Sólo será una temporada hasta que se aclare todo.
Anna le contesta:
-          Pero… y mi vida, mi trabajo…
            El comisario con una voz monótona dice:
-          Esto es lo que hay Anna, le guste o no le guste lo tendrá que aceptar, por ahora necesitamos vía libre para la investigación y es importante que se encuentre desaparecida.
No obstante, antes de salir le dio una advertencia:
No puedes llamar a nadie por teléfono, ni mandar correos electrónicos, este gesto puede llevarte a la muerte.
Al día siguiente y sin despedirse de nadie Anna sale inmediatamente de su apartamento sin apenas equipaje y se dirige hacia el aeropuerto de Barajas, para  tomar el vuelo que le haría hacer escala en  el aeropuerto de Atakurk en Estambul.  Una vez en Estambul, espera la llamada de su vuelo. Se entretiene mirando las exóticas tiendas del aeropuerto turco.
Allí y mientras esperaba en aquel aeropuerto de Estambul, empezó a pensar  cómo iba a ser su vida desde el momento que llegara a su destino. Parada ante una tienda de ropa, puede ver en el reflejo del escaparate una cara que parece mirarla con  insistencia. Camina unos pasos, intenta tranquilizarse, ella era rubia de ojos azules, seguro que si la miraban era por resultarle exótica.


                                                          Foto: orangesmile.com
Continuará...

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