lunes, 7 de mayo de 2018

El Tridente final

Pero algo sucedió, que no fue obedecido su mandato, pues Anfitrite, mujer astuta, como ninguna, buscó la amistad de las sirenas para apoderarse de sus voluntades, intentando ejercer para ellas el poder de reina consorte, pero antes, quiso hablar con las olas, y de esa manera abortó el mandato de anegar las playas cómo había ordenado Poseidón. Pero para una mujer despreciada como lo era Anfitrite no era suficiente,  necesitaba  algo grandioso para que pudiera hacerse efectiva toda su venganza y, fue en busca  de  las sirenas para contarles su desdicha,  pero las encontró tan  desenfadas que  no la escucharon, diciéndole, que habían decidido no estar bajo el mandato de la esposa de Poseidón. En esos momentos  se encontraban muy  entretenidas tendidas al sol en lo alto de los acantilados entonando sus cánticos para atraer con ellos a los desdichados  marineros que pasaban por allí deseosos de fiesta.
Entonces Anfitrite al no ser escuchada por las sirenas montó en cólera, pues ella también ostentaba  cómo Poseidón el título de reina de los mares y de los ríos. Desesperada y, cómo último recurso, decidió cruzar en una barca el río Styx en solitario, desafiando el poder de Poseidón, salió a plena luz del día  en  busca del cancerbero, el horrible  perro de tres cabezas, que al verla llegar a sus dominios, se relamió, pues era la presa más codiciada que siempre había ambicionado poseer, sabía de antemano qué teniéndola en su poder  hasta podía llegar a tener el dominio de  la grandiosidad de los mares y los ríos. Todo este sueño –pensó-- se podía hacer  realidad desde el primer momento en que Anfitrite se encontrara bajo su poder, pues haría realidad, lo que siempre tuvo en su pensamiento. Enloquecido comenzó a hacer planes, lo primero que haría sería transformar los ríos en trampas mortales, no pudiéndose navegar por ellos, ni siquiera  con pequeñas barcas por su superficie, los ríos a su vez serían poblados con animales carroñeros, cocodrilos…los pescadores al no encontrar peces comestibles tendrían que tirar sus cañas a la basura.
Ante este pensamiento me estremezco. Pero porqué pensaba esas cosas y, sobre todo, sabiendo que el protagonista de su desasosiego solo era un personaje mitológico.
Algo interrumpió mis pensamientos, las patrulleras con sus sirenas se adentraban en la mar a toda velocidad, un barco se estaba hundiendo con sus 200 tripulantes a bordo.
Esta noticia me inquieta, pero al intentar caminar, siento que mis pies y piernas siguen hundidos atrapados hasta las rodillas en la arena. El cosquilleo de una encrespada  ola osa en mojar  mi torso, entonces  siénto que me da la libertad.
En aquellos momentos y, sin motivo aparente, al verme libre, emprendo hacia mi casa una alocada carrera, desconocía qué era lo que me inquietaba, antes de llegar al puente de los vientos, que separa el mar de la población hago una pausa en la  carrera, entonces supe de que el río que cruzaba la ciudad se había desbordado, me quedo parada sin saber que pensar, oigo cómo unos jóvenes al pasar por mi lado hacen un comentario estremecedor, el más joven decía con voz alterada, desde luego  ha pasado algo muy extraño, el río se ha desbordado sin que callera una sola gota de agua del cielo.
Entonces  algo que pasó por mi cabeza hizo que me quedara paralizada ¿Qué me estaba pasando?
De repente por el puente comenzó a pasar un ejército de mujeres que enarbolaban banderines, que me hizo pensar, que podían ser  las mismas de la formación que había visto minutos antes emerger del mar, pero, algo no encajaba, habían cambiado las alas de acero por  banderines, no supe qué pensar, necesitaba despejar la cabeza, entonces me dirijo al parque, me siento en un banco porque  una presión muy fuerte me oprime el pecho.
No me confortaba nada, entonces pude oír una voz de mujer que me decía entre susurros.
Ten siempre presente que ningún hombre por poderoso que sea, puede quitar a una mujer la fuerza, ni tampoco interceptar ninguna ejecución de creatividad que pueda haber en ella ni en cualquiera de las obras que desee realizar, sí, no temas soy Anfitrite la legítima mujer de Poseidón, no debes inquietarte, tu casa no ha sido afectada por la riada, tan poco he dañado el resto de la población, tan  sólo ha sido un pulso que le he hecho a mi esposo.
Poco después y, cuando cabizbaja me dispongo a ir a mi casa, lo que vi, hizo que de repente se me quitase la melancolía, allí estaba ante mí el problema que me aquejaba, el que, en unos días se iba a desposar conmigo se besaba con ardor en una esquina con mi jefa de gabinete.
  Entonces supe qué Anfitrite, sintió compasión de mí, uniendo su  venganza a la mía una venganza que anidó en ella cuando se vio despreciada haciéndose participe de la mía, haciéndome sabedora a su manera del peligro que me acechaba al casarme con un hombre que no sentía amor por mí.  Pero para ella no fue del todo afortunada pues su desamor le   convirtió  en un ser como a cualquier  mortal, quedando presa para siempre de su propio odio.
¿Y si lo que viví en la playa sólo fue, la advertencia de una mujer despechada como lo fue Anfitrite?
A veces y, sin darnos cuenta, la mitología nos advierte de los muchos peligros que nos acechan haciéndonos pasar por etapas de experimentación que sin apenas ser perceptible para nosotros los mortales,  nos cuentan con estos relatos que siempre  hemos  estado en contacto con eso que llamamos fenómenos, paranormales que al estar fuera de lo cotidiano los dejamos pasar.

Aunque a veces no  creamos en estos fenómenos,  a la mujer siempre nos guste coquetear, jugar a  saber quién puede más...






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