lunes, 21 de mayo de 2018

El Escorial 2º Parte

¿Qué hacía aquel cuadro allí?
¿Pues no se encontraba expuesto en el Museo Nacional Del Prado?
Anna se inquieta al no estar segura de lo que estaba viendo, pero, si, estaba segura porque   lo estaba contemplando,  ante ella se encontraba el tríptico Del Bosco.
La  tabla representaba  el tercer día de la creación como el mismo artista imaginó ¿Serían tal vez dos almas gemelas Felipe II Y ÉL? Porque al parecer  parecían encontrarse  unidos por un débil cordón que no era otra cosa que la del deseo de encontrar algo que no se pudiera ver ni tocar, para que los liberara de la muerte.  Entonces dedujo, que El Bosco antes de pintar el cuadro que le daría su mayor fama, debió  cambiar repentinamente su forma de ver las cosas y,  como un poseso, comenzó de manera convulsiva a adquirir reliquias de Santos llegando a acaparar todas las que estaban a su alcance, este hecho le hizo aún más especial, tanto, que cuando comenzó a pintar el cuadro de El Jardín de Las Delicias, no solo siente que se recrea en la pintura, si, no, que vuelca en estas  tablas toda su imaginación de hombre insatisfecho y,  de anhelos frustrados que al mezclarlos con los sentimientos encontrados que le hacían sufrir enormemente, entonces le invadía un miedo que  le hace adentrarse en los demonios de la noche llegándole a producirle un gran temor ante la vida y, también ante la muerte, no dejándolo sosegar  ni por un momento este  atormento que le producía  este terror, pero, a pesar de tanto desasosiego continuó investigando en lo más profundo de su ser y, no dudó en cuanto tuvo la oportunidad de introducirse en el oscuro y misterioso mundo de la alquimia.
Anna ya no creía estar viendo aquel cuadro igual  que cualquier turista, lo que veía era lo que  estaba analizando en su mente, haciéndose participe de la vida que vivió aquel pintor, pues  era semejante a la suya, hasta qué un día amargo decidió vivir en aquella casa, desde entonces su vida comenzó a  encontrarse aún más llena de contradicciones.
El Bosco—sigue Anna con sus elucubraciones—era un ser raro donde los haya, se hizo construir un laboratorio destinado a  fabricar oro con productos químicos que nunca se llegó a saber si lo pudo conseguir.
Mientras pintaba en la soledad de su estudio, solía dar rienda suelta a su fantástica imaginación, hasta tal punto que cuando llegaba a lo más álgido de su creación pensaba en el Monasterio del Escorial, también en su construcción que para el ese enclave  pertenecía a otra dimensión, solo por encontrarse enclavada en una tierra de secretos geográficos, en el cual después de haber hecho algunas investigaciones junto con  algunas que otras  cábalas sobre  esta parcela, sacó la conclusión de que ese Monasterio se había ubicado en la misma puerta del infierno. Significándolo de manera especial en su cuadro mostrando con su pintura que aquel lugar guardaba en sus entrañas el fuego eterno del infierno donde las almas pecadoras arden para toda la eternidad.
El pintor, según imaginaba Anna, no parecía dejar de hacer sus elucubraciones sobre este enigmático y grandioso monumento arquitectónico, pues  después de hacer  muchas y especiales pesquisas, llegó a saber  que esta construcción  había coincidido “casualmente” justo con la destrucción del Templo de Salomón, el Templo más sagrado de la cristiandad.
En esos momentos  el grupo de turistas, en el cual se incluía ella,  es guiado hacia otra galería, de repente el ambiente en aquella parte del Monasterio se estaba haciendo insoportable, se notaba algo enrarecido, intranquilizante, pero, era solo para Anna, y para algunos de los turistas más sensibles  como ella.
Entonces Anna se rezagó del grupo para observar por unos momentos  los muchos vanos que se prodigan en las paredes del recinto, uno de ellos al paso de Anna y de improviso se abre, Anna se queda varada ante esta visión, algunos turistas se acercan a ella, de pronto por aquel hueco que  interrumpía  con brusquedad el muro, se abre una oquedad que da paso a un túnel oscuro y lúgubre por donde salían unos escalofriantes ladridos  de un perro, que paulatinamente  iban convirtiendo en aullidos lastimosos.
 Ante  estos sonidos los turistas corren espantados refugiándose en una de las estancias que también se encontraba en penumbra, de pronto de las paredes de aquella estancia comenzó a emanar un hedor intenso a cianuro, todos aterrados retroceden, no querían permanecer ni un minuto más en aquel lugar, pero de repente la sala se convirtió en un pasadizo por donde los aullidos de aquel perro se hacían más y más audibles.
Alguien con una voz que parecía salir de ultratumba, dijo en voz alta, salgamos de aquí, mientras su cuerpo se agitaba, de su boca empezaron a salir sonidos que intentaba parecieran palabras.
En medio de aquella delirante situación, se pudo oír una voz ronca cómo un trueno que-informó-- el ruido que estamos escuchando no es casual es el que hace el Cancerbero; el monstruo maldito que protege el Averno.
Entonces un enorme animal peludo asomó por uno de los vados cabeceando su testuz, mientras enseñaba los colmillos grandes y afilados.
De repente ante los asustados turistas  apareció un hombre que con su enorme cuerpo tapa la puerta de salida, estaba vestido de negro, tan solo miraba sin decir  nada.
Sin duda, los que allí se encontraban pensaron que estaban viviendo una pesadilla, entonces Anna quiso creer que quizás El Bosco el propio Bosco vivió en sus propias carnes  un suplicio similar, el cual le inspiró a que pintara en el cuadro algo de sus inquietudes haciendo impregnar en él   situaciones de terror que supo unir magistralmente con su magnetismo a las imágenes desinhibidas que pintó  con respecto al sexo.
¿Qué hacía aquel cuadro allí?
¿Pues no se encontraba expuesto en el Museo Nacional Del Prado?
Anna se inquieta al no estar segura de lo que estaba viendo, pero, si, estaba segura porque   lo estaba contemplando,  ante ella se encontraba el tríptico Del Bosco.
La  tabla representaba  el tercer día de la creación como el mismo artista imaginó ¿Serían tal vez dos almas gemelas Felipe II Y ÉL? Porque al parecer  parecían encontrarse  unidos por un débil cordón que no era otra cosa que la del deseo de encontrar algo que no se pudiera ver ni tocar, para que los liberara de la muerte.  Entonces dedujo, que El Bosco antes de pintar el cuadro que le daría su mayor fama, debió  cambiar repentinamente su forma de ver las cosas y,  como un poseso, comenzó de manera convulsiva a adquirir reliquias de Santos llegando a acaparar todas las que estaban a su alcance, este hecho le hizo aún más especial, tanto, que cuando comenzó a pintar el cuadro de El Jardín de Las Delicias, no solo siente que se recrea en la pintura, si, no, que vuelca en estas  tablas toda su imaginación de hombre insatisfecho y,  de anhelos frustrados que al mezclarlos con los sentimientos encontrados que le hacían sufrir enormemente, entonces le invadía un miedo que  le hace adentrarse en los demonios de la noche llegándole a producirle un gran temor ante la vida y, también ante la muerte, no dejándolo sosegar  ni por un momento este  atormento que le producía  este terror, pero, a pesar de tanto desasosiego continuó investigando en lo más profundo de su ser y, no dudó en cuanto tuvo la oportunidad de introducirse en el oscuro y misterioso mundo de la alquimia.
Anna ya no creía estar viendo aquel cuadro igual  que cualquier turista, lo que veía era lo que  estaba analizando en su mente, haciéndose participe de la vida que vivió aquel pintor, pues  era semejante a la suya, hasta qué un día amargo decidió vivir en aquella casa, desde entonces su vida comenzó a  encontrarse aún más llena de contradicciones.
El Bosco—sigue Anna con sus elucubraciones—era un ser raro donde los haya, se hizo construir un laboratorio destinado a  fabricar oro con productos químicos que nunca se llegó a saber si lo pudo conseguir.
Mientras pintaba en la soledad de su estudio, solía dar rienda suelta a su fantástica imaginación, hasta tal punto que cuando llegaba a lo más álgido de su creación pensaba en el Monasterio del Escorial, también en su construcción que para el ese enclave  pertenecía a otra dimensión, solo por encontrarse enclavada en una tierra de secretos geográficos, en el cual después de haber hecho algunas investigaciones junto con  algunas que otras  cábalas sobre  esta parcela, sacó la conclusión de que ese Monasterio se había ubicado en la misma puerta del infierno. Significándolo de manera especial en su cuadro mostrando con su pintura que aquel lugar guardaba en sus entrañas el fuego eterno del infierno donde las almas pecadoras arden para toda la eternidad.
El pintor, según imaginaba Anna, no parecía dejar de hacer sus elucubraciones sobre este enigmático y grandioso monumento arquitectónico, pues  después de hacer  muchas y especiales pesquisas, llegó a saber  que esta construcción  había coincidido “casualmente” justo con la destrucción del Templo de Salomón, el Templo más sagrado de la cristiandad.
En esos momentos  el grupo de turistas, en el cual se incluía ella,  es guiado hacia otra galería, de repente el ambiente en aquella parte del Monasterio se estaba haciendo insoportable, se notaba algo enrarecido, intranquilizante, pero, era solo para Anna, y para algunos de los turistas más sensibles  como ella.
Entonces Anna se rezagó del grupo para observar por unos momentos  los muchos vanos que se prodigan en las paredes del recinto, uno de ellos al paso de Anna y de improviso se abre, Anna se queda varada ante esta visión, algunos turistas se acercan a ella, de pronto por aquel hueco que  interrumpía  con brusquedad el muro, se abre una oquedad que da paso a un túnel oscuro y lúgubre por donde salían unos escalofriantes ladridos  de un perro, que paulatinamente  iban convirtiendo en aullidos lastimosos.
 Ante  estos sonidos los turistas corren espantados refugiándose en una de las estancias que también se encontraba en penumbra, de pronto de las paredes de aquella estancia comenzó a emanar un hedor intenso a cianuro, todos aterrados retroceden, no querían permanecer ni un minuto más en aquel lugar, pero de repente la sala se convirtió en un pasadizo por donde los aullidos de aquel perro se hacían más y más audibles.
Alguien con una voz que parecía salir de ultratumba, dijo en voz alta, salgamos de aquí, mientras su cuerpo se agitaba, de su boca empezaron a salir sonidos que intentaba parecieran palabras.
En medio de aquella delirante situación, se pudo oír una voz ronca cómo un trueno que-informó-- el ruido que estamos escuchando no es casual es el que hace el Cancerbero; el monstruo maldito que protege el Averno.
Entonces un enorme animal peludo asomó por uno de los vados cabeceando su testuz, mientras enseñaba los colmillos grandes y afilados.
De repente ante los asustados turistas  apareció un hombre que con su enorme cuerpo tapa la puerta de salida, estaba vestido de negro, tan solo miraba sin decir  nada.
Sin duda, los que allí se encontraban pensaron que estaban viviendo una pesadilla, entonces Anna quiso creer que quizás El Bosco el propio Bosco vivió en sus propias carnes  un suplicio similar, el cual le inspiró a que pintara en el cuadro algo de sus inquietudes haciendo impregnar en él   situaciones de terror que supo unir magistralmente con su magnetismo a las imágenes desinhibidas que pintó  con respecto al sexo.
 ¿Acaso estaba mandando un mensaje donde el desenfreno no lleva a nada bueno?
 ¿Y por qué esa obsesión con el infierno?








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