lunes, 14 de mayo de 2018

el escorial 1º parte

Anna es una de esas jóvenes de mundo adentro, esquiva, daba la sensación al mirarla que era de las que parecía feliz con su aislamiento. En la habitación de su casa donde vivía  no hacía mucho tiempo, en ella  parecía encontrarse feliz, a pesar de ser una casa muy singular pues cada noche en la oscuridad, Anna escuchaba pasos lentos y ladridos de un Can, ella  ignoraba si allí anidaba una maldición o no, pero lo cierto es que en esta parecían morar seres de otra dimensión, que hacía que  todos sus  recuerdos nefastos  parecían diluirse.
 Cuando decidió vivir en aquella casa en soledad, fue con la intención de ir en busca de un sueño, un sueño tan extraño que supo nunca había soñado, pero que hizo cambiar sus esquemas, todo  sucedió después de leer una crónica que hablaba del pintor llamado El Bosco. Un pintor que desde el primer momento que supo de su existencia le fascinó. Las paredes de la casa  que eligió Anna  para vivir las habitaciones eran oscuras debido a esa humedad perenne que se encuentra en sus deterioradas paredes, haciendo que el encalado parezca de un color  grisáceo lo cual con su opacidad puede servir hábilmente para esconder la historia  de  un pasado que no le interesa revelar. Tal vez fuera porque en ella se encontraba un misterio tenebroso.
Anna desde que decidió instalarse allí, dejó de tener contacto con las amistades que solía frecuentar, pero eso no parecía importarle, pues no quería saber nada de lo que estuviera unido a la relación con personas.
 Aquel paraje  era ideal  para su aislamiento. Se encontraba situada en las afueras de la capital madrileña y en medio de la soledad del campo, no era precisamente un lujoso Cigarral dónde los más pudientes suelen retirarse los fines de semana para descansar de su ajetreada vida en sociedad, no, no era un lugar idílico, pero sí podía presumir de un privilegiado enclave que para ella tenía una peculiaridad muy especial,  y, es que, desde su ventana se podía contemplar el majestuoso Monasterio San Lorenzo Del Escorial, dónde desde cada lunes y, desde el día en que se instaló en aquella casa,  cómo si se hubiera marcado un ritual, a las diez de la mañana acudía  a visitar el Escorial .
  Antes de entrar en el Monasterio, contemplaba por unos minutos la oscura fachada del edificio, intrigándole el motivo de su atracción; a veces, y en un acto de rebeldía, burlaba a los vigilantes para  entrar a horas intempestivas que era lo que más le atraía, pero, lo normal era de que tenía que conformarse con visitarlo por la mañana, jugando cada día a no ser sorprendida por los porteros, cuando al entrar como cualquier turista  se adentraba por otros  pasillos diferentes al recorrido habitual, entonces se adentraba por estrechos y laberínticos pasillos que se encontraban poco transitados hasta llegar a uno de los claustros, dónde sin comprender el motivo una vez se encontraba dentro de aquellos muros sentía sensaciones especiales. ¿Sería por encontrarse en aquel mágico lugar? O, que al tener contacto con aquella atmósfera creía verse envuelto en un microcosmos que le hacía olvidar hasta su nombre.
Sabía que cuando se encontraba dentro de aquel edificio, a cada paso que daba por los pasillos era como si algo sobrenatural le guiase, quizás   un guía invisible que le quisiera demostrar que dentro de aquel recinto se encontraba oculto, algo especial  embutido dentro de esas paredes. Para ella  solo era un magnetismo que no sabía cómo explicar
 ¿Sería acaso ese  el  lugar llamado Ciudad de Dios?
 Pues sin dudas  era notorio, y por todos conocidos de que la ubicación del Monasterio,  era un lugar especial por encontrarse el centro del conocimiento, no solo de libros pinturas y reliquias que allí se guardan, si, no, en el diseño especial de una arquitectura que sin duda, para los creyentes  era sagrada.
Anna, sabía  que cada vez que hacía esa visita, intuía más que  imaginarse que algo extraño pasaba en ese grandioso edificio, pues supo que antes de su construcción alguien poderoso fue el que hizo la  sugerencia de que éste debía ser su  enclave, siendo desde siempre un  oculto proyecto soñado, por lo tanto  tenía que ser  ubicado sin remisión en aquella parcela, la cual era muy curioso –según Anna--pues desde siempre este terreno había sido clasificado “No acto para la construcción” guardándose este detalle con total secretismo, hasta que un día de repente se empezó la construcción, interviniendo   en aquel  el proceso prestigiosos magos y cabalistas de la época, incorporando logias secretas donde se podría practicar—una vez terminado el edificio, entre otras muchas, la filosofía hermética, dando así  por sentado que eran ciertos los rumores de que era un punto  geográfico  especial para el  enclave de un edificio singular.
Anna con su costumbre de cada día y, después de unos momentos de reflexión abandonaba del claustro de sus desvelos, y se unía a un grupo de turistas que, cómo un rebaño de ovejas arrastraban sus pies por las galerías con las orejas bien abiertas, para escuchar sin llegar al alcance de que el suelo que se encontraban pisando podía ser sagrado.
La mayor atracción e interés  que suscitaba era el de que allí se ocultan símbolos de  misterios, que se pueden encontrar  ocultas en sus pétreas paredes y,  que, al mismo tiempo, en su inmovilidad  parecen palpitar. Los turistas que lo visitaban, quieren  saberlo todo, pues es sin duda  uno de los requerimientos de sus visitantes.
 Para Anna sin embargo, sus visitas tenían otra intención, que era el de quitarse de la cabeza una obsesión que necesitaba   para  reconciliarse con la vida cotidiana.
Era un grupo de turistas en el que uno de esos días de visita habituales de Anna ella  se incluyó, a requerimiento del guía, hacen una parada ante un tríptico, Anna mira la tabla, de repente su semblante cambió. Ante ella cómo una alucinación apareció El Jardín de las Delicias, ante esta inesperada aparición, se queda muda, siempre supo que le atrajo su obra  por ser un pintor extraño. Pero Anna llegó a dudar, era raro, de que ese cuadro se encontrase en un sitio sagrado. A sabiendas de que este pintor era  contrario a la religión católica, hasta donde pudo saber Anna, El Bosco había pertenecido a una sociedad secreta llamados (Los Adomitas) los cuales, tenían la peculiaridad de rezar desnudos  mientras creían esperar el fin del mundo.

También se sabía que hubo rumores de que este pintor estaba  obsesionado con la muerte al igual que Felipe II.




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