domingo, 22 de abril de 2018

El tridente (1ª Parte)

Aquel día me encontraba cabizbaja, paseando mi melancolía me llevó hasta la playa, cuando indolente me encontraba mirando al mar, de pronto despertó mi curiosidad cuando ante mi  pude divisar una nave que me pareció por su magnitud  era impresionante, se encontraba  arboleada en toda su superficie cerca de la playa, pero a pesar de todo  desde donde me encontraba me pareció difícil precisar la envergadura de aquel barco.
Yo desde la orilla calculé que al ser tan grande debía tener al menos unos veintidós remeros para moverla. Después de hacer un somero análisis, me hizo creer por su aspecto exterior que parecía moderna, pues desde la supuesta lejanía se podía apreciar que disponía de una peculiaridad muy especial en esa clase de embarcaciones, cómo era, la de disponer de un timón lateral que se encontraba situado a la derecha de la marcha.
Me asusto, al pensar, en qué me basaba al hacer  esa descripción tan exacta y con tantos detalles si nunca fui marino, ¿Estaría acaso viviendo un fenómeno complejo de los que suelen llamarse mundos paralelos?
Intento despejar mi cabeza, cuando…
En unos minutos creí percibir que el barco clavara el ancla en la arena,  me puse nerviosa y, pensé, pronto toda aquella tripulación invadiría la playa y no me dejaría disfrutar de mi soledad.
De pronto inesperadamente, se levantó una terrible tempestad, las olas llegaron a alcanzar hasta los nueve metros, esta virulencia me lleno de  asombro pues este fenómeno no llegaba a la orilla,  sólo estaba ocurriendo dentro del mar, haciendo con aquel repentino  tifón acuático zozobrara la nave, en mi observación vacilante tampoco acababa de entender, como me llamó la atención ver al capitán moverse con soltura por la cubierta ante este imprevisto cambio de tiempo, porque dirigiéndose a la cabina de mando con gran destreza hizo un viraje de timón, que al ser tan brusco en su balanceo casi se da de bruces con otra de las  embarcaciones que se encontraba parada  con los motores a medio gas muy cerca de ella.
Todo me pareció irreal pues esta nave me sorprendió por haber surgido de la nada en mi horizonte, después de superada la sorpresa de su aparición, me gustó, pues poseía  un aspecto sencillo y, a mi parecer elegante, sus velas parecían darle la autonomía suficiente como para poder alcanzar gran velocidad en el caso de que fuera atacada por algún barco corsario.
De pronto en la cubierta de uno de los barcos hizo su aparición una figura de mujer frágil pero  ágil, que dando un salto desde la borda, se sumergió en las aguas hasta llegar a cubrirle la cabeza, yo desde la orilla, sigo cada vez con  más interés y escepticismo  todo lo que pasaba en aquellos dos barcos.
Entonces y sin saber que estaba sucediendo aumento mi curiosidad, pues me estaba viendo envuelta en una especie de locura que supuse debía ser transitorio, porque, de nuevo ante mis ojos asombrados, las aguas del mar se volvieron transparentes, tanto, que  hasta se podía  ver el fondo del mar con sus peces nadando con total nitidez.

Los marineros del barco de la gran vela, ante este fenómeno, comenzaron a correr despavoridos por la cubierta. Y cuando implorante levanté mis ojos al cielo pidiendo una explicación de lo que estaba sucediendo, bajé la vista hacia la arena y, al levantarla pues me encontraba desorientada, de nuevo atónita, presencié como del fondo del mar, empezó a emerger una legión que más que piratas de mar parecían fantasmas, pues se encontraban pertrechados con una vestimenta extraña, pegado a sus costados tenían alas de acero, que al recibir los rayos del sol relucían desprendiendo destellos tan brillantes que, cegó a los marineros que se encontraban en la cubierta de la nave, obligándole con su claridad cegadora a quedar  pegados en la cubierta cómo si fueran estatuas.






lunes, 16 de abril de 2018

La pensión Final

 Anna, expectante ve cómo la puerta al abrirse da paso a  la señora elegante que vio en el fondo del pasillo, que pisando segura avanza hacia ella, Anna cuando mira su cara da un respingo, aquella mujer parecía tener la cara desfigurada a pesar de estar parcialmente tapada por una gruesa capa de maquillaje, sus ojos parecían dos bolas de fuego como las que lucen las alimañas en la oscuridad del campo. Anna  no puede moverse ante esta aparición, se encuentra paralizada como si algo sobrenatural pusiera a su alrededor un  muro insondable que le aprisionaba.
La mujer, se acerca hasta casi rozar su cara, Anna no puede mover un solo músculo, en su estado de terror, no se percata que la mujer saca de debajo de su chal una daga, que con destreza se la pone junto a la garganta con intención de degollarla; una mano certera le sujeta la mano con firmeza haciendo sentir un dolor tremendo a la mujer, Anna en esos momentos no parece sentir su cuerpo, mientras la habitación empezaba a llenarse de policías.
Anna sentada encima de la cama, siente que su cabeza se había trastornado, cuando nota cómo sus piernas se humedecen lentamente con un reguero gelatinoso y frío que la van mojando cada vez más. De repente da un salto, el colchón  se encontraba  empapado de sangre, se tapa la boca con las dos manos para no gritar, en aquella habitación se había cometido un crimen, y en aquella misma cama…quizás era el mismo cadáver que vio cómo lo bajaban dos hombres cuando ella  llegó.
 Entonces creyó ver que dos de los policías que se encontraban más cerca de ella hablaban de una manera ininteligible para ella, y sin saber el motivo, Anna comenzó a reír de manera convulsiva, llegando los policías  a temer por su estado mental. Cuando más tarde se encontraba  calmada –dijo—ustedes creen que pueden urdir porque sí, algo tan grotesco—no me miren así—Anna acusaba directamente a los policías--como han podido urdir esta trama para que me hiciera amiga de una desconocida, aunque bien pensado, eso se llama llanamente echar las redes, y yo, como tonta, huyendo de mi soledad  caí en esa red como cae una trucha en el anzuelo. ¿O tal vez  se dieron cuenta de mi vulnerabilidad para tomarme como cebo?  Pues ignoraba que mi desengaño pudiera llamar tanto la atención, hasta el extremo de poner mi vida en peligro?
Anna dejó de hablar unos instantes, indudablemente estaba portándose como una imbécil, aunque pensándolo bien creyó que era lo que había sido toda la vida.
Una vez en su casa cacereña, sentada en el sofá, se encontraba más sosegada y,  recuerda aquel día que quizás, por el capricho del destino, había sido elegida para desenmascarar a uno de los cerebros más perverso que operaba en Madrid desde hacía un par de años y que llevaba de cabeza a la policía. ¿Pero…entonces qué clase de cerebros perversos fueron  los que la involucraron a ella en semejante misión?
 Sonríe con desgana, y recuerda que siempre fue una mujer de una naturaleza tranquila.  ¿Quién fue el que le tendió la trampa haciendo posible que un encuentro fortuito se convirtiera en amistad?
Anna se levanta pasea por su salón, ahora recordaba que nadie le había comentado que le sucedió a  su “amiga” Rebeca, pero… ¿Habría existido alguna vez? Lo que si supo Anna es que nunca más volvió a saber de ella.
Anna cerró los ojos, apoyó su cabeza en él respaldo de su sillón, y quiso soñar despierta pensando  que  por un solo un  día había llegado a ser  una heroína.
Pero ignoraba la razón por la cual fue elegida para cumplir con esa misión. En unos segundos su cara se tornó pálida cómo la cera, sus ojos se encontraban tan cerrados que parecían dos cuencos vacíos, su cuerpo inerte parecía hacer esfuerzos para parecer que descansaba plácidamente  en su sillón favorito.
 Ella siempre quiso soñar, lo necesitaba, quería olvidar los desengaños que le dio la vida, por esa razón deseaba creer que siempre fue  feliz, olvidando  que ella fue la víctima de una cruel traición.
Mientras ajena a todo lo material su alma se regocijaba paseando por la habitación, no tenía prisas en marcharse, pues en su contemplación creía estar viendo  a un ser feliz, que a pesar de que todo fueron  engaños, no supo  que la llevaron  hacia una muerte que no se merecía.  







martes, 10 de abril de 2018

La pensión 2ª Parte

Ante esta observación parece aumentar su nerviosismo, entonces el que parecía más calmado y seguro de sí mismo  –dijo—sea cómo fuera esto, hay que hacerlo cuanto antes, en todo caso había que llamar a Francia para decir que parte de la mercancía que se transporta  es perecedera, por lo tanto debe tener prioridad en su entrega ante cualquier otra que  tenga previsto su llegada a Marsella. Uno de los hombres cambió de voz, parecía que se había tragado algo pues hacía que su voz fuera ronca y entrecortada, mientras el otro interlocutor, levanta el tono de voz para decir, creo que sería una locura llevarla a Francia, entre los dos se hizo un silencio, que se rompe cuando  uno de ellos dijo; pero tampoco podemos hacer lo de siempre, las pisadas de los hombres por la habitación parecían agitadas y al mismo tiempo  vacilantes, pues Anna, podía sentir desde el salón cómo vibraban las vidrieras antiguas y emplomadas  de la puerta.
El que parecía haberse tragado algo—dijo—alguien de la empresa de transporte puede sospechar de nosotros al ver que nos movemos mucho por allí, creo que debemos buscar una segunda alternativa, pero, ¿Cuál? Perdiendo por momentos la compostura ante el que creyó Anna era el compinche, lo mandó callar, aquella orden le pareció a Anna que resonó en aquella habitación como un trueno. Y con voz sumisa se atrevió decir, otra opción sería tirarla al río Manzanares, por ahora no se me ocurre otra cosa que sea más segura para nosotros, la mayor parte del río está canalizado y, seguro que tardarían unos días en encontrarlo, y esto sería añadir un factor favorable para nosotros, pues cómo el ambiente en estos momentos se encuentra un poco convulso, puede que los de la criminal quieran resolver cuanto antes este asunto alegando que ha sido el consabido ajuste de cuentas entre un narco y una prostituta deslenguada.
Anna no puede creer lo que estaba escuchando, mientras los hombres siguen inventando estrategias para salir airosos de aquel trance, en  unos minutos,  uno de ellos dijo convencido, no creo que lo de tirarla al río sea la solución más acertada, pero el de la voz atragantada insiste, creo que es la mejor alternativa, también tenemos que tener en cuenta, que en el caso que lo hiciéramos y encontrasen el cadáver, si esto sucediera antes de que pudiéramos   arreglar nuestra huida, si claro, y escabullirnos de lo que tenemos encima, que es un buen tufo,  aunque esto que estamos pensando puede ser  sólo  hipotético, porque, hay que pensar también que forzosamente tiene que haber una investigación.
Ante esta reflexión, entre los dos hubo un silencio que a Anna la puso aún más nerviosa.
¿Has pensado si esta descerebrada ha limpiado bien y no ha dejado ninguna huella que nos pueda identificar? Yo por mi parte, no la toqué, entonces no hay de qué preocuparse, yo tampoco, ni siquiera la rocé.
Entonces, -dijo-el de la voz atragantada, no tenemos otra solución que la de sacarla de España cuanto antes. Anna cada vez más asustada no se atreve ni a mover un dedo, pues estaba segura de que se trataba de una mujer que había sido asesinada. Una de las voces parecía lamentarse, cuando dijo, ahora como siempre nosotros tendremos que limpiar la mierda que sus caprichos de millonaria va dejando.
Minutos después aquellos hombres entran en el salón, no sabían que hubiera alguien en el salón y, miran a Anna con desconfianza, pero ella, seguía con las dos manos aferrada al asa de su maleta, mientras disimulaba estar con la mirada perdida  clavada en el televisor, los dos hombres se sientan frente a ella, parecían seguir una conversación ficticia, que no parecía ser coherente, pero sus caras parecían desprender satisfacción delante de ella, Anna sacó la conclusión de que ante el dilema que habían discutido se bastaban ellos solos para resolverlo, pues  parecía que ya habían decidido cómo deshacerse de aquel  problema.
Pero Anna de lo que estaba segura era de que permanecería el tiempo justo en aquella pensión hasta recuperar su carnet de identidad, una vez fuera ya buscaría la manera de analizar aquella conversación, que escucho desde el salón, más tarde podría aclarar con quien correspondiera lo que escuchó, toda su narración  estaba segura daría una pista a la policía en el caso de que hubiera alguna desaparición extraña…un grito se ahogó en su garganta, ¿y si la víctima era Rebeca? Y, ¿si era el cadáver que vio bajar por las escaleras?
En esos momentos la patrona interrumpe con su voz impertinente su elucubración, cuando  dice desde la puerta, que ya se encontraba su habitación disponible. Anna  sube las escaleras tirando de su trole, cuando de repente como una aparición, pudo ver en el fondo del pasillo la silueta de una mujer, vestida elegantemente con un traje largo de noche desentonando en aquel ambiente, que al verla le saluda con la mano haciendo resonar las múltiples pulseras doradas como campanillas, Anna, se inquieta al no  poder distinguir su rostro.
Aquella noche Anna presa de inquietud  no se acostó, se encontraba demasiado excitada,  sentada encima de la cama comenzó a  repasar  mentalmente  todo lo que había escuchado y ocurrido desde que había llegado a Madrid
 ¿Por qué el taxista hizo ese gesto extraño cuando ella le dio la dirección de aquella pensión?
Serían las cuatro de la madrugada cuando Anna en su desvelo oye unos pasos por el pasillo, parecían pasos vacilantes, de repente nota que se paran ante su puerta, Anna se queda sin respiración, poco después oye una voz que parecía venir de  detrás del tabique de la habitación contigua, que le dijo en susurros, no abras  la puerta bajo ningún concepto, no temas estamos cerca de ti.

 Anna entra en el lavabo, se lava la cara, quería estar segura de que todo era un sueño, de repente pudo oír el chirrido que hace el pomo de la puerta al ser girado, el pomo estaba cediendo pues giraba lenta muy lentamente hasta abrir la puerta.





viernes, 6 de abril de 2018

La dama de blanco

Ya estaba anocheciendo y los campesinos cansados y doloridos recogían los aperos de labranza cuando sintieron con temor temblar la tierra. Miraron y vieron a lo lejos como se acercaban unos jinetes que parecían valientes. Eran aguerridos soldados que galopaban clavando los cascos de sus caballos en la tierra blanda recién arada, exterminando todo lo que se encontraban a su paso.
Los campesinos se escondieron en sus chozas y temerosos observaban a través de las tinieblas rasgadas de un atardecer, donde los rayos del sol ya mortecino sucumben ante el poder de las sombras, y los jinetes que momentos antes vieron los campesinos,  se acercaban desde la lejanía convertidos en una turba de tenues fantasmas.
Estaban envueltos en ropas transparentes  bajo esa penumbra misteriosa que da el atardecer. Ante la horrible visión, una bandada de cuervos alzó el vuelo graznando para posarse en lo más alto de la torre del castillo.
Ante la puerta, el abanderado grita blandiendo un pendón deshilachado:
-¡Ha del castillo!
El conde enojado se dirige a la puerta y levanta la voz llamando a sus criados para que la abran pero cuando estos se acercan para abrirla al Conde se le presenta el dilema de abrir o no, porque hiciera lo que hiciera, tenía la certeza de que se encontraban todos en grave peligro. Entre tanto los jinetes se alinean haciendo un pasillo para que pase su caudillo, que es viejo, con los pelos enmarañados y una panza descomunal.
El que acaudillaba la turba, se apea del caballo limpiándose con la manga la humedad de su nariz y, dirigiéndose al conde  le dice:
-¿Tenéis por ahí escondida alguna doncella?
El conde al oír estas palabras, siente una presión tan fuerte en el pecho que cae desmayado al suelo.
Aquella misma noche, el Conde había tenido un sueño, una visión apocalíptica, en la que interpretaba la aparición de bárbaros, como prueba de que el diablo había salido del infierno para provocar desolación.
Su joven hija que lo ve todo desde la ventana de su aposento, quiere bajar para ayudar a su padre, pero cuando abre la puerta para salir, su aya se interpone entre ella y la puerta impidiéndole la salida. La encierra en la habitación y arrastrando un mueble bargueño con enorme trabajo lo pone delante de la puerta, quedando ésta totalmente tapada y a salvo de los bárbaros.
Los guerreros belicosos y sanguinarios, asesinan a todos los habitantes del castillo, para después desvalijarlo. Entraron en la cocina y como salvajes se dispusieron a comer y beber todas las viandas que se encontraban allí y en la bodega hasta hartarse. Cuando saciaron su gula, se tumbaron en el suelo para dormir como cerdos.
Por la mañana emprendieron de nuevo su camino dejando sólo desolación a su paso. Los campesinos apesadumbrados ante la tragedia se disponen a enterrar a sus muertos. Pero nadie se percató que desde la ventana del primer piso, la condesita gritaba sin ser oída. El tiempo pasó. Quizás, mucho, mucho tiempo hasta que aquella dulce condesita se consumió en su encierro resignándose a su suerte.
Su alma nunca quiso salir del castillo, porque la vio nacer y era lo único que había conocido.
Desde entonces y en cada fiesta que se celebra en el castillo, su alma se inunda de alegría al escuchar los sones de la música. Se pone su traje blanco de gala, para saludar con la mano  a los invitados que pasan por debajo de su ventana, ignorando  que ella y sólo ella es la verdadera anfitriona del castillo.

Esta historia puede ser o no verdad. Pero lo que sí es verdad, que unos niños en una fiesta celebrada en el castillo la vieron asomada a la ventana y la saludaron, consiguiendo con su candor, arrancar de sus labios blancos y fríos una cálida sonrisa.




martes, 3 de abril de 2018

La pensión 1º parte

Dos horas habían transcurrido desde que Anna se apeara del autobús que la llevó desde Cáceres a Madrid, en el andén de la estación esperó impotente la llegada de su amiga para recogerla en la estación, la cual parecía haber olvidado esa cita, después de dejar pasar un tiempo prudencial en la cual creyó que la espera estaba siendo demasiado prolongada  decidió salir de la estación, mientras sube las escaleras mecánicas desilusionada, siente cómo la sensación extraña de que se iba adentrando en un mundo que para ella era desconocido y al mismo tiempo desconcertante, una vez se encontraba en la calle, busca en su bolso de mano la libreta donde lleva anotada la dirección donde se alojaba su amiga. Mientras lee la dirección siente cómo le roza  una brisa helada y desagradable que la despeina, mientras tanto, distrae sus pensamientos dilatando sus fosas nasales lentamente para que se desprendiesen de ese olor que suelen inundar los andenes a  gasolina y a muchedumbre que todo  mezclado componen un hedor que a ella le pareció nauseabundo. 
A unos pasos de la estación, ve una parada de autobús, pues no había conseguido parar ningún taxi, Anna ignora el recorrido del autobús, por lo tanto no tiene ni idea de hasta dónde podía ir después de sacar el billete. Esta nueva aventura para ella le hace  olvidar sus temores, pues comenzó a sentirse emocionada de poder admirar Madrid desde una ventanilla de un autobús urbano, después de dejar pasar cinco paradas, decide apearse, pues empezaba a encontrarse  con síntomas de mareo.
Una vez en la acera, tira de su pequeño trole, le apetecía caminar, se para unos momentos, y mirando de un lado y otro recuerda con agrado una charla que mantuvo con una de sus amigas al anunciarle que pensaba pasar unos días en Madrid entonces una de ellas  –le dijo—cuando llegues a Madrid, tienes que tener en cuenta a donde te diriges, pues en la capital tienes que saber distinguir el Norte del Sur, ya sabes este detalle es importante que lo tengas presente.
Anna mientras recuerda la broma de su amiga sonríe al pensar que quizás tenía razón y que no era ninguna broma, pues se encontraba en una situación que no era capaz de distinguir los puntos cardinales, con este pensamiento sigue caminando, se sentía como si fuera una brújula destartalada después de haber sido pisoteada con las saetas partidas. Para un taxi, una vez sentada le da la dirección al taxista, el taxista la mira mientras de sus labios se escapa una sonrisa, ¿acaso es la primera vez que viene usted a Madrid? Anna se sorprende por la pregunta, y contesta seca—sí—
Diez minutos después, el taxista para ante la puerta donde un rótulo anunciaba—Pensión  Sur-.Entra observando el vestíbulo y todo lo que le rodeaba mientras espera que alguien aparezca, de pronto una voz que sale detrás de una de las puertas le sobresalta, ¿desea habitación? Anna busca con la mirada, pero sigue sin saber de dónde salía  aquella voz de mujer, y con el mismo tono de voz Anna contestó—sí—mientras esperaba que aquella mujer apareciera siente cómo su cuerpo empezaba a tensarse, la mujer no parecía tener prisas por salir de donde se encontrara, a medida que los minutos transcurrían y al no oírse ningún ruido dentro de la casa, este hecho hizo que se sintiera incómoda.
Cuando apareció la mujer y. al dirigirse a ella,  el tono de sus palabras le hicieron pensar que su amiga había tenido escasa fortuna al estar alojada en aquella pensión, la mujer, sin decir nada más se instaló tras el escueto mostrador, le pide la documentación, mientras la mujer se cerciora de que el carnet es correcto, Anna le dice que busca a una amiga que se hospedaba allí, llamada Rebeca, la mujer sin levantar la mirada de una de las libretas donde Anna supuso anotaba los nombres de los hospedados, le habla de manera displicente—creo que se está refiriendo a una chica que estuvo aquí, hospedada con ese nombre, pero de eso hace ya bastante tiempo, ahora recuerdo que empezó a salir con un chico y, un día pidió la cuenta, supuse que era para irse con él—eso es lo único que se de ella—si es que hablamos de la misma persona—dijo—levantando su desgreñada cabeza.
Anna no supo el motivo, pero después de hablar con aquélla mujer empezó a inquietarse, aquella chica de la que le habló, no debía ser la misma persona, pues estaba segura que, de haber sido la misma no le hubiera invitado a llegar hasta allí, mira de nuevo su libreta donde tenía anotada las señas y, estaban correctas ¿Qué motivo podía haber tenido Rebeca para mentirle faltando a su cita de la estación?, después de mirar el reloj Anna comprendió que no podía buscar otro alojamiento al no saber desenvolverse por la ciudad, tendría que esperar a que amaneciera un nuevo día, quizás entonces tendría las ideas más claras, pero aun así, no podía evitar sentirse presa de una gran incertidumbre.
La voz de aquella mujer le hizo volver a la realidad, tendría que aceptar la habitación que le ofreciera, pues no tenía salida alguna. Tras el pequeño mostrador, de nuevo la mujer revisaba su carnet de identidad con especial interés, Anna, espera impaciente para que se lo devuelva y, alarga la mano para cogerlo, asombrada ve cómo aquella mujer lo guardaba en un cajón, Anna ante este gesto se aterra.
 Segundos después y, a la espera de que le asignaran su habitación, oye unas voces, mira y, a lo alto del rellano del primer piso ve cómo dos hombres intentan bajar las estrechas escaleras  una camilla con dificultad donde supuso podían estar transportando un cuerpo, Anna cuando pasan por su lado, da un paso atrás hasta pegar la espalda en la fría pared y, entonces, supuso que, por la rigidez que mostraba ese objeto bajo la sábana que lo tapaba, que podía tratar de un cadáver.
Mientras tanto Anna observaba esta rara escena, la patrona de la pensión desaparece. Todo era muy extraño, la puerta por donde había desaparecido la mujer, de repente se abre de par en par empujada por una corriente de aire dejando al descubierto un patio lleno de cachivaches, latas vacías de conservas y diversas inmundicias, de pronto, una nueva ráfaga de aire hace que la puerta golpee la pared cómo si esta fuera dirigida por un mecanismo, haciéndole que esos golpes fueran continuados.
Anna no acababa de entender por qué aquella mujer se había quedado con su carnet, dejándola indocumentada, también observó que al meterlo en el cajón éste lo había cerrado con llave, metiéndosela en el bolsillo del delantal. Entonces comenzó a ponerse nerviosa pensó que quizás podía serle difícil salir de allí. Pero se calmó al pensar que al día siguiente buscaría  otro alojamiento. La mujer aparece de nuevo después tras haber dado una patada a la puerta, que con el impacto se cierra quedándola encajada al llevar las manos las ocupadas en anudarse el delantal que parecía haberse cambiado y, --dirigiéndose de nuevo a ella—le dijo—no se inquiete la única dificultad que tiene el hospedarse hoy aquí, es, que tiene que esperar hasta que limpien la habitación, pues hasta hace unos minutos no ha sido desalojada por su anterior huésped; y, señalando una puerta que se encontraba justo al lado de las escaleras, si lo desea, puede entrar en el salón, si le apetece también le puedo servir una cerveza—ya sabe estos servicios al ser extras se pagan al consumirse, Anna con un gesto de su mano le dice que no desea nada.
Entra en el llamado salón, echa un rápido vistazo, la estancia parece aceptable, los sillones se encontraban tapados con sabanillas de color granate, que seguramente disimulaban la suciedad acumulada que suele pegarse a la tapicería cuando tiene mucho uso, una mesa de centro  baja de madera con un cenicero de barro y un jarrón con flores de plástico, se encuentra ante el sofá, frente a este un aparador antiguo pintado con barniz, que le hacía brillar como si fuera de plástico robándole el encanto del mueble antiguo que hacía de soporte al televisor, en la pared un viejo tapiz moruno de los que solían comprar como recuerdo en Melilla los soldados españoles que cumplían allí  el servicio militar, allá por los años cincuenta, ante esta observación, por primera vez y desde que entró en aquella pensión de sus labios salió una tenue sonrisa; decide sentarse, y al mirar el suelo vio que las baldosas  eran hidráulicas, todo allí parecía sacado de un museo, a decir verdad, en aquella pensión parecía haberse parado en el tiempo.
Poco después piensa preocupada, qué era lo que podía haberle pasado a Rebeca, para que la dejara tirada en la estación, sabiendo que nunca había salido de Cáceres; para cambiar de pensamientos, mira su reloj de pulsera, y se extraña que a esas horas ya cercana a la cena aún no hubiera ningún huésped de la pensión viendo la televisión a  la espera de ser llamados al comedor,  pasan unos minutos y Anna sigue aferrada al asa de su maleta demostrando que sus nervios se encontraban en tensión, en aquel silencio, pudo oír una conversación a media voz que venía de otra de las habitaciones cerca del salón, que debía tener la puerta abierta, pues Anna pudo apreciar por el tono en el  que hablaban y  por la ansiedad que desprendían sus palabras, parecían estar dialogando sobre que algo grave les inquietaba.

Anna entretiene la espera poniendo atención a lo que hablaban aquellos hombres, y quiso entender que hablaban de algo que les inquietaba pareciendo que se encontraban ante un hecho lleno de dificultades, también pudo oír… esta vez su pulso se aceleró, que hablaban de un cadáver que tenía que ser eliminado, porque en el almacén donde provisionalmente lo habían llevado, no era seguro, he oído decir que han sustituido  al vigilante, por lo tanto  al ser novato, puede abrir el congelador en una de sus rondas para cerciorarse de que todo se encuentra en orden; por lo tanto hay que hacer algo cuanto antes, --qué digo-- de inmediato en el primer camión  que esté preparado para llevar mercancía a Francia trasladamos nuestro especial cargamento de esa manera estaríamos exentos de cualquier sospecha, porque una vez en Francia, puede hacerse cargo del camión uno de los nuestros, que sabe que es lo que tiene que hacer, --pero—dijo uno de ellos,  has pensado si por un casual el chofer no es tampoco el mismo de siempre.