miércoles, 3 de enero de 2018

Sahára Final

 ¿Estaría soñando?
Horas después, al recordar lo que creyó podía haberle sucedido, se encontró en su casa cacereña, en un impulso se dirige a la cocina, necesitaba beber algo fresco que le calmara la sed,  y entonces atónita siente cómo bajo sus pies parecía haber una capa de arena que crepitaba  a cada paso que daba.
Inmediatamente se dirigió a la alcoba, abrió armarios, buscó en los cajones de la cómoda, pero al no saber qué era lo que buscaba no encontró nada, excitada por ignorar de dónde le venía esa zozobra que de repente la dominó, baja al sótano donde Tifi solía pasar parte de sus ratos de ocio en hacer trabajos manuales, en barro, nunca solía bajar para no interrumpirlo, pero aquel día y al encontrarse ausente, bajó, rebusco como una posesa en todos los cajones donde supuso podía encontrar algo que implicara a su esposo.
¿Pero se había vuelto loca?
Sube las escaleras, avergonzada de haber dudado de su esposo.
Se sienta en su sillón de costumbre, entonces sus ojos se abrieron desorbitados, ante ella se encontraba la cortina, la que siempre estuvo allí, y que llevó su esposo después  de uno de sus  viajes, insinuándole que con aquella pieza de tela azul podía hacer unas cortinas para el salón, pues era su color preferido.
Anna así lo hizo, pero ahora, no sabía que pensar, aquella cortina había presenciado toda su vida, sin saber que en realidad que lo que tenía ante ella era lo que había sido la  vida de Tifi, que ella, por su ignorancia no supo interpretar.
Entonces recuerda, que no visitaron ninguna de las numerosas catedrales de adobe que proliferaban en aquella ciudad, por lo tanto, tampoco  visitaron la iglesia donde se encontraban los 333 Santos…

Ahora recuerda el por qué nada más conocerlo  le llamó Tifi , el motivo era muy sencillo, porque su nombre verdadero era muy  difícil de pronunciar y extraño para pasar desapercibido   tratándose de una capital de provincias.











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