lunes, 29 de enero de 2018

Detctive Final

santuario de perfección y belleza. El administrador, mientras manipula el cuadro, se afloja la bufanda que parecía asfixiarlo
La incomodidad por la postura que había tenido que adoptar bajo la mesa, le hizo sentir un tirón en uno de los músculos de una de las piernas, haciendo que al chocar el pie con la madera, ésta crujiera. Ninguno de los dos hombres oyó aquel ruido al encontrarse abstraídos en comprobar si seguían allí aquellos lienzos que, desde hacía cinco meses estaban haciendo el cambiazo y, que, estaba previsto vender en el mercado negro. Con tan sólo una ojeada, el administrador, supo, que todo se encontraba un perfecto orden: Tras aquel horrible cuadro se escondía, el verdadero arte.
Salen los dos hombres de aquel despacho, el administrador, habla algo entre dientes, el guarda jurado, le sigue sumiso. Víctor, no pudo oír lo que le dijo, pero sí estaba seguro de que después de estar allí tenía que averiguar lo que aquellos dos hombres se llevaban entre manos. Cinco minutos después, sale del escondite; de nuevo se oyen pasos que parecían acercarse al despacho, no tiene tiempo de volver a meterse bajo la mesa, en la penumbra, descubre en una esquina una columna de mármol que sostiene un busto de Napoleón; se pega a la pared para poder ponerse tras ella, allí estuvo escondido casi sin respiración esperando que aquellos pasos no entraran en aquel despacho.
En la espera angustiada, nota que algo se desliza por su cabeza, para segundos después, pararse en su cuello, se distrae unos segundos, no dándose cuenta, que los pasos que antes había escuchado, ya estaban dentro del despacho; por lo tanto tenía que seguir inmóvil escondido tras la columna; no podía quedarse a descubierto; Víctor se había comprometido a sí, mismo, y desde ese mismo instante, desenmascarar lo que estaba pasando en aquel palacio. Poco después, de nuevo entra el administrador, esta vez estaba sólo, en sus manos, llevaba un cilindro ó rulo de papel que parecía un manuscrito; abre uno de los cajones de la mesa de despacho que se encontraba cerrado con llave, y deposita allí aquel rollo de papel, ignorando, que dentro de aquel cilindro, había  otro más pequeño que cayó al suelo.
Víctor cuando estaba a puto de dar un brinco al notar en su cuello, que, el bicho, que le andaba por la cabeza  tenía más de dos patas, entonces creyó  que se trataba de una  araña de esas que suelen estar entre los cajones de madera donde se guardan los lienzos que nunca fueron revisados por los expertos y esperan encerrados que les llegue su momento de gloria. De pronto suena el teléfono, el administrador, lo descuelga para volver a colgar sin decir una sola palabra. Cuando, el administrador se acerca a la puerta para salir, aparece otro hombre, que lo empuja hacia dentro, una vez los dos dentro, el que fue el último en llegar, echa una mirada circular por aquel despacho, de repente, Víctor expectante por no saber qué es lo que van a hacer aquellos hombres,  pues ninguno de los dos intentó pulsar el interruptor de la luz, pero, encienden una linterna, que daba poca  luz, pero sus siluetas reflejadas por la claridad que entraba del salón,  les delataban, pues el detective pudo apreciar cómo los dos hombres se miraban cara, a cara, entre los dos parecía haber un odio que, traspasaba los límites de la oscuridad. En unos segundos, Víctor, dejó de percibir la silueta del administrador, aquella linterna se apagó, seguidamente pudo oír, un golpe seco, que, le hace sospechar, lo que allí estaba pasando.
El hombre, sale del despacho arrastrando el cuerpo inerte del administrador, en aquel silencio, aparece un tercer hombre, entonces, pudo oír el chirrido de una cadena deslizarse por una polea. Sale del escondrijo, y ve por la rendija de la puerta, como aquella vitrina que le había parecido sospechosa y, que pendía del techo, pudo contemplar, cómo bajaba para ser abierta, y que aquel hombre con la pericia de un forzudo, dobla el cuerpo del que parecía ser un cadáver como si se tratara de un pelele, para meterlo sin dificultad dentro de aquella vitrina; de nuevo se dejó oír el ruido de la cadena que era  izada de nuevo, para volver a ser colocada en su sitio.
De nuevo Víctor vuelve a su escondite, uno de ellos desaparece en la oscuridad, el que parecía el ganado  en aquella contienda se queda; saca de debajo de su gabán un cilindro, y abriendo el cajón con una ganzúa, hace el cambio, llevándose el que se encontraba metido en el cajón. Víctor nunca se creyó un cobarde, pero supo que, estaba metido en algo que en su contrato, le habían ocultado. Mientras ve impotente como el hombre sale del despacho con total impunidad, con el cilindro bajo el brazo. Aquel hombre no se dejo ver la cara, pero su figura a Víctor le pareció familiar. Espera el momento oportuno para salir de allí, ya se empezaba a notar movimiento en aquel palacio, Víctor decide serenarse, no podía perder la calma, tenía que pensar en la manera de salir de allí sin ser sospechoso, en aquella terrible espera cree volverse loco, ¿ Qué es lo que estaba pasando allí?. Aquel despacho, en un momento le pareció, el andén de una estación de metro, donde entra y sale mucha gente. De nuevo entra el guarda jurado, abre el cuadro de nuevo, coge, lo que parecía un lienzo enrollado;  lo extiende cuidadosamente, encima de la mesa para meterlo en un tubo que parecía de plástico. Sale tranquilamente del despacho con aquel tubo bajo el brazo. Víctor, tenía que salir de allí cuanto antes, ya se oían los susurros de las mujeres de la limpieza que empezaban su tarea diaria, sale del despacho antes que una de ellas entre a limpiarlo, cuando baja las escaleras saluda a una de las mujeres que limpiaba la alfombra, la saluda, y tranquilamente se dirige a la puerta de salida.
Cuando Víctor llega a su modesto despacho, mira con orgullo la placa de bronce que rezaba Detective Privado. Suena el teléfono, al otro lado una voz cálida; le dice, has conseguido hacer bien mi encargo…El movimiento del reloj que pende de la pared, de aquel humilde despacho, parecía haber sido manipulado, pues le pareció a Victor que estaba falseando la hora; y metiendo la mano en el pantalón, saca aquel papel que por descuido del administrador había caído al suelo. Una sonrisa de satisfacción iluminó su rostro, mientras decía para sí, nunca pensaste que con un detective es difícil jugar al juego de las mentiras; se sienta en su sillón y balancea una de sus piernas indolente, que había puesto en el apoyabrazos, sabía que había descubierto algo,  aunque la silueta de aquel “hombre” llevara con gran elegancia, un sombrero de campana, sin saber que en un descuido había dejado  asomar levemente su melena morena y brillante; menospreciando su sagacidad como detective, pero, sonríe al pensar que ella ignoraba que, la tenía  en sus manos, pues, aquella cinta del sombrero, que él creyó en la oscuridad, que era una de esas cintas que cierran los papiros,  fortuitamente había caído al suelo justo al lado del  cilindro, que, poco después él recogió .  Aunque para él, supo poco después de que aquella cinta  era mucho más importante, pues con ella tenía en sus manos la prueba de quien era el instigador de aquellos robos.
Aquella mujer que lo había contratado, quizás quiso que él fuera testigo de aquella pantomima; por la voz parecía tranquila, porque desconocía que aquel “pobre” detective la tenía en sus manos.







No hay comentarios :

Publicar un comentario