sábado, 16 de diciembre de 2017

sahara

La verdad es que desde que Anna se jubiló, se encontraba tediosa, casi insoportable al no
conseguir adaptarse a la rutina de la casa, porque ella siempre estuvo trabajando en la administración, por lo cual tuvo que convivir mucho tiempo rodeada de compañeros en una oficina cara al público. Pero desde que se casó comenzó a soñar con hacer viajes para quitarse por unos días, ese agobio que sentía desde su casamiento, al tener que permanecer tantas horas en los quehaceres de su casa.
Aunque este tedio que  ella sentía,  no se lo aplicaba su esposo, porque cuando ella le comentaba que le parecía sobre la idea de realizar un viaje para romper la rutina, él le contestaba, (lo que tú digas cariño) Pero un día y bajo el imperioso mandato de Anna, (Fiti) como ella le llamaba en la intimidad, ante tanta presión aceptó realizar aquel viaje evitando con ello  una discusión, por lo tanto no molestó en preguntar cuál iba a ser el destino. Mientras tanto la vida de (Fiti) transcurría plácidamente cada mañana porque después de acicalarse, salía a la calle demostrando con ello su “jubilosa” jubilación al tener por costumbre sentarse cada día en la terraza del renovado café La Victoria y, que mientras charla y charla con sus amigos se tomaba el aperitivo regado con una fresca jarra de cerveza.
Que por supuesto al llegar a casa su apetito se encontraba mermado, diciéndole a Anna, por favor, no llenes el plato, estoy notando que el estómago me está dando la lata.
Anna airada y en silencio solía recoger la mesa, poco después se sentaba en el sofá, y se enfrascaba en la lectura, aquel libro, que no sabía cómo  terminar, después de haber leído casi la mitad, descubrió que era interesante pues le dio la idea de a dónde ir a romper esa rutina, pues disponían de un tiempo ilimitado, el libro en cuestión nombraba una ciudad al norte de África llamada Tombuctú, que supuso debía ser diferente a cualquier otro destino que eligiesen, pues  en el libro se hablaba de que era conocida por sus 333 santos…
Poco después y decidido el itinerario a seguir, Anna se dispuso a preparar la documentación necesaria, aún a pesar del desagrado de su esposo.
Un martes del mes de Mayo, con la documentación en regla se presenciaron en el Aeropuerto Madrid-Barajas- Adolfo Suarez, se embarcaron en una nave  de poca envergadura y menos seguridad, que los llevaba a Tombuctú, que según el folleto, fue fundada por los nómadas Tuaregs, Tifi, al pisar tierra africana, se le demudó el rostro, al  creer que estaban cometiendo un error con este viaje.
Mira,--le comenta Anna-- esta nota de sugerencias me la han dado en la agencia, él no hizo ademán de mirar, pero ella siguió erre, que, erre, es curioso aquí dice, que los tuaregs eran famosos  por sus ropajes azules, ante este comentario de Anna Tifi, se rasca la cabeza sin atreverse a hablar, simulando con ello que su entusiasmo bloqueaba cualquier respuesta que él pudiera darle, aquí también dice que el eje del Imperio Malí lo llevaban los Tuaregs; pues fíjate este tema parece interesante, me gustaría ver alguno de ellos por el desierto, Anna seguía y seguía hablando cómo si le hubieran dado cuerda.
ÓH, exclamó, que  programa más completo, creo que le caí bien a la de la agencia de viajes, aquí se dice que, Tombuctú, era llamada la (Atenas de África), entonces visiblemente emocionada le dijo tenemos que visitarla, porque aquí también se cuenta que atesora  los 30.000 manuscritos escritos en árabe y, otras lenguas antiguas africanas, todas ellas datan del siglo XIII.
Cuando llegaron al aeropuerto, Anna se quedó desilusionada al apreciar la estructura que detectaba  su estado de deterioro, que  podía ser la causa de que fuera desconocida en Europa, tal vez pensó Anna, estaba siendo infrautilizada  por sus gobernantes, guardando un importante patrimonio de las culturas africanas, al ser esta cultura exclusivamente oral. Los excusó Anna.
Una vez en el suelo, se encontraron con la inmensurable arena sahariana, al día siguiente de su llegada  se hallaban ante el legendario llamado -Fin del Mundo-Poco después los dos se encontraban a lomos de unos  camellos recibiendo el calor sofocante que desprende la arena ardiente.  
Anna comenta al camellero guía ¿Es cierta la historia que se cuenta de que éste era el paso de los legendarios hombres azules llamados también del desierto? El hombre la mira con escepticismo, poco después y como pensando la respuesta-le contesta—estos hombres a los que está aludiendo, eran y,-- tal vez sigan siéndolo—hombres valientes, tuaregs y  nómadas.
De pronto, ante los ojos atónito de Anna ve cómo el camello que montaba su esposo se desboca, pareció enloquecer, la carrera que emprendió era tan frenética que daba la sensación de ser guiada por una mano experta, cuando Anna reacciona su esposo había desaparecido de entre las dunas, el camillero, al ver a Anna nerviosa, mirándola sonríe y, sin más, siguieron  su camino hasta llegar a una Jaime, donde estaba previsto tenían que descansar y pasarla noche, Anna mira antes de entrar, era una tienda que estaba cubierta con la piel de cabra curtida, tintada con argila oscurecida la sostenía palos de leña de bambú, Anna mira a lo más alto y la cúpula de aquella jaima se encontraba cubierta de esteras, al entrar se sorprende al verla decorada con  preciosos tapices, sin percatarse de que allí le esperaba su esposo.
Anna al verlo sentado en la jaima tras una mesita de té, creyó que era un espejismo, pues tenía la sensación de que había sido raptado por algún ladrón del desierto; pasaron la noche allí, al día siguiente llegan al Delta del río Níger, el paisaje despertó la fantasía de Anna, aquel río guardaba mucha historia siendo abalado por haber tenido una de las paradas más significativas y principales de caravanas que transportaban mercancías como oro y sal, desde allí salían preparadas para atravesar el desierto, y todo bajo la tutela de los llamados hombres azules que con su historia hicieron de esta ruta una zona mágica.
Pero más tarde calló en desuso, convirtiéndose en una encrucijada de caminos intransitables para la seguridad desde que dejaron de proteger aquel territorio los tuaregs. Entonces todo aquel imperio se convirtió en un lugar perdido a causa de que  la ruta del desierto fue anulada para poner en vigencia la ruta  por el Mediterráneo.
Después de escuchar esta historia, por boca de una beduina que preparaba unas tortas para cenar, Anna creyó estar viviendo un espejismo, pues llegó a suponer, que aquello que había desaparecido y relegado al olvido se encontraba cubierto con la arena  del desierto. Pero Anna necesitaba ir a donde le dijeron se encontraban los manuscritos sagrados, pues estaba informada de que estaban escritos  en corteza de árbol, piel de cordero, y algunas en piel de gacela, tal vez—pensó Anna por ese motivo eran reverenciadas—también supo que estas joyas se encontraban en el norte de África, por lo tanto debían estar cerca de donde ellos se encontraban, estos importantes manuscritos, eran llamados Manuscritos de la Paz.
Ya había anochecido cuando llegan a la ciudad de Tombuctú, esta ciudad se hallaba guardada por una muralla gris  y misteriosa, su esposo y ella se encontraban caminando por calles estrechas, claustrofóbicas y tortuosas que se cruzaban y, se mezclaban, haciéndote dudar el camino correcto a seguir y poder salir indemne de aquel laberinto.
Anna, no se percató de que su esposo no se encontraba junto a ella al estar tan involucrada en aquella aventura que incluso en la decepción que le causó aquella ciudad donde esperaba encontrarse con algún que otro misterio, que le informaron podía encontrarse encerrado en cualquier recodo de cualquier calle, mientras tanto seguía ignorando que tras ella unos pasos amortiguados por la arena la seguían.
Cuando mira hacia tras, lo hizo sólo por comentar a “Tifi” qué le parecía todo aquello por donde estaban pasando, entonces descubrió que se encontraba sola, tan sólo dos hombres con la cabeza cubierta con turbantes y el rostro cubierto por un velo la miraban, entonces sin saber qué decir, se dirigió a los hombres, se excusa, ¿Dónde está mi esposo? los hombres haciendo un gesto y sin palabras le invitan a que les siga, se mira, no entendía nada, pues iba vestida con el Hyab tapándole cómo exigen las reglas de la indumentaria de la mujer en aquel país, entonces inmediatamente se da cuenta de que el velo no le cubría el pecho, inmediatamente subsanó el error, mientras los hombres insisten en que los siga, Anna inquieta se pregunta, no entendía nada, pues se había vestido de esas guisas para pasar desapercibida, lo mismo que su esposo, pero Anna ignoraba que sin pretenderlo se habían delatado y alertado a la policía precisamente por llevar esa vestimenta, al no lucirla correctamente, este detalle—pensó—que debió ser  el que  alimentó las sospechas de la policía militar.
¿Pero dónde se encontraba su esposo?
Desde ese mismo instante en que cruzaba aquellas calles laberínticas, calles, cómo auténticas encrucijadas escoltada por la policía, Anna comenzó a rodearse de problemas que creyó eran fantasmales, pues no podía dilucidar si lo que tenía ante sus ojos eran sombras o realidades, pues se movían constantemente a su alrededor.

Cuando Anna llegó al puesto policial, sin más fue metida en una celda lúgubre, oscura, para Anna hasta tenebrosa, nada más llegar preguntó por su esposo, pero no tuvo ninguna respuesta, pero a media noche creyó ver, o quizás soñó, que su esposo la miraba tras las rejas de la prisión vestido con un turbante azul, se remueve inquieta en el jergón de paja en el que se encontraba echada.





jueves, 7 de diciembre de 2017

Castillo de Naipes (2ª Parte)

¿Acaso estaba sufriendo alucinaciones?
Anna olvidándose de la visita que esperaba, se metió en la casa precipitadamente, cerró con llave ( Que nunca antes había hecho) y se dirigió a su alcoba, mientras subía las escaleras, iba mascullando, Señor, Señor, con los brazos cruzados sobre el pecho, era como si estuviera a punto  de enfrentarse a una ardua contienda, entonces y, por primera vez sintió miedo, nunca se percató de que necesitara luz, pero en esos momentos al ver cómo la luz de las velas oscilaban haciendo figuras dantescas en la desnuda pared, entonces la casa le pareció más fría y, angosta que nunca, entonces descubrió  que se encontraba perdida ante un mar de confusiones, pero no tenía otra opción que la de seguir adelante, ya no podía retroceder ni siquiera un paso.
Y en ese mismo momento intentó recomponer sin resultado, las piezas del puzle que en su mente no parecían encajar desde que descubrió aquel castillo
 ¿Por qué, antes le había pasado desapercibido?
Sin dudas algo se encontraba fuera de lugar, pues sabía que su mente se encontraba lúcida como siempre, pero si supo que ella sola no podría enfrentarse a algo que evidentemente había aparecido mágicamente.
Ante aquellas dudas sobre, qué era lo que estaba pasando, su cuerpo pareció flaquear, ya ni sus convicciones eran firmes cómo ella siempre creyó que lo eran.
Cuando entró en su alcoba y antes de llegar a la cama tuvo que apoyarse en la butaca que hacía de descalzadora, pues se encontraba desfallecida. Nunca sabría si aquella noche se acostó en su cama. Pero tampoco sabría si aquella noche lo que soñó  fue verdad, o un sueño lo que vio cuando se encontraba asomada al balcón, ni tampoco podía recordar  que miró con ansiedad desmedida la bruma que produce la tierra después de la lluvia, que no la dejaba ver con claridad cómo el campo empezó a iluminarse, entre las sombras pudo ver, luces intermitentes de fondo, mientras se hacía oír una letanía mortuoria que parecía formar parte de un   cortejo fúnebre.
Al día siguiente y, al alba, se encontró sentada como siempre ante el ventanuco, estaba desorientada, se levanta para buscar un catalejos que sabía tenía en alguna parte, al encontrarlo, otea la montaña con minuciosidad, era cierto allí se encontraba aquel castillo o fortaleza, entonces observa que alrededor del edificio había mucho movimiento, esta situación le asusta, algo estaba pasando, su finca ocupaba una parte importante de aquel valle, esto le hizo pensar de que ella también podía encontrarse en peligro.
Aquella noche,  tras el ventanuco estuvo de vigilia  continuada, pero no pasó nada; después del desayuno volvió a su puesto tras el ventanuco, entonces oyó rumores de voces mezcladas con el relincho de caballos ante la puerta de la finca, parecían estar fraguándose algo muy pero que muy peligroso para ella.
Sin pensar lo que hacía, salió de la casa, adelanta unos pasos hasta ponerse frente al que parecía ser el cabecilla de aquello que parecía una insurrección, pero al tener cerca a este personaje, tuvo una extraña impresión, sobre todo al escuchar el tono de su voz. De  pronto se sintió muy agotada, arrastrando los pies llegó hasta la casa, se sentó de nuevo ante aquel ventanuco, entonces,  perdió la noción del tiempo mientras le venía a la memoria una vieja leyenda que venía des tiempos olvidados, una mujer solitaria vivía en oculta en el campo, los árboles  eran tan verdes y gigantescos que en su interior guardaban incontables secretos del mundo, que la mujer solitaria dominaba. También se contaba que en estos campos solitarios y perdidos eran habitados por sociedades desconocidas  que se hallaban diseminadas bajo la eterna sombra verde de las copas de los árboles.
Anna parecía en su indolencia estar viviendo lo que su mente le estaba dictando que recordara, su cuerpo parecía estremecer cuando creyó que atravesaba un río donde sus aguas ardían perpetuamente desprendiendo un intenso vapor que quemaba. 
En unos instantes comenzó a removerse en la silla, tanto que estuvo a punto de caer al suelo, se encontraba (Según su subconsciente) en el centro de aquel río burbujeante, espantada presenció cómo los animales que caían en esa agua eran cocinados con tanta rapidez que sus cuerpos, con sólo acercarse para beber se cocinaban por dentro, sin duda pensó que era una muerte cruel; pero, por más que quiso, no lo fue posible reconocer  al culpable que había  perpetrado aquella horrible aberración, pues, estaba segura que era el jefe de aquella insurrección, por lo tanto, aún vivía, y se encontraba en su puerta, esperando que ella callera en sus garras.
De pronto un escalofrío le hizo despertar, inconscientemente mira con ansiedad por ventanuco, allí parado en  la vereda, se encontraba el siniestro personaje  junto con sus sicarios que  hicieron que ella se exiliase en aquel inhóspito paraje. Y entonces supo la razón del porqué había sido beneficiada en aquella heredad, había sido necesaria para que los  fines de aquel despiadado pudieran hacerse realidad, pero olvidó que después de aquel encierro que creyó era  voluntario y, que ella sufrió no era la mujer que todos creyeron podía ser, aquella soledad le hizo fuerte, y al recordar al hombre que capitaneaba aquel ejército, supo que su huida había terminado.   
Al despertar de aquel letargo, subió precipitadamente las escaleras, se dirigió al balcón, y abriéndolo de par en par, se asomó  y, con los brazos abiertos, le pidió al Altísimo, que le dejara entrar en ese mundo de paz, diferente, intangible al ojo humano, que, antes  se le había prometido.
Poco después la magia destructora de aquel entorno había desaparecido, no quedando nada ni de aquel castillo ni de la casa donde ella creyó había encontrado la paz, en su lugar quedaba una tierra rojiza por la sangre derramada de los inocentes, pues ese lugar había sido la guarida de unos seres que no debieron habitarla, seres, que nunca debieron salir de ese submundo, pues con su aparición malvada  sólo arrastraron maldad y desolación.
Pero aquel campo que creyó Anna  podía ser su salvación, era un campo que nadie podía dominarlo a su antojo, pues siempre fue hostil, para los que no cumplieron las leyes,  aunque ella lo viera bajo un prisma diferente, tampoco podía esperar nada, pues todo se le había dado por añadidura, pero la fuerza de la naturaleza, le hizo pagar con creces su individualidad.
Aquel campo desde entonces permanecería yermo, como siempre lo es, y fue el campo eterno. Todo   era como  advertencia  a los  que creen que con su poder, sea el poder que ostenten,  pueden hacer lo que les place, olvidan que aquí estamos solo de paso y, que si se desaprovechan el amor y la fraternidad, estos jamás encontraran  la barca que les cruce el río de aguas transparentes que los conduzcan a la luz eterna.
Poco después un grupo de arqueólogos  hizo una excavación, en aquella finca por motivos que ni ellos mismos supieron, después de una ardua inspección del terreno, descubrieron algo que fue un gran  hallazgo, en aquel paraje encontraron un sorprendente edificio subterráneo, allí  se encontraba enterrada una embarcación del año 3.800, A de C, Este hallazgo tenía una llamativa peculiaridad que guardaba gravados de más de un centenar de barcos egipcios, desde  donde se podía leer en sus epígrafes que eran los destinados a   emprender el largo viaje a la eternidad.
Poco después de que desapareciera todo junto con Anna, se desveló que un grupo de saqueadores, penetró en aquella finca, contaminando el entorno, no pudiendo encontrar huella alguna que pudiera esclarecer el por qué en aquella finca cacereña se había encontrado un barco faraónico sepultado y, en aquel terreno árido. Todo parecía encajar, aquellos seres no debieron salir nunca del submundo, pues allí en aquella aridez nunca hubieran podido   encontrar esos  ríos que son  imposibles de poder navegar.
Acaso Anna estaba encarnando a una de  las reinas egipcias. Y que fue capaz de hacer in nexo de comunicación con los vivos, y por esa razón le gustaba la soledad para que no fuera descubierto su misterio.
¿Tendría algo que ver en esta historia la reina HATSHEPSUT?
¿Tan sabios habían sido los egipcios?