martes, 12 de septiembre de 2017

Habitación nº 7

Después de permanecer una hora en aquella habitación del hotel,  Alexis detective privado no sabía por dónde empezar su ordenador seguía guardado en su estuche acolchado de piel, a su lado y, encima de la mesa una antigua y arcaica máquina de escribir que estaba desfasada. Esparcidos por la pequeña mesa del escritorio del hotel había documentos que debía analizar con premura, pues éstos contenían una especial información que podía modificar el rumbo de la humanidad en el caso de que estos objetivos fueran cumplidos en la fecha indicada.
Aquella tarde  y, después de ojear algunos de los documentos, uno de ellos hablaba de una eficaz idea que debía desarrollarse en un hipotético mar  cuyo  nombre no se mencionaba en el documento, pero sí en una nota tal vez olvidada en uno de los laterales se podía leer Mediterráneo.
Alexis por unos momentos no sabe que pensar de todo aquello, él no era militar, ni tan siquiera había sido aceptado en el ejército motivado por padecer una leve cogerá debida a unas fiebres en su infancia. Aquel encargo le hacía sospechar que no sería para él nada fácil  que  pudiera   llegar a buen término, dado que el caso le era totalmente desconocido.
Suena el teléfono, sí, y esperó expectante unos segundos.
Al otro lado un silencio significativo, cuando decide colgar, una voz femenina le hace paralizarse cuando le dijo, si escarbas demasiado en ese fango en el que te has metido, puede que tengas una sorpresa—por cierto—poco agradable, el clic del teléfono sonó en sus oídos como si le hubieran asestado un bocinazo dentro del tímpano.
Poco después  volvió a la tarea de la clasificación de los folios, entonces inesperadamente uno de ellos cayó al suelo, lo recoge, pero se percató de que era de un color diferente  al resto de los documentos y, lo lee con especial atención, allí en sus anotaciones se podía leer algo parecido a unas galimatías que no lograba descifrar, la luz de la habitación en esos momentos empezó a oscilar a pequeños intervalos viéndose inmerso  entre la luz y las sombras.
Alexis  pone el documento de color diferente bajo todos los demás y, preso de mal humor sale de la habitación para saber qué pasaba con la luz, mira a un lado y a otro pero el pasillo se encontraba con luz y desierto, antes de cerrar la puerta  percibe de que su habitación era la única que se encontraba a oscuras, se sube a una silla  y comprueba que se trataba de que la bombilla estaba floja la enrosca, y poco después, se relaja.
Ya habían pasado dos días desde que comenzó el trabajo y, casi había terminado de leerlos, se fuma un cigarrillo, y mirando las volutas de humo pensó que lo que había sacado en conclusión era que todo parecía estar escrito por un guionista de cine donde la intriga y el enredo era el centro de la trama.
Alexis coge el folio que había metido entre los documentos, lo lee con escepticismo, allí se exponía con todo detalle la identificación y grado de un militar que adjuntaba una foto tamaño carnet de mala calidad, la guerrera lucía cubierta de condecoraciones que no eran aclaratorias, ¿Pero por qué tantas medallas? ¿Estaría la foto trucada?. Se encontraba tan absorto mirando aquella foto para saber a qué ejercito pertenecía aquel militar que no oyó cómo tras el tabique de su habitación había tal trifulca que casi estuvieron a punto de derribar la pared.
Eran las once de la noche y aún no había probado bocado desde el desayuno, sale de la habitación, se dirige a la cafetería del hotel, pide un plato combinado que come con apetito, dos hombres charlan en la barra, por su forma de comportarse  parecían estar acordando algún negocio. Después de comerse un bocadillo sale de la cafetería y se dirige al ascensor, un hombre paticorto y con brazos fuertes parece esperarlo; Alexis duda unos momentos si subir en el ascensor con él, pero acepta pues  no deseaba que ningún temor le dominara, cuando llega a su piso, el hombre paticorto al darle las buenas noches le dice de sopetón ¿Ocupa por casualidad la habitación número siete? Alexis por unos instantes le tiemblan las piernas.
Su reloj de pulsera marcaba las seis de la mañana cuando el sueño le rindió, convencido de haber descifrado algo más de toda aquella trama; pero por su  olfato de investigador seguía dudando de que todos aquellos documentos pudieran ser tan fiables cómo intentaban aparentar serlo. Después de guardar el último folio en la cartera, tuvo miedo de que todo fuera una trama bien urdida la cual  lo habían metido en el juego poniéndolo cómo chivo expiatorio, pues habían puesto en sus manos unos documentos que ignoraba  él en  aquel juego le habían dado  la carta más alta.
Ante estos pensamientos, llegó a la conclusión de que si se supiera de la existencia de todos aquellos documentos y cayeran en las manos de personas poco escrupulosas podía desencadenar algo muy peligroso…Alexis no podía pensar, por primera vez en su profesión se sentía incómodo y,-- pensó por unos segundos—que en sus manos podría estar un futuro que no se podía decir si era incierto pero  para  sí  era  desconocido.
Llaman a la puerta, antes de abrir recoge todos los papeles de la mesa, nervioso busca dónde esconder los documentos, los golpes de la puerta se hacían más insistentes, en un impulso se quita el cinturón, lo introduce por el asa  de la cartera, se sube a una silla la engancha en uno de los laterales del riel  de la cortina que tapaba el balcón que al ser doble le facilitó  la ocultación pasando, así totalmente desapercibida la cartera.
Abre la puerta, mientras se cruza el batin simulando  que acababa de despertarse, frente a él se encontraban los dos hombres que vio en la cafetería, uno de ellos lo empujó haciendo que se precipitara hacia el centro de la habitación, una vez dentro los dos hombres buscan con frenesí algo  por todas partes, pero no parecen estar satisfechos, uno de ellos saca una pistola pero en esos momentos, se fija en la cortina que tenía un pliegue sospechoso, la descorre, y descubre la cartera, sonríe satisfecho, al bajar de la silla se le cae la pistola, mientras tanto su compañero recoge todos los papeles de la papelera, el detective con agilidad se hace con la pistola recogiéndola del suelo, el hombre que se da cuenta intenta arrebatársela pero Alexis con precisión aprieta el gatillo y, el hombre cae al suelo a plomo, mientras tanto su compañero se apresura para coger el ordenador, olvidando la máquina de escribir por creer que se encontraba en desuso.













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