miércoles, 3 de mayo de 2017

El símbolo, Primera parte

Los hallazgos, no siempre suelen ser fortuitos porque existen situaciones que sin saber la razón te guían hasta eso que tú siempre creíste que es imposible que pudiera existir, porque estos casos, sólo salen a la luz, cuando es necesario que sean revelados y así, con estos descubrimientos se pueden aportar datos que clarifiquen la historia auténtica que en muchos casos son distorsionadas, relegando muchos de estos acontecimientos reales, a misteriosos.
Habían pasado al menos tres horas, desde que mi esposo y su compañero de profesión  y amigo, que habían salido de la tienda de campaña para hacer un trabajo a campo abierto su trabajo consistía en recoger ciertas piedras que se suponían podían ser dignas de analizar; pues desde que llegó hasta nosotros la información de que aquella parte de España podía darnos una información veraz sobre aspectos del pasado; sin pensarlo los cuatro decidimos hacer esta expedición,  la esposa de su amigo y  yo, los cuatro éramos desde hacía muchos años dos parejas inseparables  por estar relacionados con  la investigación.
Yo no acababa de entender el motivo de mi inquietud, pues nunca hasta estos momentos me había ocurrido, y todo comenzó cuando pisé el suelo de aquel paraje, empezó a embargarme una quizás ridícula impresión cómo de que allí entre aquella naturaleza había algo escondido, algo especial, mi instinto de arqueóloga me lo decía  a gritos y yo, no lograba entender lo que me decía ; aquella apreciación que hice a primera vista de aquel terreno  nada más llegar y poner mis pies en él me inquietó, era un terreno que para nada se mostraba inhóspitos, pero al respirar aquel aire supe que, no era como los demás, era muy diferente, pues ni la floresta se mostraba como la de un  campo común silvestres, ni siquiera las flores de cualquier cuidado jardín llegaban a tener similitud con ellas, podían parecerse pero tan solo en que pertenecían  a la categoría de flores silvestres. Pero estas que yo me encontraba contemplando, eran otra cosa, pues se mostraban con una belleza inexplicable, dándome la sensación que con tan sólo mirarlas ante mi presencia  se magnificaban.
Anna, y yo, al igual que nuestros esposos, los cuatro ejercíamos la misma profesión, habiéndonos  conocido en la facultad, y desde entonces siempre fuimos inseparables.
Un intenso dolor en la planta del pie hace que me quite las botas, me hacían daño, pero al poner los pies descalzos en el suelo, sentí cómo debajo de mis pies pasaba el torrente de  un río subterráneo con tanta fuerza que me dio la sensación que se trataba de una catarata, por supuesto no comenté nada a Anna, pues  al mirarla la noté inquieta, me acerco a ella, y su mirada la encontré  perdida en el infinito: para que despertara de su ensoñación, le susurré al oído---para que no sufriera ningún sobresalto—
Creo que estás mirando el cielo con mucho interés, ves acaso alguna mala señal.
Entonces, con rapidez se volvió hacia mí  y, ante su reacción, fui yo la que se sobresaltó.
¿Qué es eso de una mala señal?
Entonces yo respondí aún aturdida por su reacción, creo que no hay nada que pueda inquietarnos—conteste.
Pero, Anna insistió, tú acabas de decir que había una mala señal, y la repitió al menos tres veces como queriendo convencerse de algo.
 Venga—dije de mal humor—te vas a volver ahora una paranoica, solo quise decir que el cielo se está cubriendo con una gruesa capa de color gris, parecida a la panza de un burro.
Pues que sepas, me has asustado.
Y, aún nerviosa –dije-- creo que deberíamos entrar en la tienda, mientras decía estas palabras, un frío helador las envolvió. Anna mientras bajaba la cremallera de la tienda mascullaba entre dientes, ya deberían haber llegado, a cada momento parece empeorar el clima y, acercándose a mí, me dijo, no crees que deberían estar ya aquí, puede que  se esté acercando una tormenta, y ellos no tienen donde guarecerse, seguro que vienen empapados –dijo—en tono preocupado
No te preocupes tanto, ellos están acostumbrados a estar en el campo, seguro que habrá encontrado cobijo en algún sitio.
Pero Anna parecía estar dispuesta a que yo sintiera la misma zozobra que ella. La verdad Andrea—me dijo-- no entiendo cómo pudieron elegir estos parajes tan alejados de Cáceres, total para recoger unas cuantas piedrita que seguro las hay en cualquier sitio.
 ¿Espero que tú también ignores como yo el motivo de encontrarnos aquí?--Me dijo recelosa--
 ¿O tal vez, estabas enterada del sitio al que veníamos y, no me lo has dicho?
Si no te conociera, diría  que me estás culpando de esta situación respondí, ya deberías estar acostumbrada a estar en el campo, así que no le busques cinco patas al gato porque no los tiene.
De repente, un relámpago iluminó la tienda, las dos enmudecimos, para poco después invadirnos una oscuridad tan densa que por primera vez, confieso, sentí miedo; nos encontrábamos solas, en noche cerrada, en medio del campo y lejos de la civilización. Anna parecía obsesionada con el agua, y volvió a repetir, oyes lo que está cayendo, yo solo asentí con la cabeza, ella ignoraba que yo había sentido bajo mis pies algo parecido a un torrente. Y tirándose de bruces en la colchoneta, rompió a llorar con desconsuelo mientras decía estos trotamundos sin dar señales de vida, todo aquí parece demencial. Un nuevo relámpago al iluminar la tienda hizo que las dos encogiéramos los cuerpos de terror, pero Anna deshecha de los nervios comenzó a gritar desaforadamente tanto que tuve que zarandearla para que se calmara, al no conseguirlo grité—basta de tonterías—pareces una niña pequeña que te pasa hoy, siempre fuiste una mujer de nervios templados y, ya hemos pasado muchas tormentas juntas y nunca perdiste los nervios, después de la acalorada reacción mía, reparo en los ojos de Anna, cuando estaba a punto de pedirle perdón, los tenía desmesuradamente abiertos, me asustó, no ha sido para tanto me disculpé humildemente, pero no era eso lo que hizo que Anna reaccionara de esa manera porque cuando seguí la dirección de su mirada, vi tras la lona....








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