martes, 30 de mayo de 2017

Si buscas confrontación, corres el riesgo de encontrarla

Este relato está basado en hechos reales.

Cualquier parecido con la individualidad  de personas,  es pura coincidencia.



Hoy en día parece que las gentes han cambiado de actitud: Es como si la sociedad en la que vivimos hubiera dado un giro de 180º, y que las buenas formas están  pasadas de moda, por lo tanto no se practica eso que se llama ética, educación, respeto al prójimo, estamos viviendo inmersos en la grosería, en el destacar cómo sea aunque esto nos lleve a ser desagradables.
Esta historia me fue revelada una tarde bajo un parasol en una  cafetería tomando un café con mi amiga Anna.
Aquel día se encontraba inquieta, entonces le pregunté pues nunca la había visto tan triste. Después de pasado unos minutos de indecisión, mirándome a la cara se atrevió a contarme algo que si no la hubiera conocido bien podía haber pensado que era uno de esos relatos que se suelen  escribir en los blog.
Y su relato comenzó así:
 Una mañana al levantarse de la cama se encontró con la sorpresa de que las piernas parecían pesarles en demasía, se tomó un analgésico, pero al ver que  su dolencia no mejoraba, aquel mismo día visitó a su médico de cabecera; por suerte, le dijo  que no había nada por qué alarmarse, recetándole que hiciera más ejercicio.
Anna deambuló por todos los gimnasios, pero ninguno se ajustaba a sus necesidades, entonces comenzó a hacer pesquisas y, decidió solicitar a un centro municipal una plaza  donde se impartían estas clases, especialmente para mayores.
Después de mucho esperar y, cuando lo tenía casi olvidado, una mañana suena el teléfono, para su sorpresa había sido aceptada para comenzar su tan necesario ejercicio. Anna hizo un receso en su relato, se tomó un sorbo de café respiró hondo, yo esperaba impaciente.
Lo que me contó a continuación me dejó sin palabras; aquel primer día que Anna acudió a las clases de aquel gimnasio municipal, comenzó siendo algo insólito, hasta se podría decir torticero, pues Anna se vio ultrajada y humillada por la conducta de un grupo de las que se hacen llamar “señoras” mi amiga se avergonzó de estar allí, pues ni siquiera le pudo poner un calificativo a aquella conducta de unas cuantas, que se sumaron a una que se decía llamar portavoz de una élite que ella llamó docencia.
Aquella situación parecía estar sacada de una comedia de opereta, pues no faltaba la primera actriz con su comparsa, tanto que llegó a pensar que no podía ser verdad lo que le estaba pasando, pues se vio como si estuviera siendo atacada por una pandilla de gamberros en una solitaria callejuela.
La miraban como una intrusa. Pues el primer día, en vez de ser recibida con un saludo cortés, la denominada abanderada de esta innecesaria contienda, le preguntó:
Tú eres nueva ¿Verdad? A la cual Anna contestó, sí, es la primera vez que vengo.
Tú no eres maestra ¿Verdad? No, contestó Anna, ¿acaso debía serlo?
La líder con voz de saberse con todos los derechos a hablar –dijo--¿Pues qué haces aquí?
La monitora, para salvar la situación que se estaba poniendo insostenible---pues el resto de las alumnas se mantenían calladas---le presentó la documentación de Anna en la cual decía que había sido admitida. En esos momentos toda la camarilla parecían buitres a punto de devorarla.
Durante la clase, todas aquellas “señoras” que decían dedicarse a la docencia, le hicieron tal vacío, que aquella mañana si no hubiera sido porque Anna dominó su carácter, se hubiera echado a llorar.
Al día siguiente, de nuevo Anna entra en la clase, la situación volvió a repetirse pero, con una salvedad que ésta por llamarlas de alguna manera pandilla de indocumentadas se fueron por su cuenta y riesgo a averiguar porqué Anna había sido admitida sin ellas tener conocimiento de ello pues, según voceaban, había muchas amigas suyas maestras esperando para  ser admitidas, pero sólo por el mero hecho de ser maestras.
La situación  iba empeorando, la líder parecía haber perdido la dignidad llegando a tratarla con tan poco respeto como se trata a una impostora.
Parte de aquel grupo, dándose cuenta de que esa actitud no era normal se alejaron de la líder.
Con este relato sólo quiero dar testimonio de que mi amiga Anna, sólo quería hacer ejercicio, no robar a nadie un puesto que le fue otorgado por solicitud.
Y, así fue, como me lo contaron lo cuento, por lo tanto, pongo en conocimiento de que estos comportamientos no se deben permitir en una democracia, y mucho menos practicar esas conductas dictatoriales contra un ser humano.
Lo único que satisfizo a Anna, es que al menos estas llamadas “maestras” ya se encuentran jubiladas, y nuestros nietos no las tendrán como ejemplo, pues  gentes cómo estas estropean el futuro de España.
Menos mal que esta clase de gente son una milésima parte de esta digna  profesión que siempre fue respetada, aun a pesar de que de vez en cuando les salga una mácula. Pero esas máculas hay que limpiarlas de raíz.  
La realidad de nuevo superó a la ficción.













lunes, 22 de mayo de 2017

El Símbolo; final


Poco después las dos nos sentamos en el suelo, ya no esperábamos descubrir  nada más, habíamos perdido la noción del tiempo, sólo reaccionamos cuando de nuevo nos encontramos solas y, sentimos  la humedad en nuestros traseros.
Pero por mi parte, no le dí importancia el sentir mojado mis pantalones del chándal; para mí  era algo mucho más importante y profundo porque, allí en una de las esquinas de aquella oquedad, vi cómo me extasiaba  algo que me hizo pensar de nuevo, ante mi tenía unos símbolos tan antiguos que nada menos  representaban,el Crismón o el Cordero que era la cruz de Costantino, sin lugar a dudas era el símbolo más representativo de los cristianos antiguos al contener ésta las primeras  letras de la palabra (Cristo),
 Andréa cree estar soñando, pues también se significaban de manera extraordinaria las letras griegas Alfa y Omega   signos que eran anterior a la cruz de Jesús.
¿Qué nos estaba sucediendo? Nos miramos aturdidas, y asustada así la mano de mi amiga, y, le dije.
Te das cuenta que en cualquier lugar de la tierra se puede encontrar una fracción o quizás menos de una pequeña fracción del pasado, y aquí ante nuestros ojos tenemos algo que siempre estuvo latente en el mundo, que es un pasado del que también de alguna forma y manera todos formamos parte entre ellos nosotras. Estas señales nos quieren decir que no necesariamente se necesita tener voz para hablar, para entenderse.
 Este hallazgo nos lo demuestra.
Anna con buen humor se atrevió a decir, lo que acabas de decir es algo así como lo que estamos viviendo con Internet; yo no pude más que reír de buena gana, Internet es muy diferente a esto de lo que estamos hablando, pues estoy segura que algún día morirá para ser sustituido por otras nuevas tecnologías, mientras que estos símbolos que estamos admirando, siempre serán eternos a pesar de la evolución de la vida, porque  ellos siempre nos dirán la verdad de la historia.
De repente un torrente de agua empezó a caer por las grietas de la cueva que al instante la inundó, agarradas a unos de los taburetes de corcho, la corriente nos arrastró con su virulencia hacia el Mar Negro, y cuando nos encontrábamos exhaustas y a punto de ahogarnos, una barca con el signo de la cruz nos rescató de una muerte segura, cuando retomamos la conciencia nos vimos frente a frente con nuestros esposos.
Con ellos navegamos nueve días con nueve noches, y cuando al final de aquella pesadilla pudimos llegar a la orilla, nos apeamos de aquella barca, caminamos un trecho. Entonces solo supimos que habíamos sido elegidos, por carecer de vanidad, y también por creer que siempre hay que seguir los designios del Señor y, que al dejarnos que nos asomásemos a ese pasado y dejar que leyésemos  los signos antiguos, nos quiso decir El Creador, de que no es bueno que la sociedad sea Antropocéntrica, pues, con su sobérvia puede atraer de nuevo otro diluvio Universal y, si llegara a suceder, después no quedaría…
 NADA
Una vez en casa, sentada junto a mi esposo, lo miro, enarqué las cejas cuando contemple su rostro dormitando, quizás hice ese gesto, porque sabía que él no iba a percibirlo...
 Me acomodo a su lado, entonces me pellizco un brazo, enseguida reaccioné, y pude comprobar que solo unos pocos elegidos pueden ver lo que les depara el destino.





jueves, 11 de mayo de 2017

El Símbolo Capitulo Tercero

Aliviadas pudimos ver que en uno de los rincones se encontraba una mujer, que al vernos abrazaba protectora a dos niños que nos miraban espantados, Anna y yo, nos acercamos para acariciarlos, para que no temieran nada de nosotras, pero la mujer al igual que los niños corrió hacia el otro extremo de la habitación.
Entonces al mirarlos descubrimos que por cima de sus cabezas había un nicho cavado en la roca  era de forma rectangular, dentro de ese rectángulo se podía distinguir cuatro cuadrados que eran lápidas pulidas de pizarra negra, donde se podía ver unas marcas en cada una de ellas, nos acercamos  hasta casi tocarlas, (era deformación profesional) miramos aquel hallazgo cómo algo impresionante, y nos atrevimos a limpiar una de aquellas pequeñas lápidas con la manga de mi chaqueta, pero no parecía suficiente para que pudiéramos saber de qué se trataba, también la tapaba una capa de arenisca que se encontraba adherida a ellas, soplamos con cuidado, y para nuestra sorpresa nos encontramos con signos, Anna me dice.
 ¿Te hace  recordar algo  estos signos?
Yo me puse a temblar, los caracteres de aquella escritura, el pictograma, allí, en aquella sencilla lápida de pizarra negra se contaba sin palabras, que pertenecían a la era del Diluvio Universal, Anna ante esta definición cae al suelo desmayada, al saber que habíamos descubierto signos que por alguna razón que desconocíamos  nos eran familiares, yo, ante aquel descubrimiento, me quedé pensativa, cuando despertó Anna de su desmayo, yo aún me encontraba desorientada, y al verme así, tan confusa alarmada, me dijo.
¿Acaso sabes tú tenía la certeza de dónde nos encontramos?
Yo no pude articular palabra.
Anna, instantes después, y como una autómata se quedó mirando aquel rectángulo parecía ensimismada, pues estaba descubriendo con total nitidez que aquellos signos que estaban expuestos allí pertenecían a una era anterior de que se descubriera la escritura Babilónica. Anna reacciona ¿Has llegado a pensar que nos encontramos aquí, en un sitio que tiene más de dos mil años?
Como por arte de magia, las dos nos perdimos en el tiempo olvidando lo que creíamos ser, más calmadas leímos  las dos juntas el significado que nos presentaba el dibujo de una barca flotando en el mar enarbolando en su mástil una tabla transversal situada a medio metro de la punta.
Unos momentos después pregunto a Anna ¿Ves algo especial que yo no haya visto?
Me vas a decir que estoy loca, pero lo que yo interpreto en este dibujo no es otra cosa que la cruz de Jesús en forma de mástil, pero también hay que pensar  que es una barca de pescadores (O al menos es eso lo que parece)
Pero que hace éste símbolo aquí, ¿Dónde nos encontramos?
¿Estaría ya  previsto en aquel entonces  que pudiera haber una inundación?
Aquel excepcional he inesperado hallazgo compuestos de símbolos era tan explícito en su significado  como puede ser el de la contemplación elocuente de una flor prendida en su rosal.
Aquella definición, nos hizo percibir un sentimiento que pertenecía al pasado, era como volver atrás en la memoria, y también en el tiempo.
¿Estaríamos en el hábitat de los supervivientes cristianos que se tuvieron que esconderse debido a su persecución?
Unas voces parecían acercarse a donde nos encontrábamos, miramos asustadas, y entonces pudimos apreciar que aquel espacio en el que nos encontrábamos era el espacio de la distribución de una multitud de túneles.
Una de las mujeres, se acercó a nosotras,-- que nos dijo—parecéis despistadas ¿Acaso no sabéis que os encontráis en la provincia de Anatolia?
Nosotros somos los últimos supervivientes cristianos de estos lugares, cómo veréis cuando fuimos perseguidos por los musulmanes, tuvimos que desaparecer ¿Qué cómo lo hicimos? Construyéndonos una ciudad subterránea.

Nuestros ojos se abrieron como platos, entonces nos encontrábamos en Turquía ¿Pero cómo llegamos hasta allí desde Cáceres?











domingo, 7 de mayo de 2017

El símbolo Segunda parte

Ante la tienda había  una figura de hombre que erguido parecía esperar a que le abriésemos, el pavor nos hizo pensar que era un aviso de que se había producido algún accidente, sin pensar abro la cremallera, lo hice con tanta precipitación que, del tirón que di a la pletina esta se rompió, dejándonos tan solo un agujero para salir, la sonrisa de aquel hombre al vernos gatear parecía tener una intención indescifrable.
Pero teníamos que salir de la tienda como fuera, había llegado la hora de hacer frente a la situación. Mientras las dos temblábamos sin poder evitarlo ante aquel ser nos quedamos quietas esperando aquello que creíamos nos iba a comunicar, Anna tras mí no sabía más que gimotear, el hombre ante nuestra pregunta que le hicimos sin palabras, tan solo respondió con una mirada que hizo sobre mis pies descalzos (pues no me pude calzar por las prisas) Anna seguía pegada a mi espalda.
Aquel hombre por gestos nos dio a entender que le siguiéramos, sumisas y embargadas por una angustia atroz, pensamos que nos conducía hacia donde se encontraban nuestros esposos, la incertidumbre hizo que no cruzáramos mirada alguna entre Anna y yo durante el trayecto, cuando llevábamos caminando unos doscientos metros, nos adentramos por un paraje insospechado, nos encontrábamos rodeadas de pináculos rocosos y de verticales laderas talladas por la erosión, aquel entorno tenía el efecto de ser mágico,  y fue cuando nos miramos por primera vez aliviadas. Ellos habían salido para recoger piedras, y allí las había en abundancia.
Siempre tras él, seguimos adentramos por entre centenarias y enormes capas de cenizas que se encontraban petrificada que con el paso del tiempo se habían creado formas insólitas en la piedra, aquel paraje nos empezó a parecer aterrador, teniendo que sortear alguna que otra depresión del terreno, allí el silencio era tan espeso, tan condensado y abrumador, que sentí la necesidad de llamarme con mi propia voz para cerciorarme de que todo aquello que estaba viviendo era sólo una pesadilla. No se veía a nadie por ninguna parte, la zozobra comenzó a torturarnos, la desconfianza es mala consejera cuando no se sabe a dónde se va, pero, el golpe que el hombre da con su talón a una roca plana nos pone en alerta.
 ¿Habríamos dado con un loco? Porque la roca al contacto con su pie dejó abierta una oquedad, las dos nos miramos al creer que estábamos presenciando un relato del cuento de Alíbaba y los cuarenta ladrones. Con un gesto, nos invitó a entrar, la precaución nos hizo que mirásemos en todas direcciones con necesaria inquietud.
Una vez dentro, nos encontramos con un espacio que para cualquier turista le hubiera parecido onírico, el recinto era tan rústico como era de esperar, pero en aquella penumbra tampoco se podía ver más, de repente,  el vuelo de una bandada de murciélagos que al ser molestados se despegaron del techo de la cueva y emprendieron  un alocado vuelo dando graznidos atronando nuestros oídos, entonces tuvimos la percepción de que no sabíamos dónde nos encontrábamos, pero en nuestra desorientación, si supimos que estábamos solas, aquel hombre había desaparecido de nuestra vista, miramos atrás para volver por el camino andado, pero sólo pudimos ver tras una pared de hojarasca que ocultaba una verja; retiramos las retamas y allí descubrimos que era una puerta, empujamos, entramos, Anna se volvió hacia mí cuando el roce del hierro oxidado  nos avisó que la puerta se había cerrado tras nosotras.

Nos encontramos dentro de una oquedad que parecía una estancia bastante agradable a pesar de su tosquedad, pues había un banco de corcho pegado a la pared y varios taburetes diseminados que parecían estar preparados para celebrar alguna asamblea, el suelo se encontraba tapado con virutas de corcho.











miércoles, 3 de mayo de 2017

El símbolo, Primera parte

Los hallazgos, no siempre suelen ser fortuitos porque existen situaciones que sin saber la razón te guían hasta eso que tú siempre creíste que es imposible que pudiera existir, porque estos casos, sólo salen a la luz, cuando es necesario que sean revelados y así, con estos descubrimientos se pueden aportar datos que clarifiquen la historia auténtica que en muchos casos son distorsionadas, relegando muchos de estos acontecimientos reales, a misteriosos.
Habían pasado al menos tres horas, desde que mi esposo y su compañero de profesión  y amigo, que habían salido de la tienda de campaña para hacer un trabajo a campo abierto su trabajo consistía en recoger ciertas piedras que se suponían podían ser dignas de analizar; pues desde que llegó hasta nosotros la información de que aquella parte de España podía darnos una información veraz sobre aspectos del pasado; sin pensarlo los cuatro decidimos hacer esta expedición,  la esposa de su amigo y  yo, los cuatro éramos desde hacía muchos años dos parejas inseparables  por estar relacionados con  la investigación.
Yo no acababa de entender el motivo de mi inquietud, pues nunca hasta estos momentos me había ocurrido, y todo comenzó cuando pisé el suelo de aquel paraje, empezó a embargarme una quizás ridícula impresión cómo de que allí entre aquella naturaleza había algo escondido, algo especial, mi instinto de arqueóloga me lo decía  a gritos y yo, no lograba entender lo que me decía ; aquella apreciación que hice a primera vista de aquel terreno  nada más llegar y poner mis pies en él me inquietó, era un terreno que para nada se mostraba inhóspitos, pero al respirar aquel aire supe que, no era como los demás, era muy diferente, pues ni la floresta se mostraba como la de un  campo común silvestres, ni siquiera las flores de cualquier cuidado jardín llegaban a tener similitud con ellas, podían parecerse pero tan solo en que pertenecían  a la categoría de flores silvestres. Pero estas que yo me encontraba contemplando, eran otra cosa, pues se mostraban con una belleza inexplicable, dándome la sensación que con tan sólo mirarlas ante mi presencia  se magnificaban.
Anna, y yo, al igual que nuestros esposos, los cuatro ejercíamos la misma profesión, habiéndonos  conocido en la facultad, y desde entonces siempre fuimos inseparables.
Un intenso dolor en la planta del pie hace que me quite las botas, me hacían daño, pero al poner los pies descalzos en el suelo, sentí cómo debajo de mis pies pasaba el torrente de  un río subterráneo con tanta fuerza que me dio la sensación que se trataba de una catarata, por supuesto no comenté nada a Anna, pues  al mirarla la noté inquieta, me acerco a ella, y su mirada la encontré  perdida en el infinito: para que despertara de su ensoñación, le susurré al oído---para que no sufriera ningún sobresalto—
Creo que estás mirando el cielo con mucho interés, ves acaso alguna mala señal.
Entonces, con rapidez se volvió hacia mí  y, ante su reacción, fui yo la que se sobresaltó.
¿Qué es eso de una mala señal?
Entonces yo respondí aún aturdida por su reacción, creo que no hay nada que pueda inquietarnos—conteste.
Pero, Anna insistió, tú acabas de decir que había una mala señal, y la repitió al menos tres veces como queriendo convencerse de algo.
 Venga—dije de mal humor—te vas a volver ahora una paranoica, solo quise decir que el cielo se está cubriendo con una gruesa capa de color gris, parecida a la panza de un burro.
Pues que sepas, me has asustado.
Y, aún nerviosa –dije-- creo que deberíamos entrar en la tienda, mientras decía estas palabras, un frío helador las envolvió. Anna mientras bajaba la cremallera de la tienda mascullaba entre dientes, ya deberían haber llegado, a cada momento parece empeorar el clima y, acercándose a mí, me dijo, no crees que deberían estar ya aquí, puede que  se esté acercando una tormenta, y ellos no tienen donde guarecerse, seguro que vienen empapados –dijo—en tono preocupado
No te preocupes tanto, ellos están acostumbrados a estar en el campo, seguro que habrá encontrado cobijo en algún sitio.
Pero Anna parecía estar dispuesta a que yo sintiera la misma zozobra que ella. La verdad Andrea—me dijo-- no entiendo cómo pudieron elegir estos parajes tan alejados de Cáceres, total para recoger unas cuantas piedrita que seguro las hay en cualquier sitio.
 ¿Espero que tú también ignores como yo el motivo de encontrarnos aquí?--Me dijo recelosa--
 ¿O tal vez, estabas enterada del sitio al que veníamos y, no me lo has dicho?
Si no te conociera, diría  que me estás culpando de esta situación respondí, ya deberías estar acostumbrada a estar en el campo, así que no le busques cinco patas al gato porque no los tiene.
De repente, un relámpago iluminó la tienda, las dos enmudecimos, para poco después invadirnos una oscuridad tan densa que por primera vez, confieso, sentí miedo; nos encontrábamos solas, en noche cerrada, en medio del campo y lejos de la civilización. Anna parecía obsesionada con el agua, y volvió a repetir, oyes lo que está cayendo, yo solo asentí con la cabeza, ella ignoraba que yo había sentido bajo mis pies algo parecido a un torrente. Y tirándose de bruces en la colchoneta, rompió a llorar con desconsuelo mientras decía estos trotamundos sin dar señales de vida, todo aquí parece demencial. Un nuevo relámpago al iluminar la tienda hizo que las dos encogiéramos los cuerpos de terror, pero Anna deshecha de los nervios comenzó a gritar desaforadamente tanto que tuve que zarandearla para que se calmara, al no conseguirlo grité—basta de tonterías—pareces una niña pequeña que te pasa hoy, siempre fuiste una mujer de nervios templados y, ya hemos pasado muchas tormentas juntas y nunca perdiste los nervios, después de la acalorada reacción mía, reparo en los ojos de Anna, cuando estaba a punto de pedirle perdón, los tenía desmesuradamente abiertos, me asustó, no ha sido para tanto me disculpé humildemente, pero no era eso lo que hizo que Anna reaccionara de esa manera porque cuando seguí la dirección de su mirada, vi tras la lona....