domingo, 15 de enero de 2017

El regalo llamado "La perla de Italia"


En uno de sus muchos viajes de ocio y también de trabajo que solía hacer el rey de España Alfonso XII a Italia, encontrándose una tarde disfrutando de la primavera romana junto a la famosa fuente de Trevi, sus pasos se quedaron clavados en suelo empedrado de la plaza. ¿Era realidad? o tan solo eran unos ojos tan bellos que Alfonso tardó en volver a la realidad, se miraron, no pudiendo cruzar ni una sola palabra, pues no se conocían.
Poco después el destino los volvió a unir, fue en una de esas fiestas que se suelen celebrar en las embajadas para agasajar a las personalidades que llegan de visita diplomática al País.
El personaje, en esta ocasión era nada menos que el rey de España, donde el rey coincidió con la bella mujer que vio junto a la fuente de Trevi, sus miradas se cruzaron, el tragó saliva, ella se creció cuando supo que el rey clavaba los ojos en los suyos, pues parecían paralizados.
Uno de los ministros que acompañaban al rey, al observar la forma en la que se miraron, con gesto ceñudo, que pasó inadvertido para ambos, el ministro se acercó y los presentó a él como el rey de España a ella como la condesa de Castiglione, conocida aristócrata en la alta sociedad en Italia por su nacimiento y en Francia por haber sido la amante del emperador Napoleón III.
Inmediatamente los servicios de inteligencia se pusieron en marcha para hacer una investigación, en la cual se supo, que su nombre era Virginia Oldini, nacida en Turín, en el seno de una familia de la nobleza italiana, educada de forma esmerada, hablaba cuatro idiomas y dominaba la música y el baile, lucía una cabellera rubia rizada, frente alta, nariz recta, tez blanca donde destacaban unos vivaces ojos de color verde esmeralda que cambiaban de tonalidad según su ánimo. Pero lo que destacaba en ella, sin duda, era su inteligencia desbordante.
Estos detalles, eran inquietantes para la corte, pero al rey de España, que estuviera divorciada y con un hijo, le pareció poco relevante, sólo creía creer, que  era la más bella que jamás había conocido.
Aquella noche la embajada lucía como nunca antes había lucido, grandes damas exhibían sus mejores vestidos y joyas puesto que la ocasión lo requería.
Después de la consabida presentación, el rey y la condesa bailaron y bebieron como adolescentes hasta la saciedad, constituyendo para el rey el momento más agradable de la jornada, siendo propicio que entre ellos germinase una amistad como para volver a verse.  Pasaron dos meses, antes de que se volvieran a ver. Al rey, la espera se le hizo insoportable.
 Por fin, llegó el ansiado encuentro, era el primero que disfrutarían después de aquella fiesta italiana. Pues Alfonso, tenía que cumplir compromisos ineludibles cómo rey.
Y volvieron a verse el día señalado por los dos, pues ya sabían dónde se encontraban los  sitios más recónditos para así burlar la vigilancia a la que estaban sometidos, en esta ocasión fue también planeado por la condesa, que la burla les salió perfecta dando esquinazo al espía de la corte española. Y así de este modo, nació algo más que amistad, que sin apenas darse cuenta comenzaba a tener visos de indisoluble aquella enfermiza obsesión, hizo que el rey rompiera las estrictas normas de la casa real.
Así pasaron dos años que para los enamorados fueron como un suspiro y para sus ocultos observadores de dudoso final.
Un día y de manera inesperada, en la Corte se filtró la noticia de que el rey deseaba presentar a las Cortes a la que deseaba tener por esposa. Una vez difundida la noticia, sólo se rumoreaba en palacio que no  podía ser posible, los ministros se lamentaba con las manos en la cabeza el primer ministro Cañizares no sabía a qué atenerse, se encontraban en una situación de emergencia, aquella mujer no tenía las virtudes que se necesitaban  para ser reina de España.
Por los contactos que tenían en Italia y en París estaban enterados que había trabajado como espía en Paris a favor de Italia y que hasta había logrado conseguir durante la relación que mantuvo con el emperador Napoleón III a base de mentiras amatorias, que éste, rendido de amor le declarase la guerra a Austria.





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