martes, 18 de octubre de 2016

La expedición (final)

 El amigo al verlo tan afligido lo mira con atención mientras apoyaba los brazos en aquel  velado manchado, redondo y con encimera de imitación a mármol, lo miraba, sí,  pero eso fue todo, pues  en su contemplación disimulaba el no haberle puesto atención y con un gesto de su mano se solapa la ficticia atención con la intención de obligarlo a que siguiera  expulsando lo que llevaba dentro.
Para Anna cada segundo que pasaba escuchando sabía que estaba ejerciendo de espía, sin sentir vergüenza, pues esperaba con ansiedad que uno de los dos pronunciara una sola frase importante que pudiera sacar algún rédito para ella.
Pero algo interrumpió el magnetismo, un teléfono empezó a sonar, haciendo que los dos jóvenes dejaran de hablar. Cuando retornan a la conversación dijo Juanjo:
    No sé cómo pudimos hacer lo que hicimos, dime Paco, por primera vez sé sincero conmigo.
 A Paco le temblaban los labios mientras decía que solo pudo ver que cuando intentaban sacarla  de aquel agujero  ella parecía no querer salir, pues se encontraba  aferrada a la correa de su mochila, con ese gesto le  pareció que la  protegía con su vida.
    ¿Y no se te ocurrió  preguntarle cómo se encontraba?
    No sé que fue lo que me pasó cuando la vi quieta en aquel agujero, sí que tuve la sospecha de que algo había descubierto y no quería decirlo pues ella sabía que teníamos un código de que si alguno descubría algo nos concernía a todos. Anna escuchaba con tanta atención que no supo cómo se vio en un minuto envuelta en un tumulto de gente que alborotados bailaban entre las mesas; eran bailarines habituales  que amenizaban las terrazas. Anna dirige su mirada hacia los jóvenes y descubre que uno de ellos permanecía sentado con una sonrisa que parecía a medio gas, se encontraba impávido, lo mira de nuevo para cerciorarse de que no era una sonrisa natural, y fue cuando supo que su acompañante había desaparecido, mira al suelo al notar sus pies húmedos, estaba pisando un charco de sangre. Mira de nuevo al hombre de la sonrisa impávida y siente que sus nervios se crispan al ver que algo asomaba por su boca abierta, se remueve en la silla, la gente parecía ignorar lo que le estaba sucediendo, se levanta, se acerca para ver qué tenía en la lengua, pero una voz tras ella le dice:
    No la toques, esa esmeralda está maldita.
Anna se aleja de la terraza con pasos titubeantes, cuando atravesó el parque la bocina de un coche le alerta de que estaba atravesando la calzada indebidamente, cuando llega al portal de su casa al entrar una mano fuerte se lo impide, era uno de los jóvenes de la terraza:
— ¿Estabas escuchando acaso nuestra conversación?
La voz de Anna sonó  serena como si no hubiera visto ni oído nada.
—Yo solo he tomado un refresco.
El joven le dice:
    Creo que ya tienes decidido el argumento de esa historia que tantas veces comentaste querías contar “Anna”  pero no has pensado que el final de este cuento  puede que te resulte un poco complicado, sobre todo cuando relates aquella caída “fortuita” que tuviste ¿Qué fue lo que guardaste en tu mochila que utilizabas como bolso?
— ¡Yo no sé quién eres, no te he visto en la vida!
Y al entrar en el ascensor Anna sacó de su bolso el bolígrafo que cómo un garfio se clavó unos minutos antes en su palma de la mano, con él amaga  al hombre, éste la mira y se  ríe, poco después ese hombre antes de salir del ascensor,  tenía la misma sonrisa impávida que el hombre de la terraza.
Cuando Anna entra en su piso cierra la puerta con un portazo, apresurada se dirige al escritorio, una sonrisa de satisfacción iluminó su rostro, la esmeralda se encontraba donde ella la puso.
 Poco después entra en el cuarto de baño, necesitaba refrescar su cara. Cuando ante ella aparecieron  aquellos dos jóvenes que parecían esperarla. Entonces fue cuando supo  lo que pasaba, pues ante lo real no puede haber trucos, porque ni aquellos dos jóvenes, ni tampoco ella eran unos jóvenes cualquiera, ninguno del grupo pudo salir con vida de aquella selva venezolana.
¿Pero para qué Anna se hizo depositaria de aquella gema que ni sus amigos ni ella podían disfrutarla?
Aquel mismo día un Chamán hacía invocaciones para que aquella gema volviera a su santuario, para que los dioses siguieran protegiendo a su pueblo.
Por la noche una terrible tormenta descubrió un enorme socavón donde se encontraron cinco cadáveres,  eran los componentes de aquella expedición pero faltaba el cadáver de una mujer que dicen que se vio por última vez caminando por una tortuosa vereda de la selva venezolana abrazada a una mochila…
Su orgullo le impedía ver la realidad, como la de estar vagando sin rumbo por ese submundo que siempre despreció, aunque ahora se sintiera cansada por cargar con el peso de una gema que no le pertenecía.







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