martes, 16 de agosto de 2016

Almas en las sombras(2ª parte)



Matilde no encontraba palabras que fueran disculpas razonables para que su amigo no se enojase con ella. Necesito que entiendas que mi propósito no es el de escaquearme, en esta ocasión sé que no me encuentro con la suficiente información, ¿acaso has pensado que este collar, o lo que parece ser, puede llegar a tener hasta cinco mil años de antigüedad?
Eladio la mira desconcertado, de repente sus ojos  cambiaron de color dando la apariencia de un ser de otro mundo, Matilde no pareció sorprendida ante el cambio radical de aquellos ojos y como si todo fuera de lo más normal salió a la calle cabizbaja, un suspiro se escapó de su garganta que por unos momentos le alivió del estrés que le empezaba a dominar. Retrocedió sobre sus pasos, entró de nuevo en el despacho de Eladio que al verla supo de que estaba dispuesta a ayudarlo aún y a pesar de creer que aquel collar guardaba un enigma que si llegara a descifrarlo, podía llegar a ser muy peligroso, Matilde temblaba al desconocer el poder que ésta podía tener.
Y mirando a su amigo dijo:
— ¿Sabes acaso por donde vamos a empezar?
Eladio la miró, él también se encontraba perdido.
         Matilde, sabes que necesito saber algún dato para empezar.
         Eso no puede ser, tan sólo dispongo del collar — contestó Eladio con la voz entrecortada por el dilema que se le presentaba.
Matilde, resignada toma la caja en sus manos pero su cuerpo empezó a temblar — ¿Oh Dios mío, que está pasando?
Eladio miró la caja y espantados vieron que de ella empezaron a salir hilos de humo de diferentes colores, era parecido a un arco iris después de una tormenta, sus colores eran perfectos, entonces todos aquellos colores envolvieron la habitación quedando los dos dentro de aquel círculo sin poder apenas moverse.
Suena la puerta, un cliente entra que al verlos envueltos en una bolsa de colores, al instante quedó calcinado por un potente rayo.
Matilde y Eladio se miraron espantados y entonces se dieron cuenta de que eran dos seres extraños, no se reconocían entre sí. A Matilde le daba vueltas la cabeza, estaba siendo cierto  todo lo había sospechado de aquella joya, pues todo lo ocurrido había sido propiciado por aquel enigmático collar.
De repente, se oyeron nuevos pasos que se dirigían al despacho, Matilde quiere gritar para advertirles que no entraran, pero Eladio con los ojos ensangrentados de un demente les invita a entrar. Los dos clientes, ante el espectáculo que presenciaron se quedaron inmóviles, poco después eran empujados por una fuerza extraña que les hizo desaparecer por las estrechas escaleras.
Entonces, el despacho empezó a cambiar, no sólo el color de las paredes que fueron teñidas de color rojo fuego, perdiendo su primitivo color que no se diferenciaba por su atractivo, pues siempre fue de un color gris desvaído.
Un ruido infernal atronó los oídos de Matilde, todo cambió. Los muebles eran diferentes, raros, Matilde cerró los ojos temiendo lo peor, cuando los abrió se encontró en un salón de cuyas columnas colgaban rosas marchitas, al fondo podía ver un sitial vestido de terciopelo negro, en aquel salón se encontraban los dos solos sin saber qué clase de magia los había transportado hasta allí.
De pronto se oyó el sonido agudo de una trompeta y apareció un séquito de ocho personas vestidas con túnicas faraónicas que escoltaban a una niña casi adolescente, su mirada era dura y despiadada.
Se sentó en aquel trono y demostró que carecía del lógico candor que posee una niña, sus gestos eran duros que demostraba saber hacerse obedecer.
Matilde mira a Eladio:
— ¿Tienes tú el collar?
Pero Eladio no responde a su pregunta.

Continuará...