miércoles, 17 de febrero de 2016

Las torretas del jardín (2ªparte)

La cabeza le empezó a dar vueltas mientras aquellos seres pequeños y amorfos reían a carcajadas al escuchar la historia que les era contada. Mientras, ella permanecía en pie sin poder moverse. De repente un rayo iluminó el jardín que seguido de un fuerte trueno hizo temblar la montaña y, entonces cómo fuera de lugar se sintió como si fuera un náufrago en medio de un océano tempestuoso tan sólo asida a un tronco tambaleante.
En aquel momento el jardín empezó a bullir, por las cuatro esquinas empezaron a salir seres que bailaban al son de un tambor que provenía  de otro ser que se encontraba encaramado en una pequeña alfombra voladora.
Anna creyó estar viendo una representación teatral, mientras se hacía oír una voz melodiosa pero enérgica que dirigiéndose a la concurrencia dijo:
-          Este teatro, señores, es el mejor y el más representativo del pueblo coreano, y para quien no lo sepa les digo que son llamamos Changguk.
En unos segundos el jardín se convirtió una en una patética barraca de ferias, mientras unos cuantos que parecían pertenecer al elenco de actores se acercaban a las torretas, donde se encontraba el grupo de la “hipotética” familia, y a aquel que Anna le otorgó el titulo de patriarca por ostentar el mayor volumen de masa gelatinosa. Este ser, al ser sorprendido y encontrarse en medio de tanta confusión, cayó  el libro al suelo, mientras tanto un actor de aquel grupo los incitaba a que volvieran a meterse de nuevo en aquellas torretas o mausoleos.
De repente otro grupo empezó a tomar formas de esperpentos fantasmagóricos que  hacían acrobacias, todos con sus monerías empezaron a rodear a aquellos seres que no acertaban a entrar de nuevo en las torretas.
En la copa de un almendro donde se encontraba un grupo enmascarado, era aplaudido con entusiasmo por el público que  aclamaban gritando Talmori, Talmori, estos actores parecían ser los más agresivos.
En unos momentos ya habían acudido todos los campesinos del entorno para formar parte de la fiesta. Alguien pide silencio, aquella potente voz hizo que Anna saliera de golpe de su ensimismamiento, esa voz habló hiriente, como un latigazo en plena cara.
-          ¿A que habéis venido? –dijo.
-          Estamos aquí para que nos exorcices.
En esos momentos los gritos y llantos de los allí presentes se fundieron con el silencio del campo. Otra voz gritó:
- ¿Acaso creíais que por poner muchos kilómetros de por medio podíamos olvidar las mentiras que urdisteis a vuestro pueblo hundiéndonos con ello a la miseria y desesperación?
- ¿Y vosotros  os  hacéis llamar budistas pacíficos? Pues hemos venido aquí, sólo para  que nos devuelva la libertad que nos quitasteis con engaños, tú, el gran señor feudal.
El cielo se empezó a cubrir de nubes eran negras amenazantes, tanto que parecía la respuesta a las plegarias de los campesinos de querer inundar aquel hermoso paraje que ya no les pertenecía.
Al instante se oyó el chirrido de los hierros de unos carros que entraron a toda velocidad por la vereda de pizarra, se pararon ante la puerta de la casa. De aquel carruaje engalanado con guirnaldas y campanillas bajó un hombre alto, delgado, sus ojos oblicuos no le hacían justicia, tenía porte, de gran señor, el silencio ante la presencia de aquel hombre se podía masticar, una lluvia fina empezó a caer convirtiéndose en torrente, empapando a los allí presentes.
Mientras aquel señor se empezó a despojar de su traje para quedar su cuerpo tan sólo cubierto por una túnica de color azafrán.
El señor al dirigirse a ellos les habló de manera diferente al que parecían haberle oído a hablar, pues ese tono  hiriente como el chasquido de un látigo, parecía haber desaparecido de su léxico.
Anna  miraba con detenimiento al gran señor, se quedó atónita;
 ¿Acaso no era el abuelo que conoció por un retrato que encontró olvidado en el desván?
Quiso preguntar pero un espasmo de glotis, la dejó muda, sin duda era él.
¿Qué significado tenía todo aquel lío de seres raros invadiendo su jardín?
¿Quiénes eran en realidad  los que habían salido de la torreta funeraria?
¿Acaso se había perdido en el espacio-tiempo?
Entonces de pronto cedió la tensión, un trueno cómo si fuera parte de esa magia les hizo volver a tomar su anatomía  habitual, entonces el hombre con  ojos rasgados y porte occidental les dijo de nuevo con una humildad que confundió a todos.
-          Por mi parte-dijo solemne-queda todo solucionado, no habrá más demonios que os importunen, pues estas tierras son buenas y hace tiempo que os esperaban, pues nunca dejaron de ser vuestras.
De repente las torretas funerarias se esfumaron, desapareciendo ante los atónitos ojos de Anna.
En la entrada de la finca colgada en el enrejado de la verja se podía ver una enigmática máscara negra, de ojos grandes rodeados de plumas blancas llamada Chuibali por los coreanos, que su misión era el de aterrorizar a todo aquel que intentaba entrar en aquellas tierras. 
Los altos muros de vegetación no dejaban ver el interior de la finca.

Continuará...






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