viernes, 18 de septiembre de 2015

Para eso se licenció en Químicas (2ª parte)



Anna con voz que parecía serena contestó:
-          ¿Quién le ha dado este número? El no vive aquí.
-          ¿Pero lo conoce? - Dijo el que hablaba al otro lado del teléfono.
-          Sí le conozco, pero le digo que no sé nada de esa persona desde hace tiempo.
Cuando Anna intentó colgar el teléfono, la voz de su interlocutor se hizo autoritaria:
-          No se haga la inocente, este número estaba escrito en su agenda cómo número preferente.
Anna ante esta afirmación no sabe qué decir, por unos instantes se le quedó la mente en blanco.
-          Oiga ¿me escucha?
Anna reacciona:
-          Estoy aquí… primero,  dígame ¿Qué es lo que quieren de mí?, ya le dije que hace tiempo no tenemos ninguna relación.
-          Dentro de unos minutos pasará a recogerla un coche de policía, para que declare en la comisaria, no se resista, es un consejo.
-          Pero… ¿le ha pasado algo grave a Javier para que me involucren en su vida?
-          Señora, Javier ha sido hallado muerto dentro de un coche en dudosas circunstancias.
Anna se levanta de la cama de un salto, se quita el abrigo, lo sacude y, mecánicamente se lo vuelve a poner, se atusa con nerviosismo y sale  corriendo hasta llegar al portal donde un coche policial la esperaba.
Mientras el coche rodaba hacia la comisaría, recordó el pacífico y maravilloso idilio que vivió con Javier durante el último curso que estuvo en la Universidad, animados por largos cafés que se prolongaban hasta el infinito, embriagados por la voz melodiosa de Julio Iglesias y también cuando le decía al oído con complicidad “¿sabes que creo que eres? Una chica insidiosamente brillante, por ese motivo te adoro…”
Un frenazo del coche le hizo despertar.
Al entrar en la comisaría el jefe de policía parecía esperarla, ambos se miraron, sus miradas tenían diferentes razones, la del policía, analítica, la de Anna era de impaciencia pues esperaba que le aclarasen el porqué se encontraba allí a las cinco de la mañana.
El policía después de pasear unos minutos en silencio, se rasca la cabeza, parecía buscar la pregunta que le tenía que formular. De repente se acerca a la mesa, cogiendo una pinza levanta de una bandeja  al aire un pañuelo de seda.
 El policía le pregunta:
-           ¿Lo reconoce?
 Anna por unos segundos abrió los ojos como platos, ese pañuelo era suyo, al menos era igual al que ella creyó perdido. Sin pedir permiso se sienta y entonces recordó aquella fatídica noche en que después de tomar un refresco le dijo a Javier que tenía que regresar a Cáceres por un asunto familiar, entonces y sin respuesta, él se fue calle abajo sin mirar atrás y hasta más tarde no se dio cuenta que no llevaba puesto el pañuelo en el cuello
 ¿Se lo llevaría él? Pues  desde ese momento no  volvió a ver aquel pañuelo.
Pero sí supo que desde entonces su vida se tornó monótona, tanto, que dejó de mirar el mundo como algo que se le podía  presentar maravilloso.
 ¿Qué le estaba pasando? ¿Porque tiene el policía en sus manos aquel pañuelo que tenía olvidado?
El comisario se  sienta frente a ella, Anna ignora el motivo por el cual al encontrarse cerca de aquel hombre se siente como si estuviera en territorio minado, pues sigue sin tener ni la más pequeña intuición del porque se encontraba allí.
El policía dirige su mirada hacia ella escudriñando con descaro sus ojos, Anna le sostiene la mirada, era un reto, que instaba al policía a que le aclarara de una vez qué era lo que pasaba.
Entra otro policía, que habla con el que la estaba interrogando, lo hace en tono bajo pero Anna pudo escuchar: “Hemos encontrado algo”.

Continuará...




No hay comentarios :

Publicar un comentario