viernes, 25 de septiembre de 2015

Para eso se licenció en Químicas (final)



Entra el comisario que con un gesto poco cortes  le insinúa que se ponga en pié, entonces y sin saber cómo se encontró en medio del despacho mirando atónita un retrato donde ella sonriente se encontraba junto a Javier. De repente siente un frio helador que le recorre la espalda, mientras los músculos se endurecen quedándola sin fuerzas. Poco después, entra en escena el inspector de la brigada criminal, habían registrado su casa, esa foto la tenía guardada en un cajón que nunca se atrevió a abrir, estaba siendo juzgada por un delito que no había cometido.
El comisario, la mira y dice:
-          La muerte de su amigo, bueno eso creo que ya lo sabe- dijo con tono de intimidación- ha sido producida por alcohol que previamente ha sido mezclado con hidrato de cloral.
El inspector de lo criminal prosigue:
-          No me diga que no entiende nada de química y tampoco de cómo esta mezcla es utilizada en dosis correctas, como sedante y para vencer el insomnio. Anna cree caer al suelo de un momento a otro, el mareo hace tambalear su cuerpo.
Cuando se recupera, el inspector le dice ha sido muy hábil al suministrarle esta ingesta, sobre todo porque fue dentro del coche.
- ¿Qué quería, que pareciese un accidente? Pues ha de saber que si no hubiera sido licenciada en química,  quizás  hubiera tenido la suerte de haber salido impune de este crimen. Creo, que ya sabe de lo que se le acusa.
Anna se pone en pie y contundente dice:
-  No sé porqué se  me acusa de este crimen, sé por ustedes que hay un cadáver que fue en vida muy querido para mí, pero yo no soy la responsable de su muerte.
Poco después y sin más, es llevada a una celda, allí en su nueva soledad se prometió averiguar quién había  cometido el crimen.
Al día siguiente y cuando iba a ser trasladada a la cárcel, un giro sorprendente hizo que cambiara la situación de Anna tras muchas las muchas averiguaciones que se hicieron por el vecindario donde se cometió el asesinato. Se encontró a un testigo que pudo confirmar haber visto como un joven alto y muy delgado le hacía beber al conductor del coche por un vaso de color verde oscuro, luego dijo: “Yo seguí mi camino”.
Estas declaraciones hicieron que Anna poco después se encontrara libre de sospechas.
Un mes después y con un intervalo  de una semana, empezaron a morir habituales delincuentes en circunstancias parecidas a las que murió Javier, los inspectores no daban abasto, teniendo que contratar a detectives privados  para poder resolver los casos con mayor rapidez. Pero las voces del pueblo ante estos hechos,  llamaron a la persona más buscada por la policía, cómo el defensor de los más débiles y los ciudadanos se sintieron más seguros, sobre todo los que salían de su trabajo a altas horas de la noche.
Mientras tanto las calles seguían llenándose de cadáveres, que eran asesinos y delincuentes, las callejuelas de la ciudad, empezaban a ser seguras.
La brigada criminal se lamentaba ante lo que estaba sucediendo, era el caso más enigmático que habían tenido hasta el momento, por otra parte sabían que quienes fueran les estaban haciendo un favor, al tratarse sólo de limpiar las calles de maleantes.
Anna como de costumbre cada mañana cogía el periódico del buzón, al tenerlo en sus manos en su cara se atisbaba  una mueca indefinida.
Los titulares decían en negrita:
LA POLICÍA, NUNCA SE HABÍA ENFRENTADO A UN CASO TAN ENIGMÁTICO COMO EL QUE ESTABA PADECIENDO”.
A pesar de las rigurosas autopsias realizadas por expertos médicos forenses, los cadáveres no mostraban signos de violencia ni de envenenamientos.
Anna después de haber leído las noticias, cerró los ojos, necesitaba descansar, pero sonó el teléfono…
-          Sí, he recibido lo convenido, eres una persona seria, agradezco tu ayuda, algún día responderé a tu generosidad.
Una vez colgó el teléfono, se puso una copa de vino tinto, el preferido de Javier.
De repente la sala donde se encuentra Anna se inunda con la voz cálida de Julio Iglesias, poco después supo que se había bebido la botella de vino entera…




viernes, 18 de septiembre de 2015

Para eso se licenció en Químicas (2ª parte)



Anna con voz que parecía serena contestó:
-          ¿Quién le ha dado este número? El no vive aquí.
-          ¿Pero lo conoce? - Dijo el que hablaba al otro lado del teléfono.
-          Sí le conozco, pero le digo que no sé nada de esa persona desde hace tiempo.
Cuando Anna intentó colgar el teléfono, la voz de su interlocutor se hizo autoritaria:
-          No se haga la inocente, este número estaba escrito en su agenda cómo número preferente.
Anna ante esta afirmación no sabe qué decir, por unos instantes se le quedó la mente en blanco.
-          Oiga ¿me escucha?
Anna reacciona:
-          Estoy aquí… primero,  dígame ¿Qué es lo que quieren de mí?, ya le dije que hace tiempo no tenemos ninguna relación.
-          Dentro de unos minutos pasará a recogerla un coche de policía, para que declare en la comisaria, no se resista, es un consejo.
-          Pero… ¿le ha pasado algo grave a Javier para que me involucren en su vida?
-          Señora, Javier ha sido hallado muerto dentro de un coche en dudosas circunstancias.
Anna se levanta de la cama de un salto, se quita el abrigo, lo sacude y, mecánicamente se lo vuelve a poner, se atusa con nerviosismo y sale  corriendo hasta llegar al portal donde un coche policial la esperaba.
Mientras el coche rodaba hacia la comisaría, recordó el pacífico y maravilloso idilio que vivió con Javier durante el último curso que estuvo en la Universidad, animados por largos cafés que se prolongaban hasta el infinito, embriagados por la voz melodiosa de Julio Iglesias y también cuando le decía al oído con complicidad “¿sabes que creo que eres? Una chica insidiosamente brillante, por ese motivo te adoro…”
Un frenazo del coche le hizo despertar.
Al entrar en la comisaría el jefe de policía parecía esperarla, ambos se miraron, sus miradas tenían diferentes razones, la del policía, analítica, la de Anna era de impaciencia pues esperaba que le aclarasen el porqué se encontraba allí a las cinco de la mañana.
El policía después de pasear unos minutos en silencio, se rasca la cabeza, parecía buscar la pregunta que le tenía que formular. De repente se acerca a la mesa, cogiendo una pinza levanta de una bandeja  al aire un pañuelo de seda.
 El policía le pregunta:
-           ¿Lo reconoce?
 Anna por unos segundos abrió los ojos como platos, ese pañuelo era suyo, al menos era igual al que ella creyó perdido. Sin pedir permiso se sienta y entonces recordó aquella fatídica noche en que después de tomar un refresco le dijo a Javier que tenía que regresar a Cáceres por un asunto familiar, entonces y sin respuesta, él se fue calle abajo sin mirar atrás y hasta más tarde no se dio cuenta que no llevaba puesto el pañuelo en el cuello
 ¿Se lo llevaría él? Pues  desde ese momento no  volvió a ver aquel pañuelo.
Pero sí supo que desde entonces su vida se tornó monótona, tanto, que dejó de mirar el mundo como algo que se le podía  presentar maravilloso.
 ¿Qué le estaba pasando? ¿Porque tiene el policía en sus manos aquel pañuelo que tenía olvidado?
El comisario se  sienta frente a ella, Anna ignora el motivo por el cual al encontrarse cerca de aquel hombre se siente como si estuviera en territorio minado, pues sigue sin tener ni la más pequeña intuición del porque se encontraba allí.
El policía dirige su mirada hacia ella escudriñando con descaro sus ojos, Anna le sostiene la mirada, era un reto, que instaba al policía a que le aclarara de una vez qué era lo que pasaba.
Entra otro policía, que habla con el que la estaba interrogando, lo hace en tono bajo pero Anna pudo escuchar: “Hemos encontrado algo”.

Continuará...