Anna reacciona pues cree que se ha quedado dormida
mirando aquella lápida pero de repente, las luces se apagan, intenta correr
hacia el piso superior por las estrechas escaleras que conducen a la puerta de
salida, cuando se encontraba ante ella estaba cerrada, ya no quedaba nadie en
el museo. Anna parada en medio de aquel bello atrio, le pareció ver a la luz de la luna hacer sombras que parecían
burlarse ella, y que en sus movimientos las sombras jugando con las columnas a su antojo le pareció que ´estas
se transformaban en gigantes que subidos a unos zancos parecían evitar mojarse
los pies de sangre.
Anna cree estar viviendo una pesadilla de las más
terribles, mira y el suelo se encontraba lleno de cadáveres ensangrentados
Anna se sienta en uno de los bancos a su efecto para
que los turistas puedan admirar el bello pórtico de Peristilo. Una voz fuerte,
autoritaria pero al mismo tiempo dulce, le despierta.
- ¿Qué haces aquí? - le preguntó.
- Yo-dijo Anna titubeante, sólo he venido aquí para
hacer una visita al museo.
- ¿Acaso crees que me lo voy a creer?, sabes que
tengo muchos más años que tú, por lo tanto no puedes engañarme y además a mí no
se me ha escapado nunca una…bueno sí creo que una sí que se me escapó una sola
y ese fue el gran error de mi vida por mi parte, pero vallamos a lo nuestro, porque eso ya está
olvidado.
Anna le pregunta con firmeza:
-
Dime antes que me ponga
a gritar ¿quién eres?
-
Pero… ¿Aún no lo sabes?
A ti que tanto te gusta la historia sobre todo la extremeña. Yo soy el que ha
permanecido oculto durante muchos años tras esa lápida, que si quieres que te
diga la verdad, no sé quien la trajo aquí porque este precisamente no fue mi
enterramiento y por esa razón y aunque nadie lo sepa en realidad, yo sé quién soy y qué papel hice en esta
historia que cambió el rumbo de la ahora llamada España. Por ese motivo, no me
hace mucha gracia que al lado de mi
lápida haya esa reseña en la cual se diga
que soy de procedencia desconocida; pero claro, con la salvedad de que esta
definición puede que se refiera sólo a la piedra, bueno ese detalle por ahora
no tiene la menor importancia. ¡No puedo creer que aún no te ha entrado el
gusanillo de la curiosidad por saber quién soy!
Tú deberías
reconocerme, aunque fuera sólo por las veces que tuve que echarte una mano
cuando te encontrabas sola y sin nadie que te protegiera, yo te desvié de
aquellos caminos empedrados por donde
desfilaban los romanos y que creo que ahora es llamada Ruta de la Plata, ¿verdad
que esto sí te suena? Pues yo soy ese pobre fraile.
Anna lo mira, a
ella le pareció que era un soldado.
El fraile la mira, con mirada dulce y prosigue:
-
Eso también es otra
historia, sólo quiero que recuerdes aunque sea sólo por un segundo a aquel
fraile cuajado de piojos que te acompañó a un cenobio para que te curaran de
las heridas sufridas por el ataque de un perro hambriento cómo tú.
Anna de repente siente un enorme dolor de tripa, no
puede levantarse del banco, su cabeza se encontraba recordando que ella había
sido la hija del lugarteniente del gran Viriato y un grito salió de su garganta…
entonces su padre fue el que traicionó a ….no puede creerlo, en ese momento
empezó a recordar que en uno de los ataques a su poblado de los romanos
murieron todos menos ella y aquel monje le salvó la vida cuando herraba sola y
sin rumbo por unos caminos infectados de guerrillas. Pero ¿por qué aquella
historia se estaba haciendo realidad en su mente? El monje mientras ella cree
estar volviéndose loca, se va difuminando como las volutas de humo de un
cigarrillo y le dijo cómo despedida:
- ¿No quieres saber más, de lo que pasó? Porque a
veces es mejor dejar los recuerdos como están
para no llegar a revivir desengaños.
La luz del alba la encontró acurrucada en el banco
del patio del museo, un guarda, la despierta:
-¿Se encuentra bien?
Anna al ponerse en pie mira con atención el suelo y
entonces descubre que justo en la base de las columnas se podían apreciar
salpicaduras de sangre, horrorizada, sale del museo, ya en la calle puede
contemplar pero desde ese momento bajo diferente prisma, todo aquello que habían
contemplado muchas generaciones, que han pasado junto a esas piedras
centenarias que vieron pasar junto a ellas, guerreros romanos, judíos y
cristianos y que también desde la
primera fila de la historia presenciaron las rencillas de sus nobles vecinos. Anna por unos momentos reflexiona,
¿entonces a todo esto de ver pasar el tiempo se le llama Historia? No será que
el pasado encierra uno de los más grandes misterios y que conlleva algo
impalpable, etéreo que hace que sin querer ahonde en el espíritu del paseante y
nos da a entender que nosotros, todos,
también hacemos historia a nuestro paso.
Anna cuando
camina entre una de las vericuetas callejuelas oye a su espalda un ruido de
cuero y bronce que parecía caminar tras ella. Ana no se atreve a mirar, pues
sabe que estaba caminando por el pasado.
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