miércoles, 25 de febrero de 2015

El descubrimiento (2ª parte)



Cuando está segura de que el aparato ha desaparecido, se pone en pie, las piernas le temblaban y cuando  se encontraba a punto de lanzarse pendiente abajo, de nuevo es roto el silencio y aquel  helicóptero parecía regresar para cerciorarse de que los cuerpos que habían arrojado a la nieve se encontraban aún donde ellos los habían dejado.
Anna ante este contratiempo inesperado, empezó a sentir frío de repente, divisa como si fuera una divina aparición un bosque de coníferas y se lanza hacia allí a velocidad vertiginosa mientras los esquíes sorteaban los arbustos. Una vez se vio a salvo, clavó las palas en la nieve, necesitaba saber donde se encontraba exactamente, sacó la brújula del bolsillo pero ésta   extrañamente no parecía funcionar, la tranquilizó cuando recordó que según el mapa que había estudiado antes de su partida, se debía  encontrar cerca de un albergue. Abrió la mochila para sacar el mapa y estudiarlo pero asombrosamente éste no se encontraba en la mochila, intentó recordar el nombre del poblado, era importante para ella en esos momentos tener lucidez para no llegar al extremo de asustarse por esta circunstancia, que le parecía del todo anormal, pero el  pequeño poblado, a pesar de no recordarlo, pensó que tenía que estar cerca,  su memoria le estaba traicionando.
De pronto, se rompe de nuevo el silencio y sus nervios se alteran al pensar que ya no podía disfrutar de aquella idílica panorámica. A pesar de haber estado preparando el viaje minuciosamente durante mucho tiempo para poder encontrarse entre aquellos parajes,  para ella de ensueño que  ya habían perdido toda la magia que había soñado.
Pero de nuevo algo irrumpe en el ambiente, las ramas de los arbustos se empezaron a estremecer, Anna contiene la respiración cuando oye acercarse el siseo de unas tablas que rozaban rápidas la nieve virgen, de nuevo pasa cerca de ella otro esquiador que veloz atravesaba el bosque, este hecho parece tranquilizarla, pues debía encontrarse cerca de donde ella suponía.
Poco después, siguiendo los surcos que aquel esquiador dejó en la nieve, se encuentra en medio de la única calle del poblado. Busca un refugio, ya era la hora de la cena y el frío se empezaba a tornar helador, no había nadie en la calle, tan solo se podían oír por los ventanucos las animadas conversaciones de los esquiadores que pronto se dispondrían a retirarse, pues a la mañana siguiente saldrían al amanecer para practicar su deporte favorito.
Cuando Anna se acerca para empujar la puerta de uno de los refugios sus piernas se quedaron varadas, las voces que se oían desde la calle parecían comentar  que tenían que encontrar a uno de los esquiadores que creían haber visto desde el aire, aunque parecían no estar muy seguros de que éste esquiador pudiera haber visto algo.
De repente, alguien pronuncia su nombre ”Anna”.
¡La habían visto! enseguida habló un tercero con voz de trueno:
- No penséis que la hemos traído hasta aquí sólo para saber que hace esta “listilla” en estos parajes helados, espero que después del trabajo que nos ha costado dar con ella no se raje nadie.
- Eso no nos va a pasar, si somos nosotros los que la encontremos primero, aunque es más probable que la policía encuentre antes del anochecer los cadáveres al hacer la ronda, recordad que los  pusimos en un sitio visible para que fuera visto por algún esquiador que inmediatamente diera la alarma.
Anna seguía escuchando la conversación.
- No cabe duda - dijo uno que tenía la voz aflautada- de que cuando  encuentren los cadáveres saldrán en su busca, pues las pruebas que hemos quedado son más que suficientes para culparla del doble asesinato.
Anna no podía seguir escuchando más y cruza la calle buscando un refugio lo más lejos posible de aquel donde se encontraban los hombres que parecían buscarla, no les había visto la cara pero por la forma de expresarse tenía  una vaga idea de quienes podían ser.
Anna una vez en la cabaña que se encontraba en la punta opuesta a donde había escuchado aquella conversación, intenta serenarse, tenía que pensar en alguna estrategia para poder salir airosa de aquella trampa en la que le habían metido ¿pero… quién?
Aquella noche no pidió nada para la cena, necesitaba silencio para meditar, tenía que hacer todo lo posible para saber quiénes eran aquellos hombres que iban a por ella y, después de haber visto cómo desde un helicóptero tiraban dos cuerpos que parecían haber sido asesinados, ahora estaba segura  de que quizás el próximo cadáver sería el de ella ¿y si…eran  sus dos compañeros de investigación los que le habían precedido?
Estos pensamientos la hicieron temblar ¿y si la piedra que ella guardaba llegaba a estar en posesión de esos desalmados? Necesitaba relajar la tensión, pues no le dejaba ser coherente con lo que le estaba sucediendo, más tarde pensaría cómo elaborar la forma de salir airoso de ese atolladero en el que alguien la había metido.
Abre la mochila, necesitaba saber si todo aquello que necesitaba para atravesar una de las más escarpadas montañas se encontraba  en orden, pues tenía la intención de atravesar laderas para llegar hasta los más arriesgados picos escarpados de la sierra. Mientras pensaba en el itinerario a seguir, sus manos empezaron a temblar cuando al sacar de la mochila las viandas y utensilios que tenía que utilizar en caso de emergencia vio que allí no había nada de lo que había guardado antes de su partida, las latas de carne en conserva se encontraban vacías, el detector de avalanchas se encontraba sin pilas, el airbag lo encontró con los cordones de seguridad rotos.
Anna no sabía que podía haber pasado, pues desde que cargó la mochila con los accesorios necesarios, estaba segura que no la había tocado nadie. Su desconcierto fue en aumento cuando oyó el tintineo de unos tacones por el pasillo, no podía creer lo que estaba oyendo, allí en plena montaña una mujer taconeaba. Con el oído tras la puerta, una risa cantarina le hiela la sangre que la devuelve a la realidad, sin duda era ella, su compañera de sección, una inútil que tan sólo hacía a la perfección el trabajo del flirteo con los jefes.
Esa pécora la había seguido, ¿qué motivos le habían llevado para hacerla culpable de un delito que no había cometido? por lo tanto ella era el artífice de aquella trama ¿quién había tenido la osadía de hurgar en su mochila? Quien fuera que fuese habría buscado con ahínco la piedra que se hallaba escondida en una bolsa de plástico dentro de la  caja de seguridad.

Continuará...


                              fotografía: agrostok.es

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