Cuando está
segura de que el aparato ha desaparecido, se pone en pie, las piernas le temblaban
y cuando se encontraba a punto de
lanzarse pendiente abajo, de nuevo es roto el silencio y aquel helicóptero parecía regresar para cerciorarse
de que los cuerpos que habían arrojado a la nieve se encontraban aún donde
ellos los habían dejado.
Anna ante este
contratiempo inesperado, empezó a sentir frío de repente, divisa como si fuera
una divina aparición un bosque de coníferas y se lanza hacia allí a velocidad
vertiginosa mientras los esquíes sorteaban los arbustos. Una vez se vio a
salvo, clavó las palas en la nieve, necesitaba saber donde se encontraba
exactamente, sacó la brújula del bolsillo pero ésta extrañamente no parecía funcionar, la
tranquilizó cuando recordó que según el mapa que había estudiado antes de su
partida, se debía encontrar cerca de un
albergue. Abrió la mochila para sacar el mapa y estudiarlo pero asombrosamente éste
no se encontraba en la mochila, intentó recordar el nombre del poblado, era
importante para ella en esos momentos tener lucidez para no llegar al extremo
de asustarse por esta circunstancia, que le parecía del todo anormal, pero el pequeño poblado, a pesar de no recordarlo,
pensó que tenía que estar cerca, su
memoria le estaba traicionando.
De pronto, se
rompe de nuevo el silencio y sus nervios se alteran al pensar que ya no podía
disfrutar de aquella idílica panorámica. A pesar de haber estado preparando el
viaje minuciosamente durante mucho tiempo para poder encontrarse entre aquellos
parajes, para ella de ensueño que ya habían perdido toda la magia que había
soñado.
Pero de nuevo
algo irrumpe en el ambiente, las ramas de los arbustos se empezaron a estremecer,
Anna contiene la respiración cuando oye acercarse el siseo de unas tablas que rozaban
rápidas la nieve virgen, de nuevo pasa cerca de ella otro esquiador que veloz
atravesaba el bosque, este hecho parece tranquilizarla, pues debía encontrarse
cerca de donde ella suponía.
Poco después,
siguiendo los surcos que aquel esquiador dejó en la nieve, se encuentra en
medio de la única calle del poblado. Busca un refugio, ya era la hora de la
cena y el frío se empezaba a tornar helador, no había nadie en la calle, tan
solo se podían oír por los ventanucos las animadas conversaciones de los
esquiadores que pronto se dispondrían a retirarse, pues a la mañana siguiente
saldrían al amanecer para practicar su deporte favorito.
Cuando Anna se
acerca para empujar la puerta de uno de los refugios sus piernas se quedaron
varadas, las voces que se oían desde la calle parecían comentar que tenían que encontrar a uno de los
esquiadores que creían haber visto desde el aire, aunque parecían no estar muy
seguros de que éste esquiador pudiera haber visto algo.
De repente,
alguien pronuncia su nombre ”Anna”.
¡La habían
visto! enseguida habló un tercero con voz de trueno:
- No penséis que
la hemos traído hasta aquí sólo para saber que hace esta “listilla” en estos
parajes helados, espero que después del trabajo que nos ha costado dar con ella
no se raje nadie.
- Eso no nos va
a pasar, si somos nosotros los que la encontremos primero, aunque es más
probable que la policía encuentre antes del anochecer los cadáveres al hacer la
ronda, recordad que los pusimos en un
sitio visible para que fuera visto por algún esquiador que inmediatamente diera
la alarma.
Anna seguía escuchando
la conversación.
- No cabe duda -
dijo uno que tenía la voz aflautada- de que cuando encuentren los cadáveres saldrán en su busca,
pues las pruebas que hemos quedado son más que suficientes para culparla del
doble asesinato.
Anna no podía
seguir escuchando más y cruza la calle buscando un refugio lo más lejos posible
de aquel donde se encontraban los hombres que parecían buscarla, no les había
visto la cara pero por la forma de expresarse tenía una vaga idea de quienes podían ser.
Anna una vez en
la cabaña que se encontraba en la punta opuesta a donde había escuchado aquella
conversación, intenta serenarse, tenía que pensar en alguna estrategia para
poder salir airosa de aquella trampa en la que le habían metido ¿pero… quién?
Aquella noche no
pidió nada para la cena, necesitaba silencio para meditar, tenía que hacer todo
lo posible para saber quiénes eran aquellos hombres que iban a por ella y,
después de haber visto cómo desde un helicóptero tiraban dos cuerpos que
parecían haber sido asesinados, ahora estaba segura de que quizás el próximo cadáver sería el de
ella ¿y si…eran sus dos compañeros de
investigación los que le habían precedido?
Estos
pensamientos la hicieron temblar ¿y si la piedra que ella guardaba llegaba a
estar en posesión de esos desalmados? Necesitaba relajar la tensión, pues no le
dejaba ser coherente con lo que le estaba sucediendo, más tarde pensaría cómo
elaborar la forma de salir airoso de ese atolladero en el que alguien la había
metido.
Abre la mochila,
necesitaba saber si todo aquello que necesitaba para atravesar una de las más
escarpadas montañas se encontraba en
orden, pues tenía la intención de atravesar laderas para llegar hasta los más
arriesgados picos escarpados de la sierra. Mientras pensaba en el itinerario a
seguir, sus manos empezaron a temblar cuando al sacar de la mochila las viandas
y utensilios que tenía que utilizar en caso de emergencia vio que allí no había
nada de lo que había guardado antes de su partida, las latas de carne en
conserva se encontraban vacías, el detector de avalanchas se encontraba sin
pilas, el airbag lo encontró con los cordones de seguridad rotos.
Anna no sabía
que podía haber pasado, pues desde que cargó la mochila con los accesorios
necesarios, estaba segura que no la había tocado nadie. Su desconcierto fue en
aumento cuando oyó el tintineo de unos tacones por el pasillo, no podía creer lo
que estaba oyendo, allí en plena montaña una mujer taconeaba. Con el oído tras
la puerta, una risa cantarina le hiela la sangre que la devuelve a la realidad,
sin duda era ella, su compañera de sección, una inútil que tan sólo hacía a la
perfección el trabajo del flirteo con los jefes.
Esa pécora la
había seguido, ¿qué motivos le habían llevado para hacerla culpable de un
delito que no había cometido? por lo tanto ella era el artífice de aquella
trama ¿quién había tenido la osadía de hurgar en su mochila? Quien fuera que
fuese habría buscado con ahínco la piedra que se hallaba escondida en una bolsa
de plástico dentro de la caja de
seguridad.
Continuará...
fotografía: agrostok.es