Anna era
directora financiera, tenía un puesto de responsabilidad en uno de los bancos
con más prestigio del país. Por su experiencia ya dirigía un equipo de diez
personas en el área de financiación y
llevaban a cabo las gestiones de las grandes fortunas. Obtenía, por su celo y
dedicación, grandes volúmenes de facturación que daban reporte internacional al
banco.
Tenía cuarenta años aunque por su aspecto aparentaba
no más de treinta, hablaba tres idiomas a la perfección y aún no había decidido qué
hacer con su vida fuera del trabajo. Una noche, tomando una copa con un grupo de
compañeros, lo cual era poco habitual en
ella, le presentaron a una joven con la que charló un rato, cuando se despidieron
parecían haber congeniado.
Una semana después de haber sido presentadas y
cuando Anna se dirigía a trabajar, se
encontraron por la calle y las dos charlaron unos minutos antes de comenzar
la jornada. Anna se sorprende cuando Natalia le hace una invitación que a Anna
le pareció precipitada al ser ya jueves, era para pasar el fin de semana en un
castillo que dijo había sido propiedad de sus tíos y que desde que estos
murieron, tan sólo lo solían frecuentar ella y sus dos hermanos, que acudían
con alguno de sus amigos para que el edificio no se deteriorara, dejándolos en
manos de la familia que lo guardaba.
Natalia le dijo a Anna:
-
Allí Natalia te
sentirás muy feliz ante tanta naturaleza salvaje, pasearemos a la sombra de las
encinas, también tenemos un río que recorre parte de la finca donde se puede
pescar.
Anna ante esta descripción tan fantástica, aceptó sin
hacer ninguna pregunta.
Llegó el viernes y al atardecer del mes de abril y
cuando aún el sol asomaba por el horizonte, Natalia la recoge en la puerta de
su casa subida en un flamante todo terreno, Anna se deslumbra ante tanto despliegue
de lujo de su nueva amiga y una vez en el coche Natalia enfila la carretera que
lleva a Trujillo. Antes de llegar a la ciudad se desvían por un camino vecinal,
estrecho y polvoriento y después de rodar unos quince kilómetros, Anna divisa
en lo alto de una colina una edificación de aspecto medieval que se encontraba
medio derruida, ante esta visión Anna se sorprende, aquello en verdad era un
castillo, pero se veía a todas luces que estaba inhabitable. Anna espera que Natalia diga algo al
respecto, pero tan sólo sintió en su cuerpo la sacudida brusca de un frenazo
cuando Natalia aparca el coche frente
aquella ruina que como entrada
mostraba una puerta enrejada y oxidada por la cual se podía ver un patio
abandonado de muchos años alfombrado de aquella planta que tantos sinsabores le
creaba cuando salía al campo y por descuido se rozaba con ellas, todo el suelo
de aquel patio era una sola planta llamada ortiga.
Natalia, sin decir nada, abre aquella puerta
impregnada de herrumbre, le dice que la siga, se adentran por aquel recinto
donde nada más entrar Anna vio desaparecer todo su fantasía de pasar un feliz
fin de semana, se encontraba ante una mole gris, que al mirar sus paredes se le
antojó un gigante viejo arrugado muerto
y olvidado.
Después de subir unas escaleras rectas y estrechas,
entran en una sala de grandes dimensiones donde tan sólo se podía apreciar que
había estado alguien allí por la abundante
ceniza que rebosaba por la embocadura de la enorme chimenea.
Anna se
encuentra parada en medio de aquella estancia, espera que Natalia le dé una
explicación razonable de lo que era todo aquello. Intentando serenarse y a la
espera de una respuesta, se acerca a uno de los ventanucos enrejados, desde
allí puede ver las torres del castillo desmochadas y a punto de derrumbarse, se
vuelve para mirar a Natalia y cuando va a decirle; ¿qué diablos hago aquí? aparecen
dos hombres, uno de ellos alto y fuerte como un roble, ojos grandes y saltones,
destacando sobre su frente un mechón de pelo que él mecía con la mano, su
aspecto era el de un hombre fiero, el otro hombre era bajito y delgaducho, la
cabeza estaba calva y los ojos eran tan pequeños que parecía imposible que
pudiera ver a través de ellos.
Anna espera, no quería perder la calma pero
presiente que algo raro está pasando y que ella era la protagonista. Natalia
sale unos segundos para aparecer de nuevo, en las manos tenía una carpeta con el
logotipo del banco donde Anna prestaba sus servicios, ahora no tiene dudas, había
caído en una encerrona, mientras Natalia con voz que rayaba en la grosería le muestra unos documentos que saca de
aquella cartera, exigiéndole que los firme inmediatamente.
Anna ante esta situación lo único que se le ocurre
es querer ganar tiempo, aunque no sabe para qué y le dice a Natalia que los
tiene que leer. Los dos hombres ante las palabras de Anna se inquietan, Natalia
se acerca a ella amenazante ordenándole que firme cuanto antes mientras le
ofrece un bolígrafo de propaganda, le dice que no tiene toda la tarde y que además tiene mucha prisa. Anna cuando lee los
documentos mira a los tres y en un impulso suicida los hace pedazos delante de
aquellos estafadores, desatando la furia de la mujer y de los dos hombres. Anna
inesperadamente recibe un golpe en la cabeza, queda semiinconsciente mientras
siente cómo es arrastrada para poco después caer en un abismo. Cuando despierta
es noche cerrada, mira en la oscuridad y cuando mira hacia arriba sólo puede ver
cómo la luna tapaba el brocal del pozo, se encontraba metida en un pozo seco,
no puede gritar al caer se había dado un golpe en la nariz, la tenía muy hinchada,
también se había mordido la lengua en la caída, casi no podía respirar,
asustada no puede pensar, pero…
¿Quién invitó
aquel día a Natalia a tomar las copas con ellos?
¿Por qué se
la presentaron con la intención de que se hiciesen amigas?
¿Cuál de ellos
estaba metido en ese lío?
Algo muy gordo se debía estar tramando para que la
secuestraran ¿pero quién podía ser el artífice? Todos no podían ser, tenía que
haber entre el personal del banco algún traidor que supiera el poder de su
firma.
Continuará...
Castillo de Trujillo (Cáceres)
Fuente: Hospederías de Extremadura