miércoles, 24 de septiembre de 2014

La pensión (3ª parte)



-         Entonces – dijo el de la voz atragantada- no tenemos otra solución que la de sacarla de España cuanto antes.
 Anna cada vez más asustada no se atreve ni a mover un dedo, pues estaba segura de que se trataba de una mujer que había sido asesinada. Una de las voces parecía lamentarse cuando dijo:
- Ahora, como siempre, nosotros tendremos que limpiar la mierda que sus caprichos de millonaria va dejando.
Minutos después aquellos hombres entran en el salón, no sabían que hubiera alguien allí y miran a Anna con desconfianza. Ella seguía con las manos aferradas al asa de su maleta mientras disimulaba estar con la mirada perdida  clavada en el televisor, los dos hombres se sientan frente a ella, parecían seguir una conversación ficticia poco coherente y sus caras desprendían satisfacción delante de ella.
 Anna llegó a la conclusión de que se bastaban ellos solos para resolver el problema, ya lo tenían decidido. Estaba segura  de que permanecería el tiempo justo en aquella pensión para  recuperar su carnet de identidad y después ya buscaría la manera de analizar aquella conversación que escucho desde el salón,  una vez fuera de allí podría aclarar con quien correspondiera lo allí ocurrido, contando lo que vio y oyó. Si hubiera habido alguna desaparición extraña, podría servir de pista a la policía y entonces pensó: ¿y si la victima era Rebeca…?
¿Y si era el cadáver que vio bajar por las escaleras? Un grito se ahogó en su garganta.
En esos momentos la patrona rompe con su voz su elucubración cuando le dice desde la puerta que ya se encontraba su habitación disponible. Sube las escaleras tirando de su troley cuando, de repente como una aparición, puede ver en el fondo del pasillo la silueta de una mujer vestida elegantemente con un traje largo de noche desentonando en aquel ambiente sórdido que la saluda con la mano haciendo resonar las múltiples pulseras doradas. Anna se inquietó pues no pudo distinguir su rostro.
Aquella noche Anna no se acostó, se encontraba demasiado nerviosa y sentada encima de la cama  repaso una a una mentalmente todo lo que había escuchado y ocurrido desde que había llegado a Madrid.
¿Por qué el taxista hizo ese gesto tan extraño cuando ella le dio la dirección de aquella pensión?
Serían las cuatro de la madrugada cuando Anna oyó unos pasos por el pasillo, parecían pasos vacilantes que de repente se pararon ante su puerta. Anna se queda sin respiración y poco después oye una voz que parecía venir de la habitación contigua, que le dijo en susurros:
-         No abras  la puerta bajo ningún concepto, no temas que estamos cerca de ti.
 Anna entra en el lavabo y se lava la cara, quería estar segura de que todo era un sueño, de repente pudo oír el chirrido que hizo el pomo de la puerta al ser girado, el pomo empezó a girar lenta, muy lentamente hasta abrir la puerta, Anna, expectante ve cómo la puerta al abrirse da paso a  la señora elegante que vio en el fondo del pasillo que pisando segura avanza hacia ella, Anna cuando mira su cara da un respingo, aquella mujer parecía tener la cara desfigurada a pesar de estar parcialmente tapada por una gruesa capa de maquillaje, sus ojos parecían dos bolas de fuego, Anna  no puede moverse ante esta aparición, se encuentra paralizada como si algo sobrenatural pusiera a su alrededor un  muro insondable que le aprisionaba.
La mujer, se acerca hasta casi rozar su cara, Anna no puede mover un solo músculo, en su estado de terror no se percata que la mujer saca de debajo de su chal una daga que con destreza  la pone junto a la garganta con intención de degollarla pero una mano certera le sujeta la mano con firmeza haciendo sentir un dolor tremendo a la mujer. Anna en esos momentos no parece sentir su cuerpo y la habitación empezaba a llenarse de policías.
Anna sentada encima de la cama siente que su cabeza se había trastornado cuando nota cómo sus piernas se humedecen lentamente con un reguero gelatinoso y frío que la va mojando. De repente da un salto y puede observar que el colchón  se encontraba mojado, levanta las sábanas y con horror comprueba que estaba empapado de sangre. Se tapa la boca con las dos manos para no gritar, en aquella habitación se había cometido un crimen y en aquella misma cama…quizás era el mismo cadáver que vio cómo  bajaban los dos hombres cuando ella  llegó.
Anna entonces creyó que dos de los policías que se encontraban más cerca de ella hablaban de una manera ininteligible y sin saber el motivo empezó a reír de manera convulsiva llegando los policías  a temer por su estado mental.
Cuando se encuentra calmada dice:
-         ¿Ustedes creen que pueden urdir porque sí algo tan grotesco? -Anna acusaba directamente a los policías- como  que me hiciera amiga de una desconocida, aunque bien pensado eso se llama llanamente echar las redes y yo como tonta caí en esa red como pica una trucha  el anzuelo ¿o tal vez  se dieron cuenta de que yo ignoraba que podía llamar tanto la atención, porque en esos momentos me encontraba vulnerable ante mi reciente desengaño?
Anna dejó de hablar unos instantes, indudablemente estaba portándose como una imbécil, aunque pensándolo bien creyó que era lo que había sido toda la vida.
Una vez en su casa cacereña ya sentada en el sofá se encontraba más sosegada y  recuerda aquel día que quizás, por el capricho del destino, había sido elegida para desenmascarar a uno de los cerebros más perversos que operaba en Madrid desde hacía un par de años y que llevaba de cabeza a la policía.
 Pero, entonces ¿qué clase malvados fueron  los que la involucraron a ella en semejante misión? Sonríe con desgana y recuerda que siempre fue una mujer de una naturaleza tranquila.  ¿Quién fue el que le tendió la trampa haciendo posible que un encuentro se convirtiera en amistad?
Anna se levanta, pasea por su salón, ahora recordaba que nadie le había comentado que le sucedió a  su “amiga” Rebeca.
¿Habría existido alguna vez? Lo que si supo Anna es que nunca más volvió a saber de ella. Anna cerró los ojos, apoyó su cabeza en el respaldo de su sillón y quiso soñar despierta que  por un solo día había podido llegar a ser  una heroína.