-
Entonces – dijo el de la voz
atragantada- no tenemos otra solución que la de sacarla de España cuanto antes.
Anna cada vez más
asustada no se atreve ni a mover un dedo, pues estaba segura de que se trataba
de una mujer que había sido asesinada. Una de las voces parecía lamentarse
cuando dijo:
- Ahora, como siempre, nosotros tendremos que limpiar la
mierda que sus caprichos de millonaria va dejando.
Minutos después aquellos hombres entran en el salón, no
sabían que hubiera alguien allí y miran a Anna con desconfianza. Ella seguía
con las manos aferradas al asa de su maleta mientras disimulaba estar con la
mirada perdida clavada en el televisor,
los dos hombres se sientan frente a ella, parecían seguir una conversación
ficticia poco coherente y sus caras desprendían satisfacción delante de ella.
Anna llegó a la
conclusión de que se bastaban ellos solos para resolver el problema, ya lo
tenían decidido. Estaba segura de que
permanecería el tiempo justo en aquella pensión para recuperar su carnet de identidad y después ya
buscaría la manera de analizar aquella conversación que escucho desde el salón,
una vez fuera de allí podría aclarar con
quien correspondiera lo allí ocurrido, contando lo que vio y oyó. Si hubiera
habido alguna desaparición extraña, podría servir de pista a la policía y
entonces pensó: ¿y si la victima era Rebeca…?
¿Y si era el cadáver que vio bajar por las escaleras? Un
grito se ahogó en su garganta.
En esos momentos la patrona rompe con su voz su elucubración
cuando le dice desde la puerta que ya se encontraba su habitación disponible. Sube
las escaleras tirando de su troley cuando, de repente como una aparición, puede
ver en el fondo del pasillo la silueta de una mujer vestida elegantemente con
un traje largo de noche desentonando en aquel ambiente sórdido que la saluda
con la mano haciendo resonar las múltiples pulseras doradas. Anna se inquietó
pues no pudo distinguir su rostro.
Aquella noche Anna no se acostó, se encontraba demasiado
nerviosa y sentada encima de la cama
repaso una a una mentalmente todo lo que había escuchado y ocurrido desde
que había llegado a Madrid.
¿Por qué el taxista hizo ese gesto tan extraño cuando ella
le dio la dirección de aquella pensión?
Serían las cuatro de la madrugada cuando Anna oyó unos pasos
por el pasillo, parecían pasos vacilantes que de repente se pararon ante su
puerta. Anna se queda sin respiración y poco después oye una voz que parecía
venir de la habitación contigua, que le dijo en susurros:
-
No abras la puerta bajo ningún concepto, no temas que
estamos cerca de ti.
Anna entra en el
lavabo y se lava la cara, quería estar segura de que todo era un sueño, de
repente pudo oír el chirrido que hizo el pomo de la puerta al ser girado, el
pomo empezó a girar lenta, muy lentamente hasta abrir la puerta, Anna,
expectante ve cómo la puerta al abrirse da paso a la señora elegante que vio en el fondo del
pasillo que pisando segura avanza hacia ella, Anna cuando mira su cara da un
respingo, aquella mujer parecía tener la cara desfigurada a pesar de estar
parcialmente tapada por una gruesa capa de maquillaje, sus ojos parecían dos
bolas de fuego, Anna no puede moverse
ante esta aparición, se encuentra paralizada como si algo sobrenatural pusiera
a su alrededor un muro insondable que le
aprisionaba.
La mujer, se acerca hasta casi rozar su cara, Anna no puede
mover un solo músculo, en su estado de terror no se percata que la mujer saca
de debajo de su chal una daga que con destreza la pone junto a la garganta con intención de
degollarla pero una mano certera le sujeta la mano con firmeza haciendo sentir
un dolor tremendo a la mujer. Anna en esos momentos no parece sentir su cuerpo
y la habitación empezaba a llenarse de policías.
Anna sentada encima de la cama siente que su cabeza se había
trastornado cuando nota cómo sus piernas se humedecen lentamente con un reguero
gelatinoso y frío que la va mojando. De repente da un salto y puede observar
que el colchón se encontraba mojado,
levanta las sábanas y con horror comprueba que estaba empapado de sangre. Se
tapa la boca con las dos manos para no gritar, en aquella habitación se había
cometido un crimen y en aquella misma cama…quizás era el mismo cadáver que vio
cómo bajaban los dos hombres cuando
ella llegó.
Anna entonces creyó que dos de los policías que se
encontraban más cerca de ella hablaban de una manera ininteligible y sin saber
el motivo empezó a reír de manera convulsiva llegando los policías a temer por su estado mental.
Cuando se encuentra calmada dice:
-
¿Ustedes creen que pueden urdir
porque sí algo tan grotesco? -Anna acusaba directamente a los policías- como que me hiciera amiga de una desconocida,
aunque bien pensado eso se llama llanamente echar las redes y yo como tonta caí
en esa red como pica una trucha el
anzuelo ¿o tal vez se dieron cuenta de
que yo ignoraba que podía llamar tanto la atención, porque en esos momentos me
encontraba vulnerable ante mi reciente desengaño?
Anna dejó de hablar unos instantes, indudablemente estaba
portándose como una imbécil, aunque pensándolo bien creyó que era lo que había
sido toda la vida.
Una vez en su casa cacereña ya sentada en el sofá se
encontraba más sosegada y recuerda aquel
día que quizás, por el capricho del destino, había sido elegida para
desenmascarar a uno de los cerebros más perversos que operaba en Madrid desde
hacía un par de años y que llevaba de cabeza a la policía.
Pero, entonces ¿qué
clase malvados fueron los que la
involucraron a ella en semejante misión? Sonríe con desgana y recuerda que
siempre fue una mujer de una naturaleza tranquila. ¿Quién fue el que le tendió la trampa
haciendo posible que un encuentro se convirtiera en amistad?
Anna se levanta, pasea por su salón, ahora recordaba que
nadie le había comentado que le sucedió a
su “amiga” Rebeca.
¿Habría existido alguna vez? Lo que si supo Anna es que
nunca más volvió a saber de ella. Anna cerró los ojos, apoyó su cabeza en el
respaldo de su sillón y quiso soñar despierta que por un solo día había podido llegar a
ser una heroína.