Nada más terminar su versión de los acontecimientos,
de nuevo le pareció ver una figura difusa de hombre que se escondía entre la
luz oscilante que desprendían los troncos de leña al arder en la chimenea. Anna
temblando deja caer su bloc al suelo, aterrada sale de la casa y en la salida
coge la única arma que desde que llegó le había acompañado para defenderse de
las alimañas. Corre por una vereda que lleva al pueblo… de repente tras ella puede
oír una risa que en el campo se magnifica
haciéndole creer que estaba viviendo una pesadilla, poco después oye el ruido
que hace la retama cuando es pisoteada; la estaban siguiendo y cada paso que da
los siente más cerca de ella.
Anna pierde el control, ya no sabe a dónde ir, tira
el palo al notar que le resta velocidad en su desquiciada carrera, de repente y
cuando piensa que se encuentra cerca de la carretera, al salir de de la calleja
y ante ella aparece un hombre, fornido, atlético que abriendo los brazos le
intercepta el paso, sin más Anna cae al suelo desmayada.
Poco después despierta en el dispensario del pueblo,
un agente le ofrece una taza de tila, Anna mira la taza aterrada, no se atreve
a cogerla y mucho menos beberla, entra otro policía y acercándose a Anna le
dice:
-
¿Ha escrito usted esto?
Anna reconoce
su bloc, su mirada se pierde por los confines de su imaginación ¿acaso habían
sido ellos los que habían estado merodeando por la casa? De pronto una sirena
de la policía interrumpe sus cavilaciones. Uno de los policías le invita a
asomarse por la ventana, Anna da un paso atrás cuando reconoce a Michel que con
su mirada pareció querer fulminarla. Anna se retira, su cuerpo tiembla mientras
el coche de policía se lleva a Michel.
- ¿Ha reconocido a ese hombre?
Anna no puede responder, se encuentra perdida.
De nuevo se abre la puerta y por ella entra su
familia, se abrazan, su hermano mayor mientras coge su mano le dice:
-
Nunca estuviste sola Anna,
nosotros estábamos cerca de ti.
El gendarme sonríe:
-
Nos ha dado mucho
trabajo, pues todos creíamos que tardaría poco en cansarse de estar sola.
El policía con voz que se asemejaba a un trueno le pregunta:
-
Cuando se casó con este
individuo ¿sabía acaso quien era y cómo se llamaba?
-
Anna abre los ojos de par en par ¿pero a dónde
quería ir a parar ese policía? El hombre ignorando la reacción de Anna y prosigue:
-
¿Cómo desea que le
llamemos, Michel, Javier, Lucas el trapecista?
Anna reacciona de repente, unos días antes de
lo ocurrido recuerda haber firmado unos documentos, pero dice que como una
estúpida no leyó su contenido, todos los allí presentes, esperan que hable
Anna, pero después de un angustioso
silencio, Anna rompe a reír cómo si le hubiera dado un ataque de risa.
Y mientras se seca las lágrimas de los ojos
producidos por la hilaridad, dice al gendarme:
-
Nunca se le ocurra
llorar por un muerto, porque sólo los
vivos dan motivos suficientes para producir penas duraderas.
Al salir del cuartel de la guardia civil del pueblo,
Anna dirige su mirada hacia la ladera de la colina que le dio refugio y también
la libró de cualquier acusación, pues se había convertido en una idealista y
mística eremita.
Nadie sabría jamás que ella era la que había
engañado a su falso marido, pues había hecho un seguro de vida a aquella mujer
que, desde hacía tiempo, sabía quién era, ella era su única beneficiaria y… cuando se
hiciera un retoque de cirugía plástica, ¿creen acaso que la reconocería alguien
de su entorno? El contenido de la taza,
le hizo el trabajo sucio.