miércoles, 23 de abril de 2014

El apartamento (2ª parte)



Empezó a subir con cautela y se dio cuenta de que no tenían bocel, aquellas escaleras estaban suspendidas de una sola parte que se engullían en la pared de piedra, apenas se veía pero también estaban cubiertas de hojas y ramas. Tenía vértigo e intentaba no mirar atrás, aquello era imprescindible para no caerse pero por el rabillo del ojo pudo ver cómo a su paso los peldaños se deshacían, volviéndose polvo que se difuminaba y mezclaba con la penumbra fantasmagórica.
Anna ya no tenía más remedio que subir, no había posibilidad de volver hacia atrás, pronto dejaría de ver aquella pared que la escupió desde el espejo de su armario y perdería toda referencia. Se quedó quieta en su escalón pensando que quizás volvieran a aparecer pero no lo hicieron y pensó que podían desintegrarse antes de subir al siguiente y sus piernas empezaron a temblar, tanto que creyó que no podrían soportar el peso de su cuerpo. No había nada donde agarrarse y se aferró con las uñas a los  salientes de la pared, intentó respirar lentamente hasta que sus piernas recobraron la fuerza para seguir adelante.
Se acordaba de sus padres y sus hermanos, imaginaba que la buscarían removiendo cielo y tierra hasta encontrarla pero eso ocurriría si estuviera y allí no la buscaría nadie porque al otro lado de la pared no había más que otra vivienda en venta, nadie creería que allí había una puerta que te condujera a otra dimensión. Había quedado con su hermana mayor para enseñarle su casa totalmente amueblada y la ayudara a elegir el color de las cortinas pero ¿cómo podría entrar sin llave?, se la pediría a sus padres…Aún así eso no ayudaría mucho para que la encontraran y si fuera capaz de pasar al otro lado, estarían las dos atrapadas sin remedio.
¿Por qué le ocurría esto a ella? No se lo merecía, de eso estaba segura pero también sabía que algunas veces ocurrían cosas terribles a gente que no se las merece, que llevan una vida normal y son buenas personas así que esos pensamientos no la ayudaron nada.
Siguió subiendo y vio como aparecían unas sogas suspendidas del techo, un techo que no se veía pues debía estar muy arriba, decidió agarrarse a ellas para sentirse más segura y a medida que subía, los peldaños giraban y se convertían en una rampa. Por fortuna tenía aquellas sogas que la ayudaban y aunque se resbalaba siempre tenía tiempo para pisar el siguiente peldaño aún horizontal.
Anna no sabía cuánto tiempo llevaba allí en su ardua misión de escalar aquellas huellas de escalera, el paso del tiempo era distinto, su reloj tan pronto marcaba una hora como otra y la atmósfera que se respiraba era densa, masticable, a veces caliente y húmeda como una sauna y otras gélida como el polo.
Cuando parecía que se había acostumbrado a subir ayudada por la soga, subió un par de peldaños y empezó a sentir que sus pies ya parecían no pisar madera, la sensación de Anna era de pisar algo viscoso y pegajoso como la brea de la cual le costaba sacar los pies pues en cada peldaño se hundía un poco más hasta que perdió un zapato. Esa sustancia negruzca era tan oscura como lo que podía observar que dejaba atrás y a cada paso que daba tenía frío pero sudaba a raudales, le sudaban las manos y pies como nunca por el vértigo y el miedo…


jueves, 10 de abril de 2014

El apartamento (1ª parte)



            Si un mes antes alguien le hubiera dicho: “cierra los ojos e imagina cómo sería tu casa ideal…”
            Anna ya había cumplido los treinta, después de dudar sobre si comprar o no y acuciada por la situación económica difícil, sabía que no era el mejor momento pero cuando leyó uno de los folletos que inundaban los buzones vio una oferta tentadora, se vendían apartamentos a muy buen precio cerca del centro de la ciudad, en unos terrenos dónde se ubicó hacía ya más de cien años un antiguo sanatorio, un lugar que casi nadie recordaba.
Los alrededores donde se habían construido eran muy bonitos, cubiertos de vegetación y cargados de sensación inhóspita, esa sensación que a veces rezuman lugares bellos y a la vez estáticos, sin vida aparente. Allí azotaba mucho el viento y renovaba el aire enrarecido por el humo de los coches a la vez que batía las ramas imponentes de eucaliptos gigantes haciendo un ruido que intimidaba a quien pasaba.
Anna tardó poco en amueblar su apartamento y una semana después al poco de comprarlo se fue a vivir a él. Al principio parecía estar sola en aquel edificio y pensó “Será cuestión de tiempo, los demás vecinos ya llegarán y al menos por ahora no me molesta nadie”.
Pasó una semana y todavía no se había encontrado con ningún vecino, solamente con el portero que guardaba la finca, un viejo huraño de pocas palabras que siempre le preguntaba dónde iba y al que siempre le dijo que era la vecina del tercero.
La primera noche que durmió en su apartamento, el silencio que se podía apreciar era ensordecedor, inquietante pero creyó que se le pasaría en unos días en cuanto empezaran a llegar los vecinos.
A la mañana siguiente, se levantó con mucho cansancio, se fue al baño y allí se asustó al verse en el espejo pues tenía un aspecto horrible con un ojo morado como si le hubieran dado un golpe y la cara arañada. Era imposible que no se hubiera despertado si se hubiera caído de la cama, estaría muy dormida, pero ¿y los arañazos? ¿se los había hecho ella?
Después de desayunar y ducharse, Anna se disponía a organizar un poco la casa pero no sabía por dónde empezar. No le gustaba cocinar demasiado así que optó por organizar el vestidor de su habitación. Aquel vestidor era una de las partes de su casa que más le gustaba aunque no era demasiado grande para albergar toda la ropa que tenía; con una puerta corredera que lo separaba del dormitorio, disponía de un espejo de cuerpo entero  y percheros y baldas a ambos lados, además estaba muy bien iluminado.
Pensó en limpiar primero el espejo y quitar el polvo a las baldas para poder poner su ropa y así lo hizo, cogió el limpiacristales y una bayeta naranja y empezó a limpiar, comenzó por arriba con la ayuda de una escalera; a ella siempre le dieron miedo las alturas y padecía de vértigo así que aquello era toda una prueba a superar. Luego retiró la escalera y siguió por abajo dando brillo a aquel fantástico espejo que de una pasada a otra parecía estar volviéndose viscoso, ahumado, volátil, tanto que engulló a Anna sin que ella apenas lo notara y cayó de rodillas al otro lado del espejo de su vestidor.
 Anna por un momento creyó que era todo consecuencia del vértigo y que se había mareado o todavía lo estaba, pero Anna estaba viva, lo sentía, le dolía el golpe que se había dado en las rodillas, eso era de estar viva pero ¿dónde?
Allí estaba oscuro pero no demasiado para no ver que había una vegetación abundante, parecían árboles de muchas ramas y el suelo era de piedra, adoquines de granito y estaban fríos, muy fríos. También había una escalera que subía hacia algún lugar, de peldaños de madera y Anna no apreciaba ver más desde donde estaba.
Tenía miedo, mucho miedo, podía sentir su propia respiración como si fuera la de otra persona, una persona que respiraba en su nuca y le impedía pensar con claridad. No sabía qué hacer,  si pedía auxilio no la oiría ninguno de sus vecinos porque no vivía nada más que ella en el rellano, pero debía intentarlo y cogió todo el aire posible para  hacerlo, así fue cómo comprobó que no salía ningún sonido de su boca por más  que la abriera, que se ahogaba cada vez que lo intentaba.
Lo segundo que intentó fue aporrear la pared helada de piedra por donde había salido; su flamante espejo, su apartamento recién estrenado debía estar al otro lado, tenía que estar al otro lado y cogió y golpeó una y otra vez aquella pared hasta que le sangraron las manos. Anna estaba desesperada por lo que le estaba sucediendo, no podía ser real pero estaba sucediendo, ella sí era real, de carne y hueso y estaba allí, en su sitio desconocido, oscuro, lúgubre, había llegado a un submundo en el cual sólo había una salida, subir por aquellas escaleras de madera.

Continuará...

jueves, 3 de abril de 2014

Queridos lectores:
Hoy he querido hacer un pequeño homenaje a nuestra Ciudad Monumental, un tesoro que debemos valorar por su grandeza..
Espero que os guste.
Teresa.




¿QUE ÉS POESIA?

A veces lo pienso…pero ¿quién no se ha hecho alguna vez ésta pregunta?
Yo por supuesto me la he hecho alguna que otra vez, llegando a mi propia conclusión.
Para mí poesía es pasear al anochecer por calles empedradas, estrechas y empinadas bajo la titilante y tímida luz que sólo sabe dar un farol encendido en una esquina entre dos calles.
También para mí es poesía, cuando pasas delante de un portal que luce un dintel de sillería y que corona una puerta recia de madera antigua tachonada, que con sólo mirarla parece decirte en susurros:  
“Párate, no tengas prisa porque te quiero contar mi historia pasada”.
Para mí poesía es pasear las noches de luna llena por callejuelas y poder contemplar cómo todo se transforma por arte de magia cuando ante nuestra vista aparecen las torres desmochadas, perfiladas y alargadas.  Esas que alumbradas por el gran faro redondo de la luna que con su  intensa luz plateada las embellece dotándolas de un misterio, a veces sobrecogedor y que, sin esperar a que puedas preguntar, te cuentan con su silencio pétreo y elegante sus batallas vividas, que tal vez fueron propiciadas por la fuerza de un gran amor prohibido.
Poesía es cuando sientes cómo  tu espíritu se funde con la piedra milenaria, mientras por las vericuetas calles vas escuchando el gemido del viento que parece acariciar tu cara.
Por esta razón yo pienso que esto para mí, sí, es poesía y más aún, cuando de improviso eres atrapada inesperadamente por un embrujo que, no sabes cómo,  ni de dónde ha salido…eso  para mí es poesía.
Desde no hace tanto tiempo, a esta ciudad la empezaron a llamar Monumental y creo que es titulo merecido, pero si fuéramos justos, al mirarla con detenimiento y analizar su enorme presencia se le podía añadir el título de “Señorial”.
Pero yo, con toda humildad prefiero llamarla como siempre la conocí “Cáceres” y por qué no, también “Norba-Caesarina” mientras sus paredes hablen a todo aquel que pasa por su lado y que quiera escuchar lo que cuentan de su largo caminar, esos caminantes  que sin apenas darse cuenta perciban en su piel esa sensación transformadora,  con sólo cerrar los ojos que te puede transportar a un sueño que, aunque sea pasado, te hace sentir y revivir la época medieval.
Eso para mí es poesía.

 Foto: Arco de la Estrella (Cáceres).
Fuente: jugimo. blogspot. com

martes, 1 de abril de 2014

Entrevista en Sentir Cáceres TV

Queridos lectores:
Ya han publicado en su página web la entrevista que me hicieron en Sentir Cáceres TV.
Espero que os guste.
Teresa

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Entrevista Teresa Sentir Cáceres TV