lunes, 20 de enero de 2014

Siempre se debe mantener la lucidez (final)



 En esos momentos supo que aquel chico nunca le atrajo, sentía que la cabeza le iba a estallar, cada vez entendía menos porqué estaba saliendo con él. Cuando sus ojos se cruzaron Anna dio un paso atrás, ya estaba segura de lo que estaba viendo, aquel cuadro…tenía grabada su cara y entonces empezó a recordar toda  la manipulación que urdió para que olvidara al chico que ella admiró desde que empezó la carrera.
Siempre le decía cuando salían que tenía que olvidar que existían más hombres que él. Pero hasta este momento no supo, que lo único que pretendía con su actitud, era que también se olvidara de todo lo vivido y lo estudiado. Ahora, ante aquel cuadro delatador sabía que  aquel hombre lo que deseaba con su actitud era alejarla de su círculo de amistades y así apoderarse de su sabiduría. Ella ahora aterrada estaba descubriendo que Carlos la manipulaba para poder penetrar en la magia de su cabeza. Pero ya era tarde, se había dado cuenta y  nunca lo lograría, por mucho que aquellos ojos de aquel cuadro siniestro tuvieran la influencia del poder maligno.
El murmullo seguía en el patio de la casa, no quería hacerse ilusiones de que pueda haber más gente y que no estaba sola. Se serenó unos segundos, tenía que canalizar, todos sus sentimientos y mirando a Carlos que aún insistía para que se acercara al cuadro, se dirigió a él con voz fuerte que no creyó que poseía y le dijo:
- El saber es como una anguila que se escapa de las manos no respetando las reglas del juego.
 Carlos ante estas palabras, rojo de ira, se abalanzó sobre ella, en esos momentos, aquel murmullo que venía del patio entró en aquel salón.
 Carlos desapareció absorbido por el cuadro.
Aquel chico que siempre le gustó estaba allí con sus amigos de siempre, todos se acercó a ella, una de las chicas le dijo:
- ¿Cómo has podido elegir esta casa para nuestra fiesta de fin de curso?
Anna no sabía qué decir, ella nunca tuvo en su pensamiento hacer allí ninguna fiesta. ¿Quién había dado la voz de alarma para que todos fueran allí?
Mientras, alguien decía:
-          Fijaos, ese cuadro parece echar humo, debíamos salir de aquí cuanto antes,  esta casa no parece dar buenas vibraciones.
Cuando salieron todos de aquella casa, Alfonso le dijo:
-          Este tipo casi estuvo a punto de apoderarse de ti pero para Dios nada es imposible. Tú no podías caer en esas manos.  
Una vez en la calle, Anna miró hacia atrás  y vio tres cuervos graznando en el alero del tejado. Aquel ruido de picoteo en el zinc del canalón componía,  junto al graznido, una sinfonía perfecta que se ajustaba al ambiente de aquella casa.
Dos días después y cuando el grupo partía hacia la playa después de saber los resultados de los exámenes, la prensa daba la noticia de que una casona abandonada en un barrio medieval había sido devorada por un incendio, sin poder salvar nada del antiguo mobiliario que allí se encontraba.
Alfonso que se encontraba sentado en aquel autobús al lado de Anna, la toma de la mano y con cariño le dijo:
- No vuelvas a tener más equivocaciones como ésta porque quizás yo no pueda ayudarte.
El resultado de aquella experiencia le enseñó que la vida es mucho más que estar dotada de inteligencia, porque si no está bien canalizada se convierte en un hilo muy delgado y débil. En cualquier momento una persona que desee lo que tú posees  lo puede cortar aunque no obtenga más que el beneficio de saber que vales tan poco como él.

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