Hacía tan solo tres años que Inés
entró a formar parte de un grupo que investigaba todo lo relacionado con los últimos
hallazgos arqueológicos de la ciudad de Menfis.
Aquella noche, cuando se
encontraba trabajando en su despacho; el teléfono sonó, lo descuelga airada y,
al otro lado del hilo, una voz conocida le invita a salir para tomar una copa;
cuando cuelga el teléfono, sonríe al pensar que, aquella llamada había sido de
lo más oportuna, estaba necesitando desde hacía días olvidar por unas horas, su
adicción al trabajo.
Esa noche precisamente había
terminado de reunir toda la documentación que necesitaba para ultimar una tesina que le había pedido que
hiciera la Universidad, sobre uno de los nuevos hallazgos, en este caso se
trataba de un espécimen, que en el dosier era llamado el “escarabajo marrón”, una especie
extinguida hacía 2.000 años.
Desde que empezó a trabajar en
esa investigación, había dedicado muchas horas de trabajo y, grandes dosis de
concentración y meticulosidad.
Antes de salir a la calle, se
mira al espejo para retocar su maquillaje, y se da cuenta que sus ojos
denunciaban el cansancio que sentía y, que había amortiguado su habitual
luminosidad. Entonces creyó conveniente salir cuanto antes de allí, tenía que
cambiar de ambiente y perder de vista aquellas cuatro paredes del despacho.
A pesar, de haber cumplido los
treinta, desde hacía tiempo, no frecuentaba los lugares de moda entre la
juventud, donde cualquier joven de su edad disfrutaba cada fin de semana.
Aquella noche, puntual llegó ilusionada
al punto de encuentro: Habían pasado al menos tres cuarto de la hora prevista
y, aún no había llegado ninguno de sus amigos. Después de pasar un tiempo que
ella llamó prudencial, decide salir de allí, pues le estaba molestando el
saberse observada por un chico que se encontraba apoyado en la barra. Inés, lo
mira detenidamente, desafiante y, pudo ver unos ojos negros de mirada profunda
que destacaban en su tez morena, poco habitual en Cáceres para el mes de
Noviembre; llegando a pensar que quizás fuera uno de esos jóvenes ociosos que
les gustan jugar al golf cuando más calienta el sol.
Estos pensamientos son rotos
cuando aquel joven se acerca a ella en actitud amistosa. Inés reacciona al
mirarlo de una manera que le dio a entender que estaba midiendo las distancias;
por eso su voz al dirigirse a él, sonó hueca cuando le dijo. No tengo el gusto
de conocerte. Aquel joven sin mover un solo músculo de su cara, le contesta con
voz calmada; ¡parece que no ha tenido mucha suerte esta noche con su cita!.
Una ira contenida, casi le hace
explotar, pues creía estar pasando por una estúpida experiencia y, tuvo que
hacer un esfuerzo para convencerse de que aquella situación por la que estaba
pasando, no era para tanto.
Él, se disculpa, pues tan solo
quería ser amable, para que le fuera más relajada la espera, hasta que
apareciera la persona que le había citado.
Inés, se sonroja al pensar que
aquél plantón que le habían dado sus amigos había sido en toda regla. Cuando se
serenó, llama al camarero para pedirle la cuenta, mientras miraba, al joven
para pedirle disculpas, por la forma en
que le había hablado.
De repente y, antes de que el
camarero pudiera coger el dinero de su consumición; el local se queda a
oscuras, después de unos minutos a oscuras aquella situación parecía
prolongarse, los clientes que llenaban el local empezaron a ponerse nerviosos.
Cuando y, sin saber cómo en su brazo notó una presión, tan fuerte como si lo
hubiera metido él brazo en una cabina la cual se lo comprimía, no le dio tiempo
a gritar, porque inmediatamente después de mover el brazo aquella presión cedió
de repente y, al tocárselo sintió un dolor agudo, que iba acompañado de un
intenso calor. Se encuentra tremendamente asustada, no podía entender lo que
allí estaba sucediendo.
Pero al mirar para atrás no vio
nada, tampoco había posibilidad alguna de poder ver algo en aquella agobiante
oscuridad; pero, alguien a su espalda, habló y, creyó oír que le decía algo,
pero le pareció ininteligible a consecuencia de aquel desorden; sus nervios a
cada momento que pasaba aumentan; ese ser desconocido, de nuevo había vuelto a
hablarle, ahora, sintió que le había rozado la oreja con su boca. La gente cada
vez se sentía más desesperada y, no dejaba de vociferar demandando que fuera
encendida al menos una luz de emergencia.
En aquellos momentos, y en medio
de aquella oscuridad, Inés pudo ver la figura de un escarabajo que desprendía
destellos de luz, se encontraba posado en la campana de aquella cafetería;
asustada, mira a su lado para decirle a aquel joven si veía lo que ella estaba
viendo. Pero él no podía contestarle, pues de repente cayó al suelo desplomado
junto a sus pies. Asustada al oír aquel
golpe, se inclina hacia el suelo no sabiendo qué hacer en aquellas circunstancias,
pues seguía sin poder ver nada, con el instinto de ayudar a su prójimo, se
agacha hasta casi a ras de suelo, con su mano intenta palpar el rostro de aquel
joven, cuando cree que lo ha encontrado intenta reanimarlo, pero retira su mano
precipitadamente aquella cara que acababa de tocar se encontraba fría cómo el
mármol.
Lagrimas de terror empezaron a
inundar sus ojos. Desconcertada de nuevo dirige su mirada hacia la campana;
allí, estático, se encontraba el escarabajo…Ante aquella nueva visión, sintió
un pálpito tremendo que no solo estremeció su corazón si no también su cuerpo,
en este estado de absoluta excitación, creyó que iba a caer al suelo desmayada.
De pronto, en aquella cafetería
se hizo un silencio, que llegó a ser mucho peor que el murmullo de las voces.
De nuevo mira obsesionada hacia aquella maldita campana convencida de que todo
lo que estaba viviendo eran alucinaciones por el exceso de trabajo. Aquel
insecto parecía haber crecido, se podía apreciar que era mucho más grande:
Sumida en el terror, creyó ver que la miraba, dio un paso atrás, su cuerpo se
tambaleó y, entonces creyó que había
tropezado con un cuerpo que se encontraba tendido en el suelo.
Se tapa la boca antes de proferir
un grito de espanto, aquella cafetería se le antojó un cementerio, donde todos
parecían estar muertos tumbados en aquel suelo. ¿Pero porqué ella no?. Sin
fuerzas para sostenerse en pie, y sin ganas de pensar, apoya un brazo en aquel
mostrador siniestro, queriendo convencerse de que todo lo que allí estaba
pasando sólo podía ser fruto del agotamiento.
........ continuará .....
........ continuará .....
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