No
había amanecido y Lola se despierta sumida en una pesadilla que parecía
asfixiarla, se frota los ojos e intenta relajarse pues no tenía motivos ni
argumentos para tan grande desasosiego.
Al
alba se acerca a la ventana y en el horizonte se asomaba un tímido amanecer que
anunciaba un maravilloso día de Abril. Abre el cajón de su tocador y todo está
en orden pero ¿qué motivo le hizo pensar que los complementos que tenía que
lucir no estaban en su sitio? No entiende que le pasa, la sangre parece un
torrente en sus venas. Espera impaciente que su madre se levante para tomar el
desayuno, no había motivo alguno para que se alarmara con sus estúpidas
pesadillas.
Nada
más entrar en la cocina, su madre le dice que le habían llamado por teléfono.
-
¿Quién ha sido a estas horas?
-
Creo que ha sido tu amiga Silvia pero no estoy muy segura.
Lola mira el reloj de la cocina que estaba colgado frente al frigorífico
simulando un plato y marcaba las ocho de la mañana. Después de una pausa de silencio:
- Hija, perdona pero tu amiga te
espera al teléfono.
-
Hola Silvia-dijo con desgana-has llamado muy temprano, acabo de levantarme,
¿sucede algo?
-Nada,
solo quería que supieras…pero ¿puedo hablarte? me da la sensación que aún
tienes los ojos pegados, ¿no has dormido bien? Sabes que no puedes faltar esta
noche a nuestra cita.
-
¿Y para eso me llamas casi de madrugada?
Lola
sentada ante un café que le había servido su madre hace un gesto como el que se
hace cuando te hablan de cosas que no te importan.
-
Cálmate también es para comunicarte que
hemos cambiado el lugar de la celebración, ahora va a tener lugar en un pequeño
y coqueto hotel que no se sabe cómo ha encontrado Raquel en la calle Serrano,
creo que te va a encantar, todo él respira romanticismo por los cuatro
costados, se dice que en el salón principal (donde vamos a celebrar la fiesta)
se reunían alguno de los poetas más
destacados de la época para hacer sus tertulias.
Lola
cuelga el teléfono, con un suspiro de resignación.
Aquella
noche de la cita Lola se presenta en aquel hotel cuando el carillón del reloj
del vestíbulo daba las nueve campanadas. Al entrar en el salón donde estaba
prevista la fiesta, da un grito al recibir la agradable sorpresa, allí se
encontraban reunidas todas aquellas que fueron compañeras de colegio.
Unos
segundos después de haber hecho su entrada triunfal, las luces se apagan y extrañamente
no se oye la algarabía que se forma en estos casos y mucho más si todas las
allí reunidas eran jóvenes. Al volver la luz cree estar soñando, todas con
antifaces de raso, otras vestían con descaro de coristas unos corsés con
ligueros, también lucían en sus muñecas ligeras esposas doradas, algunas se habían
disfrazado con uniformes de policías de pega, dos de ellas que parecían estar
más metidas en la interpretación de la comedia levantaban al aire látigos
suaves de cuerdas de seda.
Todas
en conjunto con su vestimenta derrochaban una imaginación sin límites, que le
pusieron el nombre de “La fiesta Sadomaso Light”. Aquella sala parecía desprender chispas de alto voltaje.
¿Pero
aquella era su fiesta de despedida de soltera? Asombrada pensó ¿de dónde habían
sacado tanta parafernalia? ¿Qué era lo que pretendían decirle?
Una
de ellas se acerca al verle la cara de
espanto que se le estaba poniendo le dice:
-
Esto no son más que las nuevas
tendencias de la moda para las casaderas.
Una
más se une al grupo y dice con picardía:
-
Esto
es para que se practique.
¿Pero
estaban todas locas?
Lola
después de una noche de insomnio llena de pesadillas no estaba dispuesta a
participar en ninguna bacanal por muy moderna que ésta fuera o tal vez era ella
la que no entendía todas aquellas insinuaciones sutiles que de alguna manera la
invitaban a desprenderse de esa timidez ñoña que siempre la acompañó.
Después
de la cena, se ingirieron muchas copas de más, algunas de las amigas
influenciadas por el exceso de alcohol, contaban chistes que parecían mofarse
del matrimonio. Lola se fijó en una que no llevaba antifaz, no la conocía como
amiga, y cuando se acercó a ella, la desconocida dio un paso atrás insinuando
no querer hablar con ella, ante esta extraña actitud se quedó pensativa.
Aquella
fiesta no supo el porqué, no le gustaba, sentía en su cuerpo malas vibraciones,
para ella no estaba resultando divertida.
Después
de tres largas horas de loco desenfreno y de hablar con descaro de intimidades
de alcoba, se acerca a Silvia para despedirse de la fiesta alegando el tener
que madrugar al día siguiente para ir a la peluquería. Pero su intento de
escapar de allí fue inútil, no teniendo más remedio que aguantar a duras penas
las groserías lógicas de un exceso de alcohol en las venas.
Se
dirige al baño pensando que al menos estaría un rato sin escuchar tantas
sandeces, se mira al espejo del tocador con detenimiento y piensa que aún es
joven para casarse, se mira la mano y en el dedo luce el anillo de compromiso.
En esos momentos no recordaba cuando había decidido casarse y el porqué había
dado ese paso…tampoco recordaba cuándo se puso en relaciones con su novio…no
entendía que era lo que le estaba pasando.
En
su mente se había desdibujado el rostro del que iba a ser su marido, quizá era
todo un sueño, no lo reconocía. Por más que pensaba, su mente parecía estar jugándole
una mala pasada y recordaba a intervalos cosas como haber bebido en la cena una
copa de vino, ¿pero por qué tanta confusión en su mente? Ya no sabía si el
hombre con el que se iba a casar a la mañana siguiente era guapo, tal vez
arrogante, quizá se hizo novia de él al sentirse sola en Londres, cuando hacía
un curso de inglés. Ahora recordaba que él la miró como nunca antes la había
mirado ningún chico ¿pero cuándo se comprometieron? Se encontraba muy confusa,
ya estaba dudando hasta de quien era ella y qué hacía allí, todas decían que se
casaba…
Continuará...
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