miércoles, 28 de agosto de 2013

Una intriga constructiva (2ª Parte - Final)


Se sienta en la taza del wáter, y al cerrar los ojos le viene a la memoria, su traje de novia, pero era todo tan extraño, lo estaba viendo desde allí, colgado como si fuera un ahorcado en el tirador de la pequeña puerta del maletero del armario de su habitación, que al despertar y verlo, tuvo la sensación de tener frente a ella un fantasma alargado que se mecía lenta, muy lentamente, y que durante toda la noche  la había estado vigilando como un guardián carcelero. Siente un tremendo escalofrío. Una de sus amigas al notar su ausencia, la busca en los lavabos al no verla la llama dando golpes en cada puerta que cerraba los wáter, diciendo ¿estas ahí?, al no recibir respuesta sale airada, diciendo, te esperamos aún queda por obsequiarte con otra sorpresa.

Lola se queda allí agazapada, horrorizada, ¿con qué podían sorprenderle ahora? No se fiaba de ninguna de ellas, ¿porque habían cambiado tanto en su corta ausencia?

De repente el tocador se llena de jóvenes que con alboroto se disputan un sitio preferente en el espejo para retocarse el maquillaje. Espera a que salgan todas, cuando  se queda en silencio sale de su escondite, pero una voz aflautada de mujer interrumpe su salida, se detiene al oír pronunciar su nombre, de sopetón esa mujer le dice ¿tus padre sigue teniendo el puesto de secretario de Estado, verdad?, Lola no sale de su asombro, ¿Quién era esa mujer? Tan solo sabía que era una intrusa en aquella fiesta de locas, pero…¿qué había querido decir con la pregunta del puesto que ostentaba su padre?, todos los conocidos lo sabían, era lo más absurdo que jamás le habían preguntado. Se acerca a ella, ¿quién demonios eres? Yo no te he visto en mi vida. La intrusa sonríe mirándola con desprecio, y le dice, ya parece que empiezas a reaccionar…Lola de repente cree reconocer aquel timbre de voz, pero esa voz no la asociaba para nada a la persona que ella creía que era…cuando Lola la mira de cerca y la mira a los ojos, creyó ver en ellos como llameaban de ira, no supo el porqué pero pensó en Carla, esa amiga que no se sabe porqué siempre se puso a su lado como una sombra, ¿y si había cambiado de físico? Estaba de moda la cirugía estética.

No podía entender a qué clase de juego estaba jugando.. Y que fue lo que le pasó para que un día desapareciera de la faz de la tierra, y ahora que era lo que pretendía de ella. Se acerco a Lola hasta casi rozarle la cara, creo –dijo—con un descaro que rayaba al cinismo. Por tu expresión me estás dando a entender que me has reconocido, pues ahora que parece que ya te has despejado del fármaco que te puse en el vino, quiero que sepas que tú mañana no te casas, porque estoy aquí para impedírtelo, Lola no recordaba haber bebido tanto como para tener alucinaciones, pero que era lo que le había echado en su copa. Aterrada sale corriendo hacia la puerta de salida, pero Carla pone la mano en la puerta para impedírselo.

No creas que me he vuelto histérica…suspira, estoy la mar de tranquila todavía quedan unas horas para que yo me ponga tu traje de novia, y no intentes divagar escarbando en tus recuerdos, no lo hagas, porque yo te lo voy a impedir.

Lola cree estar frente a una perturbada, y tiembla al ver como suelta una carcajada sin sentido.

¿Sabes que murió mi madre?

¿------¿

--Pues no te has enterado que no me dejó un Euro para poder sobrevivir.

De nuevo Lola no entiende nada de lo que está diciendo.

¿Estás viendo mi cara? Pues desde ahora, va a ser la tuya, si, la de esa hija adorada de un adinerado, y también la esposa enamorada del adonis de Chard, y vuelve a reír bajo la mirada de terror de Lola. Carla abre su bolso, se le ve relajada, al mirarla dice, no vas a sentir nada, te lo prometo, pero tienes que ser buena chica—dijo como si fuera una madre dando un jarabe a su pequeña—en sus manos temblorosas blandía una aguja de tejer hueca por dentro, impregnada de cianuro preparada para su propósito y dispuesta para clavársela.

 Te puedo asegurar, que no van a encontrar para nada ningún indicio de asesinato, porque todo lo tengo previsto para que parezca un ataque al corazón. Pero que estaba diciendo cada vez entendía menos lo que hablaba aquella descerebrada, le estaba diciendo que iba a usurpar su persona. No podía ser, la cirugía estética tenía su tiempo para poder ver los resultados, eso no se podía hacer en un día. Era otra de las bromas de las que le habían preparado.

La puerta se abre inesperadamente, interrumpiendo la conversación, entra Silvia con otra amiga más, para llevar a Lola de nuevo a la fiesta, Carla se asusta al recibir un golpe en el brazo con la puerta, y clava la aguja que estaba destinada para Lola, a Silvia que cae al suelo fulminada, Carla se precipita sobre Silvia para ayudarla pero tropieza con los pies de Lola y esta cae precipitadamente sobre Silvia, clavándose justo en el corazón un pequeño trozo de aguja que no se había introducido en el cuerpo de Silvia.

Mientras, Lola no puede moverse, sus piernas parecían haberse clavado en el suelo, Kati, la amiga que acompañaba a Silvia, se acerca a los cuerpos inertes para cerciorarse que han fallecido, al levantarse los pelos de Carla se enredan en uno de sus botones de la chaqueta, al intentar desengancharse, de un tirón, la peluca sale entera de la cabeza y horrorizadas ven que venía adosada a una careta… bajo la cual se encontraba reproducida fielmente la cara de Lola, Kati aterrada mueve la cabeza de Silvia, le quita la peluca con precisión…y de nuevo con estupor, aparece la verdadera cara de aquella mujer que no era la de Silvia, ¿Dónde estaba Silvia?

Las dos amigas se miran, ¿Qué estaba pasando allí?

Lola presa de pánico, ¿dime Kati, que es lo que está pasando aquí?

Lola es presa de un ataque de nervios y se pone a llorar con desconsuelo, Kati, intenta calmarla.

 Cuidado que eres tonta, todas sabíamos que Carla junto con Silvia estaban tramando algo contra ti, las hemos estado siguiendo desde hace tres meses, también sabíamos que deseaban tener todo aquello que tu podías tener, Carla se empeñó en ser la hija adorada que tú siempre fuiste, y la esposa de un hombre que ella nunca podía haber soñado tener.

Pero… ¿todo eso lo sabías?,

 ¿ porqué no me lo dijiste?

Porque era parte de una investigación. Nadie sabe que pertenezco al cuerpo de Seguridad del Estado.

Aquella fiesta se había transformado en un drama maquiavélico, habiendo sido urdido para usurpar su persona, ante sus padres.

Kati hace una llamada desde su móvil.

Unos segundos después aparecen dos hombres vestidos de policía levantaron los cadáveres, y desaparecieron.

Lola cuando llega a casa ya casi al amanecer, va directa al baño, se mete en la ducha y se frota el cuerpo con energía, dejando que el chorro de agua caliente resbale por su cuerpo, arrastrando por el sumidero todos sus temores, haciéndola sentir una agradable liberación, al secarse exhala un suspiro, la razón había vuelto de la locura. Va a su alcoba y ve ilusionada que el cajón de su tocador seguía estando en orden, ahora estaba segura que le esperaba la dicha junto a Chard.

Lola aquella noche de bodas se vistió como le habían insinuado sus amigas, quería ser la novia más sexi, en una fiesta (esta vez íntima) llamada Sadomaso—Light.

Pero cuando Chard, al salir del baño la ve vestida con esas guisas, la mira de arriba abajo, con ceño fruncido, esto no era lo acordado…dije bien claro que nada de sexo. Lola no se atreve ni a mirarse, nunca se había sentido tan ridícula en toda su vida, se pone una bata precipitadamente, está consternada, ¿se estaría volviendo loca?

Llaman a la puerta de la habitación del hotel, de aquel hotel que Lola había elegido para empezar una vida llena de dicha.

Chard, la mira furioso, sus ojos desprendían cinismo, ¿esperabas a alguien? Ninguna de los dos se atrevía a abrir la puerta, ella por temor, se veía como la víctima de una trama contra ella. La puerta es abierta con la llave maestra cedida por el director del hotel.

Un corpulento policía entra precipitadamente. Lola se queda muda y quieta en medio de la habitación, ignorando todo lo que allí estaba sucediendo, Chard, aprovechando la confusión de Lola y al verse descubierto, intenta salir por una de las ventanas que dan al jardín, y cuando estaba a punto de salir corriendo, nota el frio acero de unas esposas que se ciñen es sus muñecas.

Ahora sabe con certeza que aquella noche anterior a su boda no había sido solo una pesadilla, sino una premonición.

Pero…¿Qué había sido de su amiga Silvia?

domingo, 25 de agosto de 2013

Una intriga constructiva (1ª parte)



No había amanecido y Lola se despierta sumida en una pesadilla que parecía asfixiarla, se frota los ojos e intenta relajarse pues no tenía motivos ni argumentos para tan grande desasosiego.
Al alba se acerca a la ventana y en el horizonte se asomaba un tímido amanecer que anunciaba un maravilloso día de Abril. Abre el cajón de su tocador y todo está en orden pero ¿qué motivo le hizo pensar que los complementos que tenía que lucir no estaban en su sitio? No entiende que le pasa, la sangre parece un torrente en sus venas. Espera impaciente que su madre se levante para tomar el desayuno, no había motivo alguno para que se alarmara con sus estúpidas pesadillas.
Nada más entrar en la cocina, su madre le dice que le habían llamado por teléfono.
- ¿Quién ha sido a estas horas?
- Creo que ha sido tu amiga Silvia pero no estoy muy segura.
 Lola mira el reloj de la cocina  que estaba colgado frente al frigorífico simulando un plato y marcaba las ocho de la mañana. Después de una pausa de silencio:
          - Hija, perdona pero tu amiga te espera al teléfono.
- Hola Silvia-dijo con desgana-has llamado muy temprano, acabo de levantarme, ¿sucede algo?
-Nada, solo quería que supieras…pero ¿puedo hablarte? me da la sensación que aún tienes los ojos pegados, ¿no has dormido bien? Sabes que no puedes faltar esta noche a nuestra cita.
- ¿Y para eso me llamas casi de madrugada?
Lola sentada ante un café que le había servido su madre hace un gesto como el que se hace cuando te hablan de cosas que no te importan.
-          Cálmate también es para comunicarte que hemos cambiado el lugar de la celebración, ahora va a tener lugar en un pequeño y coqueto hotel que no se sabe cómo ha encontrado Raquel en la calle Serrano, creo que te va a encantar, todo él respira romanticismo por los cuatro costados, se dice que en el salón principal (donde vamos a celebrar la fiesta) se reunían  alguno de los poetas más destacados de la época para hacer sus tertulias.
Lola cuelga el teléfono, con un suspiro de resignación.
Aquella noche de la cita Lola se presenta en aquel hotel cuando el carillón del reloj del vestíbulo daba las nueve campanadas. Al entrar en el salón donde estaba prevista la fiesta, da un grito al recibir la agradable sorpresa, allí se encontraban reunidas todas aquellas que fueron compañeras de colegio.
Unos segundos después de haber hecho su entrada triunfal, las luces se apagan y extrañamente no se oye la algarabía que se forma en estos casos y mucho más si todas las allí reunidas eran jóvenes. Al volver la luz cree estar soñando, todas con antifaces de raso, otras vestían con descaro de coristas unos corsés con ligueros, también lucían en sus muñecas ligeras esposas doradas, algunas se habían disfrazado con uniformes de policías de pega, dos de ellas que parecían estar más metidas en la interpretación de la comedia levantaban al aire látigos suaves de cuerdas de seda.
Todas en conjunto con su vestimenta derrochaban una imaginación sin límites, que le pusieron el nombre de “La fiesta Sadomaso Light”. Aquella sala parecía  desprender chispas de alto voltaje.
¿Pero aquella era su fiesta de despedida de soltera? Asombrada pensó ¿de dónde habían sacado tanta parafernalia? ¿Qué era lo que pretendían decirle?
Una de ellas  se acerca al verle la cara de espanto que se le estaba poniendo le dice:
-          Esto no son más que las nuevas tendencias de la moda para las casaderas.
Una más se une al grupo y dice con picardía:
-           Esto es para que se practique.
¿Pero estaban todas locas?
Lola después de una noche de insomnio llena de pesadillas no estaba dispuesta a participar en ninguna bacanal por muy moderna que ésta fuera o tal vez era ella la que no entendía todas aquellas insinuaciones sutiles que de alguna manera la invitaban a desprenderse de esa timidez ñoña que siempre la acompañó.
Después de la cena, se ingirieron muchas copas de más, algunas de las amigas influenciadas por el exceso de alcohol, contaban chistes que parecían mofarse del matrimonio. Lola se fijó en una que no llevaba antifaz, no la conocía como amiga, y cuando se acercó a ella, la desconocida dio un paso atrás insinuando no querer hablar con ella, ante esta extraña actitud se quedó pensativa.
Aquella fiesta no supo el porqué, no le gustaba, sentía en su cuerpo malas vibraciones, para ella no estaba resultando divertida.
Después de tres largas horas de loco desenfreno y de hablar con descaro de intimidades de alcoba, se acerca a Silvia para despedirse de la fiesta alegando el tener que madrugar al día siguiente para ir a la peluquería. Pero su intento de escapar de allí fue inútil, no teniendo más remedio que aguantar a duras penas las groserías lógicas de un exceso de alcohol en las venas.
Se dirige al baño pensando que al menos estaría un rato sin escuchar tantas sandeces, se mira al espejo del tocador con detenimiento y piensa que aún es joven para casarse, se mira la mano y en el dedo luce el anillo de compromiso. En esos momentos no recordaba cuando había decidido casarse y el porqué había dado ese paso…tampoco recordaba cuándo se puso en relaciones con su novio…no entendía que era lo que le estaba pasando.
En su mente se había desdibujado el rostro del que iba a ser su marido, quizá era todo un sueño, no lo reconocía. Por más que pensaba, su mente parecía estar jugándole una mala pasada y recordaba a intervalos cosas como haber bebido en la cena una copa de vino, ¿pero por qué tanta confusión en su mente? Ya no sabía si el hombre con el que se iba a casar a la mañana siguiente era guapo, tal vez arrogante, quizá se hizo novia de él al sentirse sola en Londres, cuando hacía un curso de inglés. Ahora recordaba que él la miró como nunca antes la había mirado ningún chico ¿pero cuándo se comprometieron? Se encontraba muy confusa, ya estaba dudando hasta de quien era ella y qué hacía allí, todas decían que se casaba…

 Continuará...

                                          Foto: es.123rf.com



lunes, 19 de agosto de 2013

¿Tuve acaso otra alternativa? (final)



La miro desconcertada, no tenía ni idea a qué se debía esa invitación. Acabábamos de conocernos y no sabía quién era, ni ella sabía quién era yo. Al mirarme me sonríe, con una de esas sonrisas de las que se sabe de antemano que va a ser aceptada su propuesta.
Nos dirigimos al palacio, nos adentramos en el zaguán. Ahora es el carillón del reloj de la torre de San Mateo el que retumba en mis entrañas, lo siento como un ruido siniestro. La puerta enrejada que guarda el patio se encuentra entornada y yo la sigo sin vacilar, subimos las escaleras de granito donde las paredes a su paso se cubrían con un tapiz vegetal de grandes hojas relucientes.
La galería está llena de retratos que contaban la historia dinástica de la familia. En mi desconcierto, creí ver que todas las caras de los que aparecen en los retratos de los cuadros tenían una sonrisa extraña. Cruzamos la galería, abre una puerta y ante mí aparece un gabinete tétrico con paredes enteladas de un color granate desvaído que hacen juego con la alfombra. Al fondo un mueble oscuro que parece una librería caduca y una mesa con sillas hacen todo el mobiliario.
Me invita a sentarme frente a ella de sopetón y me dice:
-          Me llamo Tatiana.
En esos momentos creí que se me congelaba la sangre y siento temblar mis piernas. No hacía muchos días había leído la noticia en el periódico de la muerte de una aristócrata con el mismo nombre, me tranquilizó el pensar que solo era una coincidencia pues ese nombre es muy común entre la nobleza.
Después de un largo silencio dije con una voz que me salió gutural:
-Yo soy Carmen, una enamorada de la Ciudad Monumental.
Al oír mi nombre sus ojos se iluminaron y con un movimiento de su mano derecha hizo aparecer una bandeja conteniendo dos tazas de humeante café.
Yo miré pero no vi que nadie fuera el portador de la bandeja que pasaba sobre mi cabeza hasta colocar el servicio encima de la mesa. La habitación por momentos se tornaba más oscura imitando a la calle donde la noche ya había hecho su aparición. La oscuridad  reinaba en aquel gabinete añejo y solo el reflejo de la luna que entraba por la ventana me hizo ver la figura de Tatiana con un pelo alborotado como si fuera un ánima.
 Al notar mi intranquilidad Tatiana se levanta y con otro gesto de su mano hace aparecer ante nosotras a un hombre excesivamente delgado vestido de negro, con el rostro transparente que parecía no haber visto la luz del sol en mucho tiempo y que en la mano portaba un candelabro con velas encendidas.
La señora a la luz de las velas empezó a transformarse. El cabello le creció súbitamente volviéndose blanco, sus ojos empezaron a hundirse y sus manos parecían temblar. Mientras, el gabinete empezaba a llenarse de gente, todos parecían salidos de sus tumbas y de la señora que minutos antes había conocido, sólo quedaba una imagen imprecisa, oscura, la de un espectro centenario.
En el pétreo silencio alguien dijo:
- Tenemos que ponerle sangre cuanto antes, en unos segundos todo puede acabarse para la señora…
Aterrada comprendí que era mi sangre la que estaban solicitando con tanta urgencia. Intenté salir de aquella ratonera y voy hacia la puerta pero todos aquellos seres extraños me impiden la salida mientras todos parecían rezar una rara letanía como si de un rito se tratara.
Una voz potente, desagradable y autoritaria pregunta al otro lado de la puerta:
-          ¿Quién anda ahí?
Aquella voz podía ser mi salvación. Mi respiración se hace dificultosa ante la posibilidad de salir de aquella pesadilla, los pasos se alejan y todo se vuelve silencio, como el silencio tétrico y apagado de una agonía.
Dos seres con caras extrañas me echan en una camilla de hospital y al instante me encuentro maniatada mientras una potente luz de vela me ciega los ojos y todo se convierte en un tenebroso vacio.
Días después me encuentro de nuevo paseando por aquellas calles cargadas de historia, paseando con mi “rara amiga” Tatiana. Nunca sabré como pudo suceder pero si sé que ahora las dos podemos entrar sin necesidad de puertas en todos los palacios con plena libertad.
Lo que nunca sabré es en qué me  convertí ¿acaso soy también un espectro? ¿Qué fue lo que pasó cuando ese golpe que creí era un estruendo de campana me hizo perder el equilibrio?
Pero creo que para mí eso ya no tiene importancia. Ahora me encuentro en el sitio donde siempre quise estar, entre esas paredes que me hablan de una vida que no es pasada, que está presente y escondida entre sus muros misteriosos, que nos susurra:
- No cometáis los mismos errores que nosotros cometimos en el pasado…
¿A qué errores se refería?
Quizás aquellas premoniciones que tuve de niña me estaban avisando de que aquellos coches “gordos” eran mejores que estos modernos de chapa delgada y creo, cuando aún reflexiono ¿Y si fue uno de estos coches de chapa delgada, los que me han hecho llegar a estas circunstancias?
Pero… ¿tuve acaso otra alternativa?

 
 Foto: www.abc.es

martes, 6 de agosto de 2013

Entrevista en La Cope el 2 de agosto

Queridos lectores:
Quiero compartir con vosotros la entrevista que me hizo mi gran amigo, hijo predilecto de Cáceres José Luis Franco "Franquete" el pasado viernes día 2 de agosto en la Cadena Cope.
Espero que os guste.

http://www.cope.es/player/id=2013080213440001&activo=10

¿Tuve acaso otra alternativa? 1ª parte



Aquella tarde gris y templada de otoño paseaba ociosa sin prisas saboreando cada rincón de la Ciudad Monumental de Cáceres.  Al pasar por la puerta de uno de los palacios el golpe seco de la puerta de una de las ventanas al cerrarse me sobresaltó, miré curiosa hacia arriba y no vi nada, tan solo noté una brisa agradable pero afiné el oído para intentar percibir cualquier otro ruido mientras la tarde empezaba a declinar.
Seguí mi camino y la nostalgia se apoderó de mí. Empecé a recordar mis años de niña cuando jugaba a la salida del colegio por aquellas calles estrechas, laberínticas y misteriosas. En ocasiones mis ojos de niña creían ver cosas que quizás no fueran del todo realidad, pero ¿porqué guardo en mi cabeza esos recuerdos  a veces se hacen nítidos y al mismo tiempo difusos?
En algunas ocasiones vi salir de esos palacios grandes damas acompañadas de un séquito de criados todos uniformados como si se tratara de un cortejo real, éstos acompañaban a la señora hasta el coche, yo miraba a aquellos coches, tan negros, tan brillantes como el charol de los zapatos de un actor, me llamaban tanto la atención que les puse un nombre; coches gordos.
Tal vez ya en mi inocencia veía en ellos una carrocería robusta que parecía dar seguridad al viajero. O tal vez imaginaba que en un futuro aquellos coches desaparecerían para poner en su lugar otros con la carrocería más fina y delgada que quizás se asemejaran a aquellos librillos de papel fino con el que  el fumador liaba sus cigarrillos en los años cincuenta.
Puede que en la actualidad hagan los coches más ligeros de chapa para poder alcanzar más velocidad, pero ¿velocidad, para qué?
Ahora sigo pensando que quizás esa sería la razón por la cual me gustaban tanto esos coches “gordos”  entonces inalcanzables, sólo los podían poseer aquellos Condes y Marqueses que osaban vivir en mi misteriosa Ciudad encantada, que siempre me atrajo como un imán haciéndome sentir todos sus secretos ocultos y oscuros porque cuando me adentraba por los estrechos recodos de las callejuelas que parecían no tener salida mi corazón se desbocaba con un pavor indescriptible.
Algunas veces en mis juegos asomaba la cabeza cuando veía una puerta abierta de algún palacio. Yo miraba ensimismada aquellos patios peristilos, solitarios, señoriales,  donde desde mi atalaya los sentía llenos de vida, una vida pasada pero que yo la sentía presente. En aquel extraño silencio se podían oír las conversaciones de sus moradores mientras descansaban sentados en esos bancos de madera que tantos y tantos secretos deben guardar. También para mí era perceptible el devenir de los criados en sus quehaceres y sentía cómo en sus incorpóreos movimientos, eran todos espíritus guardianes de la casa. También oía las risas de los niños que inundaban la galería de alegría cuando corrían en tropel disputándose ser los primeros en llegar al estático jardín.
Después de tantos años pasados y en la madurez de mi vida sigo paseando cada día por mi querida cuidad.
Una tarde y cuando me encontraba haciendo mi acostumbrada ruta; Calle Ancha, San Mateo, cuesta de la Compañía hasta llegar a Santa María,  me entretuve más de lo habitual en mi paseo.
La luna luchaba ferozmente con los debilitados rayos de sol, que tuvo que sucumbir ante la caprichosa luna por el dominio de la noche, que al saberse ganadora, empezó con avaricia a robar la luz de las calles y a dejarlas a merced de un color gris tenebroso. Las campanas de la iglesia de Sta. María retumbaron de sopetón en mi cerebro como un choque brutal en la plazuela y creí perder el equilibrio. Al momento otro repiqueteo llamó a convocatoria. Era la hora del rezo del Santo Rosario.
Ya dentro de la plazuela de Sta. María veo salir de uno de los palacios a una señora y la miro extrañada. No era posible, aquel palacio siempre pareció estar deshabitado desde fuera. El aspecto de la señora era distinguido aunque el color de su vestido no fuera muy definido pues parecía haber perdido su color original y su bolso parecía estar en desuso, fuera de la moda actual. Sobre sus hombros, una estola de armiño, que lucía ajada por el tiempo.
No pude ver su cara pero me pareció que era feliz por encontrarse en la calle. Miraba con curiosidad en todas direcciones como si estuviera recordando el entorno después de haber estado ausente por largo tiempo y  sus pasos seguros la llevaron a la puerta de la iglesia que se encontraba cerca de su palacio.
Intrigada la seguí, mi instinto me decía que se trataba de una persona especial. Al encontrarse en la puerta de la iglesia, se percató de que no llevaba velo, sin él no quería entrar en el templo, al girarse para volver sobre sus pasos, su mirada se cruzó con la mía.
A la luz mortecina del atardecer pude ver su rostro. Estaba limpio de maquillaje y el farol de la esquina detalló todas las vicisitudes de su rostro que revelaba unas marcadas ojeras hinchadas y patas de gallos alrededor de sus ojos.
Al pasar por mi lado, me sonrió, caminó unos pasos y volvió su mirada hacia mí, me quedó confusa, no sabía qué pensar. Se acercó mí y con voz dulce me dijo:
-          Ya que no voy a llegar a tiempo para el rezo del rosario, si no te importa te invito a un café en mi palacio que acabo de llegar de un largo viaje y no me apetece estar sola. 

Continuará...


                                                       Iglesia de San Mateo en Cáceres
                                                             Fuente: elmagoerrante.wordpress.com