miércoles, 24 de abril de 2013

Llegada de nuestra patrona Nuestra Señora la Stma. Virgen de la Montaña

Queridos lectores:
Con motivo de la bajada desde su santuario de nuestra Virgen de la Montaña, me atrevo a dedicarle unas líneas, espero que os gusten.

Llevo toda mi vida celebrando cada año la llegada de la Patrona de ésta, mi ciudad de Cáceres. No consigo descifrar el porqué pero cuando la veo bajar desde el santuario hacia Fuente Concejo el corazón se me encoge de emoción incontrolada. No sé la razón por la que ocurre, si Ella siempre está con nosotros. 
Cuando no reside en nuestra ciudad monumental y no la siento tan cerca, me pasa lo mismo que a un niño cuando se ausenta su madre, me siento desamparada, como si hubiera perdido el talismán que Ella lleva consigo. 
Cuando regresa, mi felicidad se multiplica como un acto de amor tan grande que sólo puede sentir una hija bajo el cobijo de una madre.
¡ Viva la Virgen de la Montaña!

 
                                                   Imagen: fotoananfamep.blogspot.com  

Maratón de lectura en el Día del Libro

                                                                    
                                                                   
                                                                    Queridos lectores:
Ayer día 23 de abril, el Gran Teatro de Cáceres celebró el día del libro con un maratón de lectura desde las 11:00 hasta las 15:30 horas.
Mi gran amigo Franquete leyó mi relato titulado La Jaula y yo el titulado La Oscuridad, que ya leí en la presentación de mi libro Los relatos de Teresa, Misterios al borde del abismo el pasado diciembre y en la que muchos de vosotros me acompañasteis.
Para los que me habéis echado de menos en la Feria del Libro para firmar ejemplares, ha sido imposible por un problema de agenda y tiempo de reserva ajenos a mi voluntad.
No obstante, las librerías de Cáceres venden ejemplares en sus stands de la feria. Estaré encantada de firmarlos si os ponéis en contacto conmigo o se lo decís a las librerías.
Ahora os pongo las fotos de la lectura de ayer. Espero que os gusten.
Teresa.
Con el humorista Franquete
                                                                                 




El pintor observado (final)



Alonso aparta su vista asustado de aquel horrible boceto. Aquella visión, le hace adentrarse en un túnel oscuro y lleno de rarezas. En una de sus innumerables noches de insomnio, se siente agobiado y le obsesiona el ruido que se percibe en el silencio de su estudio, y que cada vez se sucede con más frecuencia. Ese trote de caballo clavando sus cascos metálicos en cada peldaño de las escaleras…
Aquella noche se puso a cavilar, parecía estar más despejado de mente que de costumbre, a él nunca se le había ocurrido pintar un caballo. Su mente de súbito se desbocó tanto que le hizo dar un enorme brinco que dio con la cabeza en una viga del techo. Pero lo que estaba pensando…de eso había pasado mucho tiempo o quizás no tanto.
Tan sólo fue una fatalidad, sólo eso.  Tampoco se paró a pensar que con el estallido de uno de sus petardos en el camino de una finca cercana a su casa, un hombre inocente cayó de su caballo y que su fiel compañero de trabajo, al asustarse le  pisoteó con sus cascos la cabez hasta matarlo. No podía creerlo, se suponía que todo había quedado olvidado pero ¿por qué se acuerda en estos momentos de ese incidente?
Aquella misma noche no entendió el porqué se puso ante un lienzo en blanco para pintar el caballo más hermoso jamás pintado. Cuando mira entusiasmado su obra se siente satisfecho y ante la euforia de un trabajo bien hecho no percibe que en su cuadro aparece un hombre sujetando las riendas del animal cogidas fuertemente de sus manos.
Aquella noche al acostarse en el sofá de su estudio en su rostro apareció una sonrisa ya olvidada para él.
Por la mañana un reguero de sangre por debajo de la puerta del estudio da la alarma. Cuando la policía entra ve al pintor en el suelo empapado en sangre y con la cara destrozada, ante un hermoso lienzo de un caballo con su jinete. La autopsia aclaró haber sido atrozmente atropellado por los cascos de un caballo.


lunes, 15 de abril de 2013

El pintor observado




Solo en su estudio y durante muchas horas, el pintor se pone ante un caballete que porta un lienzo en blanco. Coge un lápiz y como si fuera un autómata, su mano se desliza por el lienzo hasta conseguir una perfecta imagen de un hombre solitario. Nunca supo el porqué, pero parecía tener una obsesión, que él no compartía con su arte, la de pintar hombres con miradas que destilaban soledades y recelos.
Pero el no recordaba cuando miraba sus cuadros haber pintado a ningún hombre,  no veía la razón por la cual siempre y en cada uno de sus cuadros aparecía ese hombre, a veces en un rincón, en un bodegón tras una tinaja asomando la cabeza, otras en la lejanía de un paisaje. Esto hizo de él que fuera un alma asustada.
Cuando da por terminada la jornada, a veces con la claridad del amanecer, no tiene sueño y decide dar una vuelta por el estudio, despacio, como el que no tiene a donde ir ni quien lo espere. Se entretiene mirando una y otra vez, con la lupa de un creador, escudriñando cada cuadro, cada boceto. Pero aún no se ha percatado de que su mirada se vuelve recelosa cuando se posa ante sus cuadros, quizás siente ese miedo que nos confunde al ser descubiertos cuando se está perpetrando una acción reprochable.
De pronto algo le asusta, mira hacia atrás con precisión pero no hay nadie, sólo está él con sus pensamientos. De nuevo, oye el ruido con más claridad, son los cascos de un caballo que intenta subir las escaleras de su estudio.
Cierra los ojos e intenta tranquilizarse ante los recuerdos que le afloran y que tenía guardados y encerrados con candado en su cabeza para que no salieran a la superficie. Pero ahora esos recuerdos luchaban por salir de su encierro a la superficie sin ser llamados. Procura mantener la calma eludiendo todo el peligro que atesoraba en su cabeza y que finge desconocer, pero solo él sabe que está ahí, de nuevo ante él infundiéndole pánico.
No puede quedarse quieto, pasea de nuevo por aquel destartalado desván que le sirve de estudio y lo mira todo exhaustivamente. Aquí un baúl desvencijado, un lavamanos de madera con palangana de porcelana desportillada, allí estaba todo lo que no había querido nadie pero que a él le servían de modelo.
Al terminar la inspección ocular se sienta, estaba convencido que allí no había la presencia de ningún intruso. Coge el pincel, una inquietud extraña no le deja descansar. En algunos momentos y desde hacía tiempo notaba una presencia extraña que no era visible pero que estaba seguro vivía dentro de él, lo notaba dentro del corazón, sobre todo cuando se encontraba ante un lienzo y sentía su mano guiada a dibujar una figura de un hombre solitario, tan solitario como él.
Alonso es un pintor joven y como todo bohemio desaliñado, con la peculiaridad de tener la espalda vencida hacia adelante, dando la impresión de hombre cansado como si sobre sus hombros llevara una pesada carga.
Su estudio está repleto de obras que él nunca las quiso dar a conocer. A veces no entendía el porqué había perdido las ilusiones, siempre hablando consigo mismo, huidizo, porque sentía que tenía el miedo que  infunde una atroz desconfianza, moverse en un terreno inseguro.
A veces sueña que es un galerista afamado experto en arte y entonces recorre con paso marcial su estudio y al no verse como artista disfruta  de “su” obra, para pasar minutos después otra vez a la soledad,  cuando los miedos vuelven y es tan terrible que a veces se queda sin fuerzas, como el boxeador al que quedan de un golpe cao. Desde el taburete donde está sentado lo mira todo como si aquello hubiera aparecido inexplicablemente ante él. Pero su mente está nublada por su propia desconfianza y no ve que sigue estando en su estudio. Mira el caballete, donde hacía unos días había hecho un boceto de un hombre solitario que estrechaba paternalmente entre sus brazos un cocodrilo, que lo mira con sus ojos anaranjados, redondos, inexpresivos, al que lo está abrazando.

Continuará...
                                                          Imagen: misiglo.wordpress.com


Entrevista en Canal Extremadura Radio

Queridos lectores:
El pasado martes, día 9 de abril, me hicieron una entrevista en Canal Extremadura Radio, en el programa de Ana Gragera El sol sale por el oeste.
La podéis escuchar en el siguiente enlace:

http://www.canalextremadura.es/node/66186

Espero que os guste.
Teresa.

lunes, 8 de abril de 2013

El costurero encantado


Aquella tarde, cuando el grupo de costureras entró en el taller después de haber comido todas juntas para celebrar el cumpleaños de la maestra se encontraron con una sorpresa desagradable. El espectáculo que allí había era muy extraño pues las telas que estaban confeccionando se encontraban revueltas y esparcidas por el suelo pero alguien con voz grave que nadie reconoció dijo:

-         Esto no tiene importancia.

          Y todas como autómatas empezaron a ordenar aquel desbarajuste.

Todo parecía estar solucionado y cada una se sentó en su bajita silla de enea para reanudar su tarea pero cuando una de las costureras necesitó la plancha, ésta no aparecía, se había esfumado y todas se miraron, pero no era ético desconfiar de alguien que trabajaba en el club.

Media hora después el viento empezó a soplar con inusitada virulencia, empujando las ventanas, mientras las costureras protestaban quejándose de su infortunio.

De repente se desató una terrible tormenta acompañada por viento,  agua y una descarga eléctrica. El agua al caer en torrente precipitado por los canalones parecía absorber las energías de las costureras allí reunidas. La tarde se hizo a cada momento más oscura y el viento se alió con el agua haciendo un tándem de terror. Los dos juntos abatieron el poste de la luz que iluminaba el barrio y quedaron todo en la más absoluta oscuridad,  sólo los rayos de luz cegadora se difundían por la negrura del taller dejando a todas aterradas.

Los transeúntes que por allí pasaban, alzaban la mirada hacia la tétrica ventana donde las doce mujeres parecían tener una lucha contra un enemigo difícil de abatir; eran los elementos sobrenaturales.

A oscuras, y cuando todo estaba sumido en tétrico silencio, Juana, dio un grito quejumbroso. Se había pinchado con una aguja de coser.

De nuevo el silencio…

De repente otro quejido salía del fondo del taller; Reme también había sido pinchada por la aguja de la máquina de coser al intentar rescatar la falda que ésta tenía aprisionada en su prensil.

La noche implacable empezaba a caer sobre ellas y ya ni siquiera se podían ver las caras, estaban sumidas en la más absoluta oscuridad. A cada minuto que pasaba parecía crearse una nueva situación. Alguien sale del baño, suena la cisterna, no deja de salir agua, se ha roto inundando el taller.

Los ovillos de hilos de colores junto con el gigante de hilvanar salieron de sus carretes e hicieron con su inmensa largura una maraña de hilos en el suelo que les atrapaba los pies, ya era imposible moverse. Una tijera empezó a cortar las piezas de tela que se encontraban encima de la mesa de corte y todas aterradas escucharon en silencio el rasgueo que producía el roce de la tijera al cortar la tela.

De nuevo otro rayo iluminó la estancia y recreó un panorama del taller patético.

Juana no parecía moverse y Reme, con voz trémula dijo:

-          No se encuentra bien.

-          Con mucho miedo decidieron salir pero la puerta estaba atrancada.

Aquella situación se estaba poniendo insostenible en aquel taller, ya no quedaba títere con cabeza, las prendas que estaban confeccionadas, empezaron a volar como almas perdidas.

Desde fuera, alguien gritó:

-          ¿Se puede saber qué hacéis con la luz apagada?

Al encender la luz se miraron unas a otras. ¿Qué ha pasado?, se preguntaban confusas, todo allí se encontraba en orden. Juana, como siempre medrosa se había acurrucado en un rincón sentada en su silla de enea y Reme se miraba las manos.

 ¡No se había pinchado con la aguja de la máquina!

Cuando Reme llegó a casa y contó lo sucedido el único que la creyó fue su hijo Gonzalo que al termino del relato contado por su madre dijo:

-          Mamá, eso es que habéis tomado algún licor manipulado y como no estáis acostumbradas…

En definitiva, hay misterios que subyacen en el cerebro, haciendo creer ilusiones, temores y sueños.

Pero la plancha ¿dónde estaba? y la tijera...¿qué hacía encima de la mesa si siempre estaba metida en un cajón?

 

miércoles, 3 de abril de 2013

Tánger (final)


Entro más tarde en el hotel Palmearían o Kunsaal donde se juega a la ruleta, al baccarat y se bebe champagne. Me mezclo entre el público fiel de los adoradores de fortunas y de la vida fácil del llamado Tánger, ese día gano una fuerte suma de dinero. Me inscribo de nuevo en este hotel y ahora, mezclada entre estas gentes, siento una inmensa sensación de poder  que hace subir mi adrenalina. Cuando regreso a mi habitación estoy pletórica pero un olor extraño me pone en guardia y minutos después descubro que alguien había estado registrando mi pequeño neceser. Al día siguiente después de comprarme un precioso vestido rojo de alta costura, me voy a Ville Plasír donde dicen  que van los nostálgicos a recordar lo que vivieron en las lujosas  noches de Montecarlo o de Niza. Me encuentro en la terraza del hotel mientras saboreo una copa de champaña cuando unos ojos se clavan en mí, es Mohameneld, el joven que tanto me ayudó desde que lo conocí  y me sacó de las laberínticas calles en las que me vi atrapada.

Después de charlar de cosas intranscendentes, se presenta como mi enlace en Tánger y me pide guardar en la memoria su dirección para llamarlo sólo en casos de excepción.

En ese momento supe que estaba metida en el torbellino de la ilegalidad. Por la mañana, me dirijo al Zoco Grande, entre sus callejuelas estrechas y empinadas  me dirijo a la Mezquita de Sidi Bonabib donde  cerca hay un rastro donde se puede comprar cualquier cosa, hasta una ganzúa para abrir cajas fuertes.

Un hombre con chilaba y gorro de fez vocifera los artículos de su establecimiento, me mira con interés, me acerco, le pido unas babuchas y una túnica de seda. Una vez  en mis manos las babuchas, meto la mano en una de ellas, y recojo el recado que guarda dentro bajo la mirada atenta del vendedor. Cuando salgo de la tienda, una envestida furiosa del viento de levante hace que la chilaba caiga al suelo y al instante es recogida por el hombre extraño de cara surcada que me la ofrece sin decir palabra. Sigo mi camino intentando no alterar ningún músculo de mi cuerpo cuando veo ante mí como un hombre vestido a la usanza árabe se encuentra en el centro de la estrecha callejuela, con un cesto de mimbre, era un encantador de serpientes. El hombre me mira y con voz balsámica, casi táctil me dice:

-          No temas, puedes pasar.

Mientras, el animal encerrado da silbidos de desesperación. De repente siento en mi cuerpo que una tempestad se desencadena hasta llegar a lo más recóndito del corazón. Mi olfato se estremece ante el olor a pellejo de cabra que emana de las tenerías e inunda con su olor las callejuelas.

Camino frenéticamente por las caldeadas calles, me dirijo al mirador y miro el mar, sueño  con los barcos fenicios y las trirremes  romanas que un día surcaron el estrecho hacia el mar de las tinieblas, como llaman los árabes al Océano Atlántico. El viento sigue implacable de levante, no cesa de silbar  pero yo sigo  en el mirador.

Una anciana se acerca a mí y me cuenta que un día oyó decir que había una música hipnótica en el viento que todo aquel que la escucha puede empezar a girar y girar hasta perder el control y caer en trance. Descubrí  al escuchar la narración que  me encontraba girando y girando como si estuviera jugando un papel en esta sociedad que no era el mío y que nunca hubiera sospechado vivir.

Desde el mirador de la alcazaba Casbah veo el café Tingis donde se sientan los comerciantes prósperos después de hacer sus contratos con cualquier clase de moneda. Me acerco y es asombroso, allí se pueden entender en seis idiomas y es allí donde el estrecho de Gibraltar extiende ante mis ojos el verdor de la costa  española que surge misteriosa entre la calima.

Llego de nuevo al hotel,  las moscas en la calle parecen multiplicarse  mientras  empieza a apretar el calor y el suelo está alfombrado por una película de finísimo polvo y arena que es levantado al contacto con los zapatos. El viento es tan fino  que hace que millares de partículas de polvo floten y choquen con los cristales de las ventanas una suave melodía.

Aquella noche los barcos cargados de contrabando atraviesan el estrecho de Gibraltar para descargar su mercancía en España. Así es, como Tánger se convierte en el centro internacional de las intrigas y las maquinaciones secretas, haciéndose famosa  entre el público fiel  de los adoradores de fortunas que luchan por hacerse un lugar en aquel paraíso.

Me asomo y frente a mi ventana veo una casa extraña rodeada de cipreses que cubiertos de polvo se agitan sin pereza bajo el viento del estrecho. Los que transitan las calles se encogen bajo sus chilabas porque los torbellinos de polvo les impiden respirar.

Aun así me dispongo a entregar la mercancía que me había sido encomendada cuando al salir a la calle, ya en la puerta, de nuevo aparece ante mí el hombre de la cara surcada. En esos momentos siento una sensación extraña, pues creo estar viviendo una pesadilla con pasadizos secretos y sombríos que comunican calles empedradas y que en su soledad sólo se puede oír el zumbido de las moscas.

Una suave voz me devuelve a la realidad, llamándome por mi nombre:

-           Julia…

Julia acaba de instalarse en su tierra natal Cáceres después de casi dos décadas fuera. En sus manos tiene un periódico que cada día le envían sus amigos desde Francia y se siente orgullosa de la labor realizada por ella en los tiempos de agitación política. Con estupor ve como se ha transformado la realidad en hechos extravagantes y misteriosos que dictan mucho de la realidad.

En esos momentos, sin duda alguna, Julia experimenta un doble placer  de lectura porque no fue  leer por leer, sino que, según el informante de la noticia, los hechos siempre se narraron diferentes a la realidad.

En una nota adjunta al periódico, Julia puede leer que había sido encontrado un cadáver en circunstancias extrañas y cuya identificación era la de un hombre llamado Hanmed apodado el rifeño. Junto al cadáver había una nota con un nombre: Julia.

Pero eso no le impidió viajar de nuevo en su subconsciente a Tánger para revivir en primera persona una historia de la que sólo ella conocía la verdad y que fue la más interesante de su vida.