viernes, 25 de enero de 2013

El martillo de Canyon (final)



Sigue andando y ante ella otro misterio de la naturaleza llamado “La Ola”, donde las rocas se convierten por arte de magia en un mar embravecido casi exultante que te hace imaginar olas gigantescas pétreas y endurecidas que sólo Dios puede crear. Empieza a oscurecer y de repente oye un ruido extraño, como si una roca se abriera hacia el cielo con un ruido estremecedor. Sin saber cómo se adentra por esa grieta y es empujada por una fuerza misteriosa que la conduce al territorio de los indios navajos, donde desde hacía dos mil años ningún blanco había osado pisar.
Los haces de luz que irradian de la luna llena penetran a duras penas por las estrechas aberturas del barranco que ha sido erosionado a lo largo de los siglos y parece ser una figura fantasmagórica en la oscuridad de la noche.
Con pasos inseguros y aterrada por no saber cómo salir de aquella pesadilla Alejandra tropieza  con un pasadizo de piedra muy resbaladizo por la humedad que parece ser el único camino a seguir, no puede dar marcha atrás y siente de nuevo una presencia incorpórea que pulula a su alrededor y ella la percibe como algo latente.
Y piensa que quizás alguien como ella, había leído el mismo libro que su padre le narró cuando  era una niña y le contaba la historia de “Las tres ciudades de Oro”, sólo el pensamiento de encontrarse con un buscador de oro la desconcierta. Ahora tiene ante ella un desfiladero estrecho y retorcido, con un profundo precipicio a su derecha que parece insalvable. La cantimplora de agua se desliza de su brazo cayendo precipitadamente al vacío y el sonido al caer es seco, como si se abriera la losa de una  tumba profunda. A lo lejos ve una grieta que le da esperanzas de poder salir pero alguien tras ella  con voz que produce eco, le dice:
-       Esa grieta no tiene salida, únicamente deja pasar la luz del mediodía.
Su corazón parece pararse y el terror la deja inmóvil. Se encuentra sola y perdida ante el hombre que cree  la persigue desde España.
En unos segundos se desarrolla una gran tormenta que ilumina con sus rayos el peligroso desfiladero mientras el agua empieza a caer en cascada por ella haciendo un espectáculo estremecedor y los truenos se magnifican acompañados por el ruido del agua al caer desde lo alto. El miedo que siente es indescriptible, se encuentra ante la implacable y dura naturaleza que protesta con furia al haber sido invadida por un extraño.
El hombre alza la voz, una voz seca:
   - ¡Sígame!
En silencio le sigue y se adentran por un estrecho y largo camino encajonado entre dos enormes y robustas rocas sin decir ninguno nada.  En un ensanche del camino y después de andar mucho trecho, aparece una enorme sala adornada con pieles donde al fondo de ésta se encuentra sentado en el suelo un indio emplumado que  parece esperarla, y que está acompañado por doce hombres de su tribu. El hombre que la había acompañado, se dirige en su dialecto al que parecía el jefe y Alejandra no sale de su asombro al reconocer el hombre emplumado. Aquel anciano es el mismo hombre de un retrato que le regalo su padre pero…
¿Quién era esa gente? o quizás ¿estaría soñando?
El anciano abriendo los brazos, le dice:
     -   ¿Has encontrado ya las tres  ciudades de oro?
 Alejandra se calla mientras sus ojos delatan la angustia de no saber qué estaba pasando. El anciano habla de nuevo y le dice:
-         Ven querida acércate, esto que estás viendo es una de las ciudades de oro que tantas veces has oído leer a tu padre, porque yo le di ese libro para que te lo leyera cada noche, para que se grabara en tu mente y volvieras a  esta tierra que es la tuya. Tú perteneces a la tribu de los navajos y sé que tu puedes, con tu valentía, llevar a este pueblo a la prosperidad.
Alejandra sacó de su mochila el libro y con voz temblorosa le dijo al anciano:
-           ¿Es éste tu libro?
En esos momentos el pañuelo azul que llevaba al cuello se empapó de sudor  mientras perdía el conocimiento y su esqueleto de huesos finos daba en la dura roca.
Su subconsciente escaló por la escalera del corazón hasta llegar a la cumbre de su espíritu, donde se fundió con las rocas sagradas de los navajos llamadas el MARTILLO DE CANYON.


Foto: fotopedia.com


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