martes, 29 de noviembre de 2011

La herencia (I Parte)

En Abril las mañanas de Extremadura, son alegres, luminosas y muy especiales para pasear, por su clima cálido y su sol transparente
Ahora me encuentro en Cáceres, donde nací y viví mi niñez junto a mi numerosa familia.
Hoy paseo por el parque de Cánovas evocando tiempos pasados, respirando el aroma floral de sus jardines. A los pies de la estatua del insigne Salmantino-Extremeño de adopción Gabriel y Galán. Un joven dormita tendido en el suelo en el mullido césped, vestido a la última moda juvenil, con media cabeza rapada y la otra media enredada en tirabuzones enmarañados como cuerdas deshilachadas, exhibiendo su ropa interior estampada como si fuera un cinturón de piel.
Después de un placentero paseo matinal me dirijo a mi casa, entro por el arco de la Estrella, una de las entradas principales de la Ciudad Monumental del Cáceres antiguo.
Atravieso la plaza de Sta. María, y desde allí, miro con arrobo mi casa como si acabara de descubrirla, y extasiado ante su maravillosa fachada de estilo plateresco rematada en su corona con una espectacular puntilla.
Mi casa palacio fue herencia de mis antepasados que fueron hombres Hidalgos.
Miro hacia el norte y luce con orgullo su matacán como si esperara algún ataque Almohade. Esta misma fachada exhibe múltiples balcones que hacen de la calle a la que se asoman un cansino ascenso lleno de hermosura.
Empujo la pesada puerta de mi casa señorial y la de más antiguo abolengo en la época de Isabel La Católica. Atravieso el zaguán y abro con suavidad la enrejada puerta de hierro que guarda el patio, entro y miro sus enormes arcos de estilo Peristilo. En el centro un pozo duerme el sueño de los justos quedando solo para dar frescor al recién llegado en las tardes calurosas de hastió, que rodeado de grandes macetones con plantas de pilistras lo hacen un conjunto muy acogedor.
Subo las escaleras de piedra de granito hasta el primer piso es un precioso claustro, decorado con ricos muebles antiguos y bellos tapices en las paredes.
Entro en la habitación de mi anciana madre las paredes de sus aposentos están tapizadas con ricas telas de raso estampadas con rosas de color carmesí y estando repletas de cuadros de la época blanco-oscuro. En una pequeña mesa de ébano una fotografía de mis padres del día de su boda. Unas pisadas se acercan a la puerta, una doncella entra y deposita junto a mi madre un frasco de píldoras y un vaso de agua. Después de estar con ella unos minutos, le doy un beso en la frente y la dejo seguir observando desde su mirador la sierra de La Mosca, donde se encuentra el Santuario de la patrona la Virgen de la Montaña.
Me dirijo a mi habitación y la miro como si fuera la primera vez, nunca había reparado en las cosas que tenía y que había atesorado en mi niñez.
Cojo un pequeño cochecito de madera y estaño, una lágrima se escapó de mis ojos resbalando hasta mojar el juguete. En la pared un armario empotrado con puertas de acristaladas a cuarterones están todos los juguetes que tanta ilusión dieron a mi vida.
L a orla de estudiante universitaria, estaba colgada de la pared con matrícula de honor.
Siempre pensé que la facultad de medicina había reconocido mi esfuerzo premiándome con matrícula de honor, el mayor galardón que se puede dar a un estudiante. Me miro las manos y me tiemblan.
Me tumbo encima de la cama y repaso mi vida cuando aun cuento cuarenta años.
En la facultad de medicina de Salamanca siempre fui un alumno de los más destacados, mi porvenir estaba asegurado como cirujano y además era el primer miembro de mi familia que estudiaba una carrera y yo me sentía orgulloso por ello, mis hermanos estaban acostumbrados a vivir de las rentas.
Todo en la facultad para mi fue fantástico llegando a conocer a una joven gaditana, alta graciosa y tremendamente bella que era tan brillante como yo pero en matemáticas. Primero nos conocimos como amigos formando parte de una intelectual pandilla, mas tarde nos hicimos novios, siendo nuestro amor dulce y sosegado como una melodía. Eloisa era la mujer perfecta para un medico.
Llego el día soñado en el que terminamos las carreras los dos el mismo año y decidimos irnos a Nueva York para especializarnos en nuestras respectivas materias.
El comienzo no pudo ser mejor aunque cada uno vivía en diferentes apartamentos por estar nuestros trabajos en diferentes estados.
Nos veíamos siempre que nuestra apretada agenda nos lo permitía, hablando por teléfono cada hora, así fue como aceptamos nuestra nueva forma de amarnos.
Yo empecé a trabajar en el hospital Monte Sinaí Ella en la universidad de Columbia.
Yo Iñigo de Zuluaga y Caleros de la Sierra me especialice en cardiología, durante los cursos que realice, solo recibía felicitaciones de mis compañeros y profesores, en una clase donde dábamos practicas el profesor me pidió hacer un diagnostico sobre un enfermo terminal siendo para mi un éxito apoteósico, diagnosticándole algo que ninguno supo ver, se trataba de una arteriopatia cerebral autosónica dominante con infartos subcorticales y arteriosclerosis.
El enfermo aunque muy deteriorado con mi tratamiento logre que viviera unos mases más lo suficiente para ver y conocer a su primer nieto.
Fui el primero en operar con la técnica de mínima invasión, haciendo de este modo que el paciente se recupere antes.
Maneje con agilidad el bisturí observando las imágenes del videoendoscopio que se reproduce en la pantalla. Mas tarde di muchas conferencias, ya me consideraban en mi profesión como un fuera de serie.
Eloisa mi novia empezó como yo a cosechar éxitos muy pronto empezó a dar conferencias y la llamaban cariñosamente Eudicles, por ser el que descubriera las matemáticas, la materia que goza de un prestigio indiscutible –aunque también sea la culpable de muchos fracasos escolares que vienen de no saber razonarlas-.
Sus clases en la Universidad de Columbia eran amenas ágiles y actas, por lo tanto más constructivas y aprovechando con naturalidad la potencia de la tecnología informática que se le brindaba.


............... continuará ...

domingo, 20 de noviembre de 2011

El torbellino del poder (III parte y final)

Estos dos amigos y aguerridos luchadores de la justicia, piensan que los gobernantes de las Naciones, deben tener una especial preparación, desde su juventud, para así poder desempeñar los altos cargos que el pueblo les exige y necesita, para crear prosperidad y así vivir todos en armonía. Destacando especialmente una asignatura a estudiar. Que ellos están al servicio de las naciones, y no para engordar sus bolsillos.
En el apartamento de la avenida, la prestante Dama de la ventana, sonríe. La terrible vengadora, la que pedía a gritos, que el testimonio del que ella era garante, tenía que ser para todos los que con su comportamiento, deshace la convivencia de los pueblos.
Pues todos esos hombres son culpables de dolores y soledades.
Cecilia estaba allí en medio del salón esperando con su contorno difuminado, por el intenso resplandor del sol de mediodía. Esperó en vano a su hijo pero ella sabia que había cumplido con su misión, y así lo comprendió.
Nadie pudo ser arrestado por la policía, (publica el diario local) se cree que los dirigentes del clandestino edificio salieran camuflados entre el desconcierto del caos.
Ese edificio nunca más volverá a guardar secretos mal manipulados. Pues las águilas de acero a la orden de Narciso y Mateos destruyeron todo aquello que se encontraba en el edificio que pudiera ser nocivo para el ser humano, con sus garras esparcieron ácido corrosivo, tan letal que hicieron que ellas también fueran destruidas.
La ventana de Cecilia del apartamento hace días se encuentra cerrada. En un hueco del falso techo del cuarto de baño, cuatro hombres aun vestidos con los monos de seguridad, se debaten entre la vida y la muerte inhalando al respirar el “perfume” que ellos mismos fabricaron para conseguir su ambición.
Un año después, ningún vecino de la casa donde vivió Cecilia, sospechaba que la furgoneta de color azul que se encontraba aparcada abandonada y llena de polvo en el garaje nº 7, era la causante de que esos hombres, subieran por voluntad propia hacia su prisión.
Cecilia, después de cumplir con su misión, como miembro del comité, se retiró para descansar a una pequeña isla del cálido mediterráneo.
Mientras el apartamento hacia tiempo se encontraba cerrado sin que nadie se acercara a el. Ya las gentes en las calles paseaban confiados después de elegir nuevos gobernantes honestos y cumplidores de su deber sirviendo solo al ciudadano la delincuencia fue exterminada con una justicia justa, y todos pudieron sonreír con confianza en el futuro. Una noche del apartamento nº 13, unos operarios de la recogida de basuras sacan unas bolsas putrefactas, que los basureros una vez en el camión trituran inmediatamente.