jueves, 11 de agosto de 2011

La Dama (III parte)

Todo era una gran pesadilla porque cuando el sueño aparece no deja tregua ni sosiego para el soñador.
Tampoco podía quejarse se encontraba entre gentes extrañas pero hospitalarias aunque no tuviera muy claro como comunicarse con ellos.
Una noche de luna llena y cuando el mar oscuro, al movimiento de las olas estas se reflejan en mil partículas haciendo que la superficie brille como una gran mina de diamantes pulidos, Davinia sale a pasear por la playa, sus pasos son lentos como los latidos de su corazón que empieza a estar cansado, su mente parece estar vacía ya no puede pensar en nada …
Se acerca al barco y ve como la puerta que baja al camarote oscila suavemente no hace viento, la brisa es suave, mira de nuevo ensimismada y una mano larga y afilada se aferra a la puerta y la cierra de un golpe seco.
Cuando intenta subir al barco para saber que estaba pasando una mano fuerte y dura como un garfio la sujeta por un hombro, ella no mira hacia atrás, el miedo se lo impide, mientras se oía una jocosa risotada.
Se sienta en la arena no queriendo pensar y con suavidad se acaricia la melena despeinada mientras mira hipnotizada como las olas vienen y van a su ritmo como jugando al juego monótono de ver pasar los días y los años.
Ya a media noche de nuevo en la choza siente un temor inexplicable de Francisco de Cacíres, su forma de mirarla ya no es la misma de los primeros días en el que ella estaba en el poblado y esto la intranquilizó. Ya no quería compartir la choza con el, y mucho menos desde que lo vio levitarse de su camastro. No podía confiar en el, ahora cada vez que lo miraba le parecía un ser extraño (Qué sucedió para que un hombre en la cúspide de su carrera pudo desaparecer del mapa científico).
Esa pregunta machacaba una y otra vez la cabeza de Davinia.
El jefe de la tribu con algunos de sus guerreros salio de caza una mañana, mientras una serie de extrañas marcas luminosas se extendían como hilos de una cometa a lo largo del cielo como si fueran las alas de un ángel.
La caza fue fructífera llevando al poblado un enorme y suculento jabalí todos esperaban con expectación que el jefe empezara a comer de tan rico manjar, y éste después de su atracón se empezó a sentir mal, todos sonreían maliciosos por creer que había comido demasiado, pero a cada hora que pasaba su estado de salud empeoraba tanto que se llego a pensar en su muerte inminente.
El brujo no cesaba de hacer hechizos para salvar al moribundo, mas tarde decidió en el ocaso de la tarde, que el animal estaba maldito y que no debieron salir a cazar con las marcas luminosa que aparecieron aquella mañana en el cielo, eso fue un mal presagio que anunciaba una maldición y que el animal no lo podía comer nadie.
Después de hacer que toda su magia se volcara en el infectado animal hubo un silencio sobrecogedor solo interrumpido por una gran nube de mosquitos que se posaron en el jabalí sacrificado en presencia de toda la tribu, en unos momentos este se vuelve blanco como la nieve, mientras su cuerpo se va deshaciendo como la mantequilla al lado de un fuego. Desapareciendo al instante todo rastro del animal junto con la nube de mosquitos.
Francisco de Cacíres lo observa todo desde la atalaya de un montículo.
Davinia asustada por los acontecimientos vividos, se ve desvalida y se esconde tras unos matorrales desde donde ve todo el espectáculo. En silencio vuelve a la choza…
Una hora después redoblan los tambores anunciando al pueblo que el jefe estaba a salvo.
Davinia no sabe que pensar si lo que ha visto es magia o un milagro divino.
Ahora el jefe después de sentir la magia salvadora de su hechicero se encuentra sentado en la puerta de su choza luciendo la corona de laurel y su cetro de caña de bambú.
Con su cara pintada de blanco y azul recibía a todos sus súbditos para cantar cánticos rituales para dar gracias a los dioses por su recuperación.
La vida en aquella tribu empezó a ser cada vez mas extraña. Ya no pensaba ni tan siquiera en salir de allí, después de haber vivido tantas experiencias ya no sabia si se adaptaría de nuevo a la vida de la ciudad bulliciosa y mezquina en la que siempre vivió.
Una tarde el sol lucia como casi siempre con todo su esplendor, pero momentos mas tardes el cielo se cubre de nubes gris oscuro como un mal presagio.
Empieza a llover y la lluvia poco a poco va empapando la tierra hasta convertirla en un barrizal, la montaña que protege al poblado de los vientos esta demasiado mojada y la tierra empieza a ceder desmoronándose sobre el poblado cayendo parte de la montaña encima de las chozas.
El brujo de la tribu avisa del peligro, todos recogen sus enseres con rapidez y se encaminan hacia la playa, el panorama que presenta el mar es temerario también esta embravecido haciendo que las olas con sus bravíos lengüetazos cada vez mas violentos barra la playa de arena anegando toda posibilidad de pernoctar allí la tribu.
Todos ante el panorama desolador en el que se encontraban y desconcertados, el ruido aterrador de los truenos acompañados de rayos maximizaba el ruido de las olas embravecidas del mar.
El pequeño barco seguía varado en la playa aguantando las envestidas de las olas encontrándose maltrecho y sin timón, la popa también había desaparecido.
Davinia ante el barco con la mirada perdida pensó nunca mas volveré a navegar y una mueca amarga salio de su boca.
Después de la terrible tormenta se vio caminando entre el barro con la tribu buscando un nuevo asentamiento. Todos de nuevo aceptaron su compañía y la de Francisco de Cacíres.
Caminaron unas cuantas jornadas buscando la orilla de un río que fuera caudaloso para poder pescar y cerca de un bosque que estuviera repleto de caza para el sustento de la comunidad.
Ya agotados de tanto caminar y sin apenas comida una tarde alguien gritó aquí hay un animal herido…
El sitio era perfecto había agua dulce un bosque repleto de floración y no muy lejos una cala perfecta para guardar las canoas después de salir a pescar.
Sentí que una nueva vida empezaba para mí y comencé a aprender las costumbres de las mujeres de la tribu, que cada vez me aceptaban como una de ellas.
Mi vida empezó a ser placentera, haciendo juegos al anochecer a la luz de las calidas hogueras.
Pero por las noches seguía con los sueños terroríficos que no me dejaban descansar.
Una rara epidemia broto en la tribu, nadie sabia de donde procedía por lo tanto no se sabia como curarla. El brujo hacia toda clase de hechizos para combatirla, pero solo el profesor y yo sabíamos que se trataba de la gripe Española, cada día que pasaba se contagiaba uno mas mientras los demás huían de los contagiados dejándolos aislados en el bosque abandonados a su suerte.
Después de ver el caos en el que se estaba convirtiendo la tribu Davinia habla con Francisco de Cacíres para que haga algo para atajar la infección, el profesor no parece querer colaborar. Pero Davinia quiere ayudar y se va al monte a buscar eucaliptos, romero y otras hierbas importantes para la descongestión de los pulmones.
Por la tarde a la puerta de su choza Davinia cuece unas hojas de eucaliptos y uno a uno le hace que inhale el vapor que desprende su cocción tapándole la cabeza con una piel de lobo para que sudaran.
Algunos no pudieron aguantar la tos persistente y perecieron, pero la mayoría de ellos se salvaron para satisfacción de Davinia.
Francisco de Cacíres una mañana desapareció del poblado sin dejar rastro alguno
Yo me sentí aliviada por su marcha pero con grandes dudas sobre él.
Mientras el sol descendía trazando la curva de la tarde y desde la epidemia gripal que padeció el pueblo Davinia estaba considerada como una nueva hechicera esto no le satisfacía en absoluto al brujo de la tribu, y empezó entre ellos una guerra fría inaguantable para ella.
Estando en la orilla del río mojando sus cansados pies, mira distraída hacia el monte que está frente a ella y ve sorprendida una vieja ermita, lo piensa dos veces y se va hacia ella trepando entre hojarascas y retamas, cuando jadeante llega hasta ella la mira embobada, es pequeña pero se parece mucho a la arquitectura española y eso la hace soñar...
Ante la puerta ve a un hombre de tez blanca vestido de negro sentado junto a ella cuidando de un rebaño. La dulzura del rostro del hombre la hace sentirse segura.
Pregunta - ¿Qué imagen se venera aquí?
El hombre contesta amable.
“La Virgen de Fátima “
Nunca hasta entonces se había emocionado al oír el nombre de Fátima. Y con amabilidad le pide que le abra la puerta y el hombre mirándola sonriente levanta una pesada piedra sacando de debajo de ella una llave de hierro de grandes dimensiones.
Abre la puerta y veo que desde dentro todo es oscuridad y telarañas, tan solo un reclinatorio se conserva con su tapicería de terciopelo color granate en mejor estado de uso, los bancos aparecían todos rotos.
Miro hacia todos lados y allí no había mas que desolación y abandono =no Había ninguna imagen para venerar, pero en su angustiosa soledad, empezó a rezar con devoción.
De pronto una gran luminosidad entra por un viejo ventanuco inundándolo todo Como un halo de luz aparece una Virgen pequeña vestida de blanco con un manto azul como el color del cielo en primavera.

..............continuará.....

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