domingo, 12 de junio de 2011

El Viaje (III parte y final)

Me fui directo al Bósforo y me embarque en una galera repleta de ovejas y carneros. Como tenia el don de no ser visto entre en la cocina del barco y me atiborre de todo hasta hartarme para perplejidad del cocinero que se encontró con las viandas mermadas, después descanse placidamente hasta zarpar.
Con mi capa mágica puesta hice la travesía, vi desde la borda muchas maravillas que el mundo nos ofrece, en cada puerto las mercancías que se ofrecía era diferente y yo mirándolo todo sin ser visto Observaba como los marineros turcos gritaban a sus jefes haciendo que estos les dieran latigazos.
.Me movía a placer por todo el barco y los marineros empezaron a tener miedo porque nuca estaban las cosas en su sitio, un día y cuando un marinero tocaba su armónica me puse a su lado y canturree la canción, se llevo tal susto que salio corriendo sin parar por toda la cubierta.
Así empecé para pasar el ocioso tiempo haciendo pequeñas bromas hasta llegar a España.
Una vez en España me dirigí al Escorial siempre quise ver donde había vivido ese rey que sin yo querer me mandó al exilio. De nuevo me puse mi capa invisible y cuando me disponía a entrar dos alabarderos que guardaban la puerta se pusieron en posición firmes y levantando sus espada las cruzaron hasta casi rozar mi cara, me dieron tan grande susto que desistir de entrar, y ahora me veo a las puertas de mi casa después de deambular como un mendigo errante contándole mi vida a un extraño.
¿Cómo os llamáis anciano?
Diego de Becerra y Castro
¡………!
Yo lo mire con perplejidad. En mi familia se contaba la historia de un pariente que se fue a tierras de infieles con un encargo del rey para un prelado de Turquía.
Ahora estaba ante él…y le digo con voz entrecortada yo soy Diego de Becerra y Usía el anciano se puso de rodillas ante mi y beso la húmeda hierva al hallarse ante uno de sus descendientes.
Le invito a ir a la casa de la hacienda pero el no acepta a pesar de ser el dueño de todo, se sentía un intruso.
Lo convencí y lo lleve a la casa pero el me puso la condición de llevar su capa puesta y así solo sabría yo quien era. Lo aloje en unas de las estancias destinadas para invitados que se encontraban en desuso pero era confortable.
Todos los días se sentaba en la mesa con los dueños de la casa junto conmigo, Un día en los postres empecé la conversación de aquel pariente que se fue a tierras lejanas. El dueño se puso fuera de si.
¡Tu qué sabrás, respondió!
Si solo eres un acogido en esta familia.
El silencio se hizo patente hasta que Doña Clara empezó a reírse a carcajadas como una vulgar mujerzuela y entre chanzas, de mal gusto, empezó a recordar como se hicieron con la hacienda, quitándose de en medio a la familia Becerra con artimañas y mentiras, hasta que el rey los apresó a todos y donde encontraron la muerte la familia Becerra en las mazmorras del Escorial.
Diego de Becerra y Castro no podía salir de su asombro estaban en su casa en su hacienda con un par de desalmados de baja estopa que se hicieron con todo su patrimonio y aun se jactaban de ello.
Espero que le pasara la indignación y con un certero tirón al bordado he inmaculado mantel, hizo saltar toda la vajilla haciéndose añicos en el suelo. Los gritos que salieron de la garganta de los usurpadores fueron oídos por todos los que se encontraban en la casa pero nadie acudió.
Desde entonces por las noches, las puertas se abrían y cerraban solas como si estuvieran a merced de un vendaval, los criados aterrorizados por las cosas que estaban pasando en la casa empezaron a desaparecer diciendo por el pueblo que la casa estaba embrujada.
Una noche se oyó un alarido estremecedor mientras la lámpara de la alcoba escupía sus velas provocando un despertar terrorífico a los allí durmientes.
A la mañana siguiente en la mesa y cuando el matrimonio comía acompañado sin saberlo de mi amigo Diego de Becerra vieron con horror como una cuchara se movía desde la honda sopera hasta la boca del orondo comensal haciendo que sus ojos se abrieran desorbitados.
La señora lucia una gargantilla de perlas y brillantes que un día llevo su madre cuando se desposó, fue tan grande su indignación al verla puesta en ese pescuezo grasiento que acercándome a ella se la desabrocho cayendo con todo su peso en el plato de la sopa manchando el horrible vestido de encajes, con la consecuente situación de desconcierto. Los dos salieron corriendo por el comedor y nunca mas aparecieron por la casa por el pueblo se oyeron toda clase de comentarios una de ellas era que el espíritu de los Becerras estaba en la casa …
Cansado por lo acontecido don Diego de Becerra y Castro, se sentó en un pequeño escabel que había en el enorme salón y frente al hogar cuya llama temblorosa iluminaba el retrato de su padre, y mirándolo horrorizado pensó que él no había intervenido para nada en lo que estaba aconteciendo en la casa.
Y pensó pobres locos que no comprenden que los hombres pueden a veces cambiar el futuro… pero nunca el pasado.
Después de saber toda la vida del anciano yo le conté mi historia.
Pero eso es otra cosa.
Desde entonces vivimos los dos en esta bendita casa, mas tarde el rey nuestro señor enterándose de lo acontecido en el reinado de su padre nos recibió con honores a los dos Diegos de Becerra y nos dio licencia para poder vislumbrar las cosas de este miserable mundo.
Mi maestro el mago me dijo una vez sabiamente mantén los oídos bien abiertos vive con naturalidad propia de quien no espera nada importante no te metas en líos y confía en que la oportunidad que aguardas tarde o temprano vendrá sola a tus manos.

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