lunes, 6 de junio de 2011

El Viaje (II parte)

La galera cuando estaba en alta mar empezó a zozobrar el oleaje era cada vez más fuerte el viento parecía que iba a partir el palo mayor los marineros en cubierta no dejan de vocear.
Estuve encerrado en la lúgubre bodega del barco muchos días hasta llegar a Estambul. A todos los que nos llevaban presos nos bajaron por una rampa de la galera con grilletes en pies y manos
En un improvisado mercado nos pusieron a la venta. Un otomano con barba blanca y aspecto bondadoso, se fijó en mí y, después de mirarme meticulosamente, con un ademán de su mano pasé a ser su esclavo. Un eunuco que estaba a su lado recibió ordenes para que me llevara a su casa, anduvimos por callejuelas laberínticas con un intenso olor a especias, los pies me dolían hasta llenarse de llagas por no estar acostumbrado a andar descalzo, yo miraba con admiración esa extraña tierra bella y diferente, pensando que quizás nunca más saldría de allí, pasamos junto al acueducto de Valeus donde toda su población era musulmana, y por las murallas bizantinas, donde en un recodo del camino de la estrecha calle apareció una casa de piedra que abrió sus puertas para que entrásemos el eunuco y yo.
Un patio de bellas columnas me hacia evocar mi lejano hogar unos ostentosos divanes tapizados con ricas telas otomanas de color carmesí se prodigaban bajo las arcadas “era el lugar más fresco de la casa “.
Después de caminar por un largo pasillo me encierran en una habitación oscura y con un intenso olor a moho, y pienso, ¡que pena de mi vida!, así pasaron unas cuantas horas llenas de incertidumbre hasta que me llevaron a presencia del anciano. Estaba sentado en una bella silla de madera y de alto respaldo, ante el una gran mesa donde reposaba una calavera y una palmatoria de bronce con una gruesa vela encendida, los cortinajes de terciopelo azul oscuro daban a la estancia suntuosidad, mezclada con un halo de misterio.
El anciano tras la mesa me miró inquisitivamente como si quisiera estudiar mi anatomía, mi cuerpo joven se encogió como si quisiera protegerse de un peligro inminente, después de un largo silencio, que me pareció eterno, me pidió que fuera su discípulo, porque ahora eres mío joven cristiano. Yo perplejo no sabia de que estaba hablando yo solo sabia que tenia una misión que cumplir para Felipe II rey de España
Pero mi vida ahora no valía nada, era solo un cautivo.
Como me estaba retrasando con mi misión, quizás alguien echara en falta mi llegada al saber de mi retraso, sobre todo el Sr. Obispo de la Basílica de San Salvador de Chora en Estambul en donde tenia que recoger esa maldita bolsa que ni siquiera sabia su contenido.
Pero eso no podía contárselo a nadie era una misión secreta, cuantas veces en mi soledad pensaba una y otra vez que quizás al percibir mi retraso mandarían a otro emisario para rescatarme y así sin preguntar donde había estado me llevaría a España a pesar de mi fracaso.
Durante algún tiempo ya no pensaba en España mi desilusión era tan grande que deje pasar los meses espantándome los recuerdos.
El anciano, ahora mi señor, de nombre Moisés empezó con muchas prisa a enseñarme todo lo que sabia sobre magia blanca donde era un experto, a veces tenia sesiones hasta de doce horas seguidas, para mi era agotador, pero yo era un alumno muy aventajado, y quería aprender todo para poder salir cuanto antes hacia algún barco que me hiciera regresar junto a mi padre así cada día tomaba mucho interés a todo lo que me enseñaba era tan interesante que pensé que quizás con toda la sapiencia que me estaba transmitiendo podría llegar hasta mi objetivo, a mi Toledo de donde nunca debí salir.
Después de algún tiempo y de aprender todo lo que tenia que aprender una mañana el eunuco que servia a mi señor me despierta alarmado, el amo había aparecido muerto en su despacho abrazado a una calavera. Después de pensar que hacer decidimos acostarlo en su cama y lo pusimos en posición de dormido.
Mas tarde y con gran pesar el eunuco me aconsejo que saliera de la casa cuanto antes porque seguramente el asesino aun se encontraba en la casa esperando tener la oportunidad para acusar a alguien, y yo era el mejor candidato por pasar largas horas con el.
Para salir de la casa me puse una larga capa negra que mi maestro me había enseñado a usar y así pude escapar sin ser visto.
Mi primer impulso era el ir a ver al Sr. Obispo a Salvador de Chora pero mi instinto me dijo que podía ser demasiado tarde.

.............. continuará

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