martes, 15 de marzo de 2011

Traición

En ningún rincón del planeta habría lugares peores en los que cumplir condena que en la cárcel. Richard se conformaba con estar sentado en su mugriento camastro, recordando su vida anterior…
Un día de abril, cuando el sol brillaba en todo su esplendor, eran a las doce del medio día. Richard caminaba por un sendero admirando el bucólico paisaje extremeño. Llegaba a la finca desde Londres donde le habían invitado junto a su mujer su compatriota Peters.
Antes de llegar y en un cruce de caminos, se encontró a un hombre que amablemente le saludó haciendo alusiones al tiempo tan maravilloso que estaban disfrutando.
Cuando sus miradas se cruzaron, con una precisión casi absoluta, el hombre sacó una navaja e inexplicablemente intentó asestarle un navajazo cerca del corazón.
Antes de poder siquiera reaccionar y pedir auxilio, dos hombres más se sumaron al ataque al saber que Richard resistía la embestida como un jabato.
En la confusión de la pelea cayó uno de los atacantes abatido por un pinchazo mortal que recibió equivocadamente.
Un guarda rural apareció montado en su caballo y al ver la trifulca y un hombre inerte en el suelo le acusó de asesinato. Mientras, un malherido Richard se quedó mudo de estupor.
Uno de los atacantes llamado “el Chato” llegó a la finca sin resuello y le contó al dueño de la finca lo sucedido. Le pidió lo acordado a Peters. Éste levantó la fusta que llevaba en su mano y le asestó un latigazo quedándolo sin sentido. Después le pidió a los criados que se lo llevaran lejos de su vista…
Richard se sienta dejando caer los pies por el lateral del catre y en el silencio se oyen unos pasos lentos que se acercan a su celda. Se levanta de un salto cuando ve unos ojos negros, brillantes. La voz de Peters se hace sonar con una desagradable carcajada:
- Nunca pensaste que podía venir a verte.
Richard empieza a temblar barruntando que algo grave está pasando, y ese algo, está relacionado con su mujer.
- Ahora no tienes nada que temer- Peters le dice a Richard.
El alivio que le invade es una asombrosa medida de su ansiedad.
La taza de latón cae ruidosamente al suelo rodando hasta los pies de Peters.
El rostro de Peters es tan inconmovible que apenas se le marca una arruga en el rostro. No existía palpitación alguna en los músculos de la cara cuando le dice a Richard:
- Tu mujer está bajo mi protección.
Richard tiene la boca reseca y con una rabia contenida salta a bocajarro y sin pensarlo dos veces:
- ¡Cuando salga de aquí te mataré con mis propias manos!
De nuevo la risa aparece en la boca blanquecina y pegajosa de Peters.
Richard respira con inspiraciones cortas, rápidas, con las fosas nasales bien abiertas como si le faltara el oxigeno del ambiente. El cuerpo le tiembla como una cuerda de guitarra después de ejecutar una melodía.
Peters le da espalda y se despide con un:
- Tu mujer esta en buenas manos.
Estas palabras retumban en el cerebro de Richard como un trueno en la tormenta en los oídos.
Elise, la mujer de Richard de un manotazo se aparta de la cara un mechón del normalmente perfecto peinado. La inquietud le hace pensar y no le gustan para nada los resultados.
Tiene que encontrar una solución. Está convencida que su marido no es ningún criminal y piensa que todo es una equivocación. Si hubiera sido una trampa urdida de antemano…No quería desconfiar de Peters porque estaba alojada en su casa y la había protegido pero Elise notaba un comportamiento en él algo extraño desde que su marido estaba preso en la cárcel. La obsequiaba a menudo con halagos repentinos que a ella le repugnaban.
La cerradura de su alcoba se había roto y por ese motivo no descansaba tranquila al carecer de intimidad.
Una noche la puerta de su alcoba se abrió con sigilo, dando paso por ella a un Peters perfumado y con un batín de seda. Elise no sale de su asombro cuando ve que acercándose a ella le ofrece una copa de champaña.
Elise se levanta de la cama de un salto y con agilidad mental de su cuerpo y de su mente se apodera de ella una rara calma.
-Hola Peters- dice Elise que puede ver la humedad sobre el labio inferior , sus ojos oscuros parecen dos ascuas encendidos por la lujuria.
Elise con una calma irracional, se bebe el champaña pidiéndole charlar un rato. Peters, poseído que tenía encantos ocultos babea cada vez más.
Elise le pregunta por su marido, dándole a entender que ya no le interesa.
Si no hubiera sido por la situación real en la que estaba viviéndole hubieran dado un oscar por su interpretación.
Por su mente pasa una película e interpretando una de sus escenas se acerca a él con coquetería llevándoselo hacia el balcón donde unas opacas cortinas se recogen con unos gruesos cordones de seda.
Y mirándole a los ojos le dice:
-¿Tu, me quieres?
- Todo lo he hecho por ti- responde Peters con énfasis.
- ¿Y mi marido?
- De él no te tienes que preocupar, lo he preparado con mi abogado para que nunca pueda salir de la cárcel.
Elise sigue con su coquetería, coge el cordón de la cortina, se burla de su impaciencia y haciendo que parezca un juego lo asfixia con el cordón.
Minutos después yace tendido en el suelo con la ridícula bata de seda y una mueca de felicidad.
Elise permanece sentada. No sabía cuanto tiempo había pasado ante el cadáver de su enemigo.

2 comentarios :

  1. Me parecen muy entretenidos y divertidos tus relatos; tienen una escritura que engancha al lector hasta el final. Me gustan las novelas de misterio, y por eso quisiera leer "La dama del misterio", y si puedes me la haces llegar. Gracias.
    Maribel S.V.

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  2. Hola Maribel, siento mucho el decepcionarte, pero la Dama del Misterio es el nombre que me puso un profesor de literatura, pero si me sigues leyendo verás que el misterio está en cada uno de los relatos.
    Los que estan por salir en el blog seran mucho más misteriosos.
    Un beso de tu tía Tere.

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