domingo, 27 de febrero de 2011

Un paseo primaveral

Por fin llegó el buen tiempo.
Amanece en Cáceres un día espléndido. El dorado y caliente sol cubre con su manto de primavera los jardines del paseo de Canovas obsequiando al viandante con sus olores y aromas.
Me arreglo con esmero para disfrutar de un grato paseo. Llego al parque y éste me sorprende gratamente al estar engalanado con una exposición escultórica que acompaña al caminante que pasea lento para admirar el arte.
En ella se puede apreciar a las Meninas, La dama de Elche, otra dama con sombrero de ala ancha…todas ellas y muchas más que hacen que el paseo sea un regalo para el espíritu.
Me adentro entre los bellos jardines primorosamente cuidados y una hilera de casetas llenas de libros hacen que me acerque con curiosidad. Las estanterías a rebosar, libros y más libros. Y empiezo a ojear. Todos tienen algo interesante para mí, tanto que tengo que mirar mi maltrecho monedero.
Después de mucho mirar elijo tres libros con títulos interesantes.
En otra caseta encuentro uno que para mí se convierte en un preciado tesoro; es del escritor Alan Poe. Yo siempre fui una persona medrosa, tanto que hasta mi sombra al anochecer me daba miedo pero cuando descubrí su literatura, no pude dejar de leer. Por eso recuerdo como si fuera ayer cuando conocí por primera vez un libro de este escritor. Años después descubrí al norteamericano Stephen King, con sus relatos escalofriantes y ahora me encuentro ante una estantería donde puedo elegir cualquier titulo porque todos son fascinantes.
Empiezo de nuevo a ojear, no sin antes mirar el reloj, pues no me gustaría que me esperasen para comer y mientras paso una y otra página, me va saliendo la vena de escritora y mi imaginación crea una historia.
Paseando entre las esculturas expuestas a lo largo del paseo, noto que una sombra alargada sigue mis pasos, las ramas de los árboles crujen al chocarse unas con otras. Mientras, el viento suave hace que el eco de mis pasos se magnifique. Una mano segura se posa en mi trémulo hombro y mis piernas flacas se doblan como un junco arrasado por la corriente del río.
No puedo mirar, mis ojos ya no ven porque hay mucha oscuridad. Son las dos de la mañana y no sé por qué estoy todavía en el parque. Miro a mí alrededor y ya no hay nadie, las casetas antes bulliciosas están cerradas. Abro la bolsa donde llevo los libros que he comprado y está vacía. Han desaparecido ¡qué es lo que pasa!
Tiembla todo mi cuerpo.
Una voz suave me susurra al oído ¿te encuentras mejor?
En ese instante me llevan a casa unos señores vestidos de blanco.

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