miércoles, 8 de diciembre de 2010

El Amigo Imaginario

En el invierno sombrío y cuando las nubes se ciernen agobiantes en el cielo, recibo una misiva. La abro con curiosidad y compruebo que es de un amigo de la infancia. Me invita a ir a su casa para pasar un fin de semana. No puedo aceptar dado que mis obligaciones me impiden el ocio.
Le llamo por teléfono y nadie lo descuelga. Vuelvo a insistir una y otra vez para comunicarle que me resulta imposible acudir a la cita. La comunicación es nula pero una llamada oportuna me cancela la cita de trabajo y decido ir a la casa de mi amigo.
La casona se encuentra en lo alto de una colina con una subida de difícil acceso y la espesa niebla casi la hace invisible, tanto que parece fantasmagórica.
Aparco mi coche, un Land Rover viejo heredado de mi padre en la entrada de la casa. Pero nadie sale a recibirme, empujo la puerta que se abre con facilidad y subo las escaleras.
El zaguán acristalado con bellas vidrieras esmaltadas en multicolor me sobrecoge con su belleza. Una voz de ultra tumba me llama y abro la puerta de salón de dos hojas que se encuentra frente a mí. Ya en la estancia puedo observar una enorme chimenea encendida y a Rosauro sentado en un sillón. Pálido, larguirucho y extremadamente delgado con un aspecto desolador. ¡Había cambiado tanto!
Me ofrece sentarme con mucha ceremonia. No puede ser, no se parece en nada a mi amigo. Lo miro y sus ojos oscuros están rodeados de una aureola gris como si fuera un antifaz.
Después de servirme un té caliente que tiene dispuesto en una mesita auxiliar, me empieza a narrar su frustrada vida desde que heredó aquella lúgubre mansión y se fue a vivir a ella. Le pasan cosas extrañas y se ha quedado postrado en una silla de ruedas después de una noche de fiebre muy alta.
Una sombra atraviesa el pasillo y pregunto sobrecogido.
- ¿Has visto eso?
Rosauro no contesta y sigue con su extraño relato. Su tío, un hombre poderoso y sin descendencia pensó en él como único heredero de todos sus bienes.
Al principio todo fue emocionante pero cuando se hizo cargo de la mansión empezó todo su tormento.
La vieja criada desconfiaba haciéndole la vida imposible hasta que la tuvo que despedir. El jardinero, hombre tullido y de pocas palabras es el único que sigue en la casa a su servicio. Se encuentra solo y nadie del pueblo quiere trabajar en ella.
Me cuenta que por las noches y en los largos pasillos se oyen conversaciones que le hacen imposible conciliar el sueño.
En medio del relato de su azarosa vida, veo como una mujer joven y bella aparece tras las vidrieras. La miro asombrado y ella parece mantener su mirada con la mía. Se lo comento a mi amigo:
- ¿Has visto a esa mujer? ¿Quién es?-pregunto.
- Eso que has visto es un espectro-dice Rosauro.
Yo lo miro incrédulo y le pido que me siga contando todo aquello que pasa en la casa.
De pronto, un terrible alarido hiela mis venas y mi amigo se tapa los oídos con las dos manos mientras sus ojos parecen salirse de sus orbitas.
Empiezo a estar incómodo y decido salir cuanto antes de esa casa, me iría después de la cena.
Cuando estamos en los postres, la puerta del comedor se abre y la joven que vi tras las cristaleras va vestida con una inmaculada bata y sonrisa serena.
Se dirige a mí y me da las gracias.
Mi amigo parece haber terminado su relato.
Un hombre de pelo blanco aparece en el comedor y ordena a la enfermera que le ponga una inyección.
Se llevan a Rosauro para que descanse.
Nunca sabrá que ese amigo jamás lo visitó.

No hay comentarios :

Publicar un comentario