lunes, 15 de noviembre de 2010

La Reliquia


Diana  entra en la redacción, coge una nota  que tiene encima de la mesa  de su despacho y sin quitarse el abrigo va directamente  al del director  que espera impaciente su llegada. El pasillo es largo y  estrecho  con un intenso olor a tabaco que a Diana  le parece insoportable. Ella también ansía saber qué misión  le van a encomendar  como reportera  itinerante.
La puerta del despacho  de su jefe se encuentra semicerrada  por lo cual solo tiene que empujarla suavemente.
J. J. Sandoval la mira desde  su sillón de alto ejecutivo y con un ademán le invita a sentarse frente a él. El despacho, decorado  con suntuosidad, hace que la curiosidad de Diana se despierte. Es amplio,  pero las gruesas cortinas  de terciopelo de color azul oscuro  le dan una cierta opacidad misteriosa. La lámpara de cristal  que pende del techo  parece una gran araña  amenazadora. La alfombra  que tapa por completo el suelo  es de color azul cobalto salpicado  con pequeños topos de color carmesí, como gotas de sangre.
El director  después de hacer ciertas advertencias  al respecto  sobre su cometido   le da un sobre  cerrado con las instrucciones.
Al día siguiente, el avión que sale de Madrid con destino a Roma está dispuesto  para que los viajeros embarquen. Eran las ocho y treinta de la mañana  cuando  después de facturar su equipaje, Diana sube a la nave  para  ocupar  el asiento numero veintidós A de la clase turista.
Cierra los ojos y sus pensamientos se arremolinan  en una tormenta  de miedo y lamentaciones cuando lee  el documento  que le había entregado su jefe.
Tiene que encontrar la reliquia  que se supone debe estar  en la iglesia romana de Sta. María in Cosmedin. Diana saca sus apuntes  y  lee que es una iglesia medieval  que no había cambiado nada desde el siglo XII.
Cuando el avión aterriza  en el aeropuerto de Fiumicino coge un popular transporte  llamado  bienvenida que la lleva al hotel directamente haciendo un recorrido  por las zonas más bonitas de  la ciudad siendo de gran belleza  cultural.
Llega  al hotel Ticiano…maravilloso palacio Patricio  que mantiene su atmósfera original  y está situado en el centro  histórico  de Roma  a poca distancia del Foro Imperial, el Coliseo, San Pedro, y Plaza de España.
Después de descansar en el hotel  y a las seis de la tarde de un  esplendido día romano se dirige  a la iglesia  Sta. María de Cosmedin. La iglesia  es como ella la supone, sobria  y de gran belleza arquitectónica. Su mayor peculiaridad  consiste, entre otras muchas  cosas  en su gran desnivel  existente con los edificios que le circundan.
Entra en la iglesia y se arrodilla en el primer banco fingiendo que reza  aunque en realidad  lo que hace es observar  detalladamente  la planta del templo que como la mayoría de las iglesias  tiene forma  de una  inmensa cruz  latina.
Se fija con detenimiento justo debajo de la cúpula  principal del cimborio, el corazón de la iglesia  y el punto más sagrado. Ve aquello que busca.
Al volver la cabeza  se da cuenta que tras ella,  un hombre bajito   con una cabeza  descomunal para su cuerpo,  la observa. Despacio, nerviosa y preocupada sale  del templo  y uniéndose a un grupo de turistas que en ese momento  pasaba cerca  despista al hombre y así puede regresar al hotel  con toda la información  que ha recopilado.
Ya en la habitación  prepara la estrategia a seguir.
Al día siguiente  entraría en la iglesia para esperar agazapada hasta la hora del cierre en un oscuro confesionario. Después lanzaría un gancho  en un saliente de la bóveda  y con un arnés treparía por la cuerda  hasta llegar al cimborio.
Por la mañana  ya no le parece tan fácil  como lo concibió pero  decidida sale para comprar los accesorios necesarios  para la ejecución  del plan.
Antes de salir a la calle, se siente vacía  y se asoma a la ventana de su habitación  desde donde se ve  una Roma antigua  que no merece ser diezmada.
Al salir del ascensor  y cuando se dispone a salir a la calle  ve con horror  que sentado en una butaca  del hall del hotel y simulando leer la prensa  está el bajito cabezón. En esos momentos su pensamiento se llena de dudas, no sabe si salir corriendo hacia la calle o subir de nuevo  en el ascensor hacia su habitación.
Decide lo último y cuál es su sorpresa  que éste hombre la saluda  con un gesto de cortesía  a través del espejo del ascensor. Diana nota que  la cabeza empieza a darle vueltas.
Su terror es tal que vuelve a bajar y empujando la puerta giratoria hasta salir a la calle donde la brisa del Ródano  le calma los nervios  y piensa que ya falta poco para  la reliquia esté en sus manos. Y se detiene un instante sonriendo.
Ya en la noche sueña como un murmullo  de los espíritus  en la oscuridad  dicen unas palabras olvidadas  para ella;”una buena noticia  no vale tanto como la paz del espíritu.”
Y alzando los ojos  al cielo mirando embelesada como la noche  está cuajada de rutilantes estrellas.

1 comentario :

  1. Teresa me gusta este relato de la reliquia, en el veo que has dado un giro de los que nos tienes acostumbrados.Un abrazo
    Puri.

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