domingo, 28 de noviembre de 2010

Calerus

El oleaje rompe con rabia sobre el acantilado y arrastra en su furia a las viscosas algas envueltas en la voluptuosa espuma.
Lejos de la costa ya dentro del Océano, un buque llamado Calerus, uno de los más grandes y modernos que navega llevando mercancía y pasajeros.
Se encuentra a la deriva después de encallar en las rocas.
La espuma del mar se entretiene haciendo una y otra vez un bordado de festón en la orilla de la playa como si se tratara de un juego monótono.
El mar embravecido bambolea a su antojo la nave mientras en uno de los salones vip de reuniones debaten un grupo de poderosos políticos sobre la necesidad de pedir un helicóptero para que ellos sean rescatados. Unas sonrisas extrañas floreaban en sus labios mientras lanzaban en las ondas un SOS.
El resto de pasajeros y tripulación ignora lo que traman este grupo de poderosos hombrecillos.
Una voz potente y esperanzadora se hace oír por un altavoz y anuncia al pasaje tranquilidad por estar todo controlado.
La calma que se transmite sólo hace que el pasaje vuelva por unos instantes a una normalidad relativa. Un murmullo se oye en la sala donde se encuentra la mayor parte del pasaje.
El cielo se pone de color nácar gris.
Un gran estruendo seguido de un golpe de mar parte por la mitad la nave como una cáscara de nuez. Ya no hay tiempo para subirse a los botes.
El mar se traga el barco como una serpiente anaconda se traga una res.
Los gritos se ahogan con el zumbido del viento chocando con fuerza contra las olas.
El agua está helada y la supervivencia es escasa o nula.
En el puerto donde tiene que atracar el buque se advierte intranquilidad (éste no responde a ninguna llamada). Mientras, en la oscuridad más absoluta, cientos de personas se debaten contra los elementos naturales.
Los peces se alertan ante un movimiento inusual para ellos y de anormalidad en su hábitat.
No muy lejos, una ciudad está espléndidamente iluminada con cientos de luces de neón. Parece desafiar con su luminosidad la terrible y agonizante oscuridad que estaba viviendo los pasajeros del Calerus.
Después de pasar algunas semanas, en una costa cerca de Islandia aparecen cinco cadáveres en la playa. La mar sabia y poderosa, en una tarde de pleamar cuando las olas se encrespan, los escupe. Más tarde son reconocidos como los cinco políticos que viajan en el buque naufragado.
El mar siempre selectivo y sabedor de ser la gran despensa del mundo, los devolvió a la tierra, despreciando así la comida basura para su comunidad marina.
Un marinero que por allí pasaba vio los cuerpos medio putrefactos en la orilla con sus ojos negros como la noche los miró y de sus labios salió una sonrisa vacía.
Los otras víctimas fueron acogidos en el seno del mar. En otra forma y manera seguirán viviendo y recorriendo el ciclo de la vida con dignidad.

lunes, 15 de noviembre de 2010

La Reliquia


Diana  entra en la redacción, coge una nota  que tiene encima de la mesa  de su despacho y sin quitarse el abrigo va directamente  al del director  que espera impaciente su llegada. El pasillo es largo y  estrecho  con un intenso olor a tabaco que a Diana  le parece insoportable. Ella también ansía saber qué misión  le van a encomendar  como reportera  itinerante.
La puerta del despacho  de su jefe se encuentra semicerrada  por lo cual solo tiene que empujarla suavemente.
J. J. Sandoval la mira desde  su sillón de alto ejecutivo y con un ademán le invita a sentarse frente a él. El despacho, decorado  con suntuosidad, hace que la curiosidad de Diana se despierte. Es amplio,  pero las gruesas cortinas  de terciopelo de color azul oscuro  le dan una cierta opacidad misteriosa. La lámpara de cristal  que pende del techo  parece una gran araña  amenazadora. La alfombra  que tapa por completo el suelo  es de color azul cobalto salpicado  con pequeños topos de color carmesí, como gotas de sangre.
El director  después de hacer ciertas advertencias  al respecto  sobre su cometido   le da un sobre  cerrado con las instrucciones.
Al día siguiente, el avión que sale de Madrid con destino a Roma está dispuesto  para que los viajeros embarquen. Eran las ocho y treinta de la mañana  cuando  después de facturar su equipaje, Diana sube a la nave  para  ocupar  el asiento numero veintidós A de la clase turista.
Cierra los ojos y sus pensamientos se arremolinan  en una tormenta  de miedo y lamentaciones cuando lee  el documento  que le había entregado su jefe.
Tiene que encontrar la reliquia  que se supone debe estar  en la iglesia romana de Sta. María in Cosmedin. Diana saca sus apuntes  y  lee que es una iglesia medieval  que no había cambiado nada desde el siglo XII.
Cuando el avión aterriza  en el aeropuerto de Fiumicino coge un popular transporte  llamado  bienvenida que la lleva al hotel directamente haciendo un recorrido  por las zonas más bonitas de  la ciudad siendo de gran belleza  cultural.
Llega  al hotel Ticiano…maravilloso palacio Patricio  que mantiene su atmósfera original  y está situado en el centro  histórico  de Roma  a poca distancia del Foro Imperial, el Coliseo, San Pedro, y Plaza de España.
Después de descansar en el hotel  y a las seis de la tarde de un  esplendido día romano se dirige  a la iglesia  Sta. María de Cosmedin. La iglesia  es como ella la supone, sobria  y de gran belleza arquitectónica. Su mayor peculiaridad  consiste, entre otras muchas  cosas  en su gran desnivel  existente con los edificios que le circundan.
Entra en la iglesia y se arrodilla en el primer banco fingiendo que reza  aunque en realidad  lo que hace es observar  detalladamente  la planta del templo que como la mayoría de las iglesias  tiene forma  de una  inmensa cruz  latina.
Se fija con detenimiento justo debajo de la cúpula  principal del cimborio, el corazón de la iglesia  y el punto más sagrado. Ve aquello que busca.
Al volver la cabeza  se da cuenta que tras ella,  un hombre bajito   con una cabeza  descomunal para su cuerpo,  la observa. Despacio, nerviosa y preocupada sale  del templo  y uniéndose a un grupo de turistas que en ese momento  pasaba cerca  despista al hombre y así puede regresar al hotel  con toda la información  que ha recopilado.
Ya en la habitación  prepara la estrategia a seguir.
Al día siguiente  entraría en la iglesia para esperar agazapada hasta la hora del cierre en un oscuro confesionario. Después lanzaría un gancho  en un saliente de la bóveda  y con un arnés treparía por la cuerda  hasta llegar al cimborio.
Por la mañana  ya no le parece tan fácil  como lo concibió pero  decidida sale para comprar los accesorios necesarios  para la ejecución  del plan.
Antes de salir a la calle, se siente vacía  y se asoma a la ventana de su habitación  desde donde se ve  una Roma antigua  que no merece ser diezmada.
Al salir del ascensor  y cuando se dispone a salir a la calle  ve con horror  que sentado en una butaca  del hall del hotel y simulando leer la prensa  está el bajito cabezón. En esos momentos su pensamiento se llena de dudas, no sabe si salir corriendo hacia la calle o subir de nuevo  en el ascensor hacia su habitación.
Decide lo último y cuál es su sorpresa  que éste hombre la saluda  con un gesto de cortesía  a través del espejo del ascensor. Diana nota que  la cabeza empieza a darle vueltas.
Su terror es tal que vuelve a bajar y empujando la puerta giratoria hasta salir a la calle donde la brisa del Ródano  le calma los nervios  y piensa que ya falta poco para  la reliquia esté en sus manos. Y se detiene un instante sonriendo.
Ya en la noche sueña como un murmullo  de los espíritus  en la oscuridad  dicen unas palabras olvidadas  para ella;”una buena noticia  no vale tanto como la paz del espíritu.”
Y alzando los ojos  al cielo mirando embelesada como la noche  está cuajada de rutilantes estrellas.

martes, 9 de noviembre de 2010

El Sueño

La vida de Laura era indudablemente ideal. Tenía juventud  y estaba  haciendo  lo que gustaba. Pedaleaba sin parar  por un camino  mullido  por la hierba.
Su casa era la más bonita del pueblo aunque estuviera a las afueras y se encontraba situada  en lo alto  de una suave colina. La miró desde abajo y suspiró.
Siempre conseguía lo que quería. Había estudiado botánica y se había construido  la casa  soñada  en un terreno  heredado de su abuelo.
La casa era de madera y forma  rectangular, pequeña,  con un tejado rojizo de teja árabe  a dos aguas  y rodeada de  un porche protegido  por una barandilla  de madera.
Laura dejó la bicicleta  al lado  de un murete  de piedra  donde descansaba una hilera  de macetas.
Abrió la puerta  de su casa y el olor de la madera la saludó como siempre.
La madera estaba presente en toda  ella y le daba calidez haciéndola  a la vez más acogedora.
El salón era rectangular  y daba cabida  a una pequeña cocina donde múltiples cacharros colgaban del techo. A la izquierda estaba la chimenea, unos sillones y un mullido sofá de flores estridentes se organizaban a su alrededor. Una mesa redonda próxima a la cocina servía de comedor y disponía de cómodas butacas  de mimbre  primorosamente trabajadas  por un artesano del pueblo.
Unas escaleras  daban al piso superior  donde  estaba la alcoba de Laura  tras una balconada  abierta al salón. La cama estaba acompañada por dos mesillas desiguales heredadas de su familia y restauradas por ella misma. Una colcha de patchwork en tonos variados, daba el toque de color al austero dormitorio.
Un inmenso farol de hierro  y cristal  pendía de la viga principal que sostiene el tejado y  los postigos de las ventanas hacían  que la luz del exterior  fuera suave.
El buen gusto estaba presente en toda la casa.
Laura  después de entrar en la casa  se quitó  la chaqueta  de lana  y las botas de campo y se atusó el pelo con las manos  mientras  buscaba  en un cajón  de la mesita de centro  un cigarrillo.
Se sentó en su sillón favorito fumando el pitillo y mirando por la ventana  se  ilusionó  al ver todo lo que ha conseguido.
Había diseñado su particular jardín botánico, aprovechando la pronunciada pendiente del terreno donde se prodigan con generosidad, especies arbustivas y arbóreas  muy resistentes para soportar las inclemencias climatológicas  de la zona. En los desniveles  Laura plantó  con sus propias manos  olivos, cipreses  y diversos arbustos que protegían la tierra de la erosión.
Al norte de la casa  puso ejemplares de  árboles  de gran interés  botánico  como la Sequoia Squoiadendro gigantun.
La casa  al estar vinculada  con las vistas al monte se siente libertad al ser  este  un hermoso espacio abierto.
Laura ahora se encuentra  de pié junto  a la puerta  de la entrada  y contempla su obra  que le costó mucho esfuerzo  y tesón.
Los cerezos Prumus Yedoensis ,manzanos Malus Evereste dan paso  a la intensa  floración  de hortensias  que perduran todo el verano.
El suelo  lo invaden  plantas de la lavanda  que rasgan el paisaje con insultante descaro como si se tratara  de la genial paleta  de un pintor  impresionista  formando un perfumado  y maravilloso huerto.
El cigarro  se  consume entre sus dedos  mientras ella se va fundiendo en el bucólico  paisaje.
Se sienta de nuevo en el sillón  y decide leer hasta la hora de la cena  quedándose profundamente dormida…
Una luz intensa y dorada vibraba  entre  el polvo  con un raro espesor mientras caminaba por el desierto de Ur.
Unos hombres armados se encontraban cerca de ella  y en su lengua original  arameo hacían planes  para desenterrar  un tesoro  bajo la arena  del desierto.
Ur fue en su tiempo el centro principal  del culto al dios lunar  de la religión Sumeria y fue el punto de inicio de la emigración Palestina de la familia de Abraham.
Desde ese momento el desierto  se hizo dueño de todo el territorio.
La luna era llena  y alumbraba todo  como  si fuera de día.
Laura  tenía que salir de allí y esos hombres  armados no eran de fiar  pero el único sitio  donde había agua era donde se encontraba. Un dátil se desprendió de una palmera  reseca  dándole de lleno en la cabeza. Después del susto  se escondió tras unos altos juncos  y esperó que llegara la noche  para poder seguir su ruta.
Caminó sin rumbo  y sin apenas orientación. Los hombres parecían seguirla.
De repente ante ella apareció un foso, era demasiado  hondo y ancho  para pasarlo. Lo pensó durante unos segundos  de vacilación  y se quedó en la orilla  sin saber que hacer.
Pronto estarían esos hombres a su lado. El temor le invadió  y no sabía que querían de ella. Cuando miró al suelo  se vio rodeada de  una sustancia  espesa y bituminosa que parecía  querer engullirla,  si se atrevía a pasarla.
No podía moverse. Un paso en falso  la había hecho caer  en una brea de color acre  y penetrante olor. Cuando se dio cuenta esa sustancia gelatinosa la rodeaba por completo un camello solitario se acerca a ella y como  un ángel de los cielos la ayuda a salir.
Cuando salió de la laberíntica trampa  se dio cuenta que allí abajo  había algo extraño y especial quizás  era lo que buscaban esos hombres.
Siguió caminando una vez encaramada en el camello bajo el sol implacable del desierto  y mirando al infinito  todo era arena. Pero siguió adelante hasta que se hizo de noche y  la deslumbraban las estrellas  reflejadas  en un  agua oscura que parpadeaba  como mecidas  por el croar de las ranas.
Se refrescó en las turbias aguas  mientras una serpiente del desierto  se asomaba a beber  ignorándola.
El camino era fatigoso y la meta  que se había trazado  no parecía  llegar a su fin, una mariposa  de color oscuro aletea  sin cesar  al lado de una pequeña laguna.
Y pensó el desierto tiene muchas sorpresas.
 Se acercó a un montículo y una chimenea cilíndrica  parecía asomar  tímidamente  entre la arena, la miró sorprendida  y se apeó del camello, acercándose con curiosidad  para echar un vistazo. Sin saber como fue cayendo lentamente como en un tobogán  por aquel cilindro  hasta llegar al final de la caída  libre encontrándose en tierra firme.
Vio con sorpresa y regocijo  que después del descenso se encontraba en una gran sala  donde las paredes  aparecían adornadas  de pinturas al fresco  con alegorías al rey Nabudoconosor II, el que inició  un glorioso periodo  de actividad  constructora  en Ur embelleciendo templos y  palacios, llegando a ser su reinado de gran esplendor.
Después de la mitad del siglo VI A. C. Babilonia  fue controlada  por Persia  y entonces Ur empezó una fase de decadencia  hasta llegar a ser  una ciudad olvidada  por la mala gestión de los gobernantes,  o quizás fue como resultado  del cambio del curso del río Éufrates.
 Laura  comenzó a llorar de emoción  por lo que estaba viviendo.  Siguió  recordando  la historia y cuando iba a sacar  un cuaderno de apuntes de su mochila oyó unos pasos acompañados de una vibración.
Se escondió tras una columna  y vio a dos hombres patrullando por el salón  vestidos  con monos de color butano intenso y la cabeza protegida por una escafandra transparente. Sus ojos parecían dos ascuas incandescentes,  eran los dos hombres que vio en el desierto.
Laura siguió en su escondite hasta que una serpiente verdosa se encaró en ella con mirada inquisitiva. Un golpe seco  retumbo como una bomba e hizo que  el animal  volviera la cabeza  y al instante desapareció de su vista.
Allí había  pasado  algo que no alcanzaba a entender. Sin lugar a dudas, Laura  pensó  te que debía buscar una salida.
Un intenso polvo hace que la visibilidad sea  nula, los escombros que alfombran el suelo le dicen que  una columna se había derrumbado.
Cuando sus piernas  dejaron de temblarle  se levantó y salió de su escondrijo  siguiendo un rastro de olor húmedo.  Ante sus ojos apareció un hermoso jardín  donde las plantas parecían tener  sus raíces en el cielo.
Después de admirar semejante belleza se arrodilló  con devoción y cogiendo un esqueje  de una de ellas  la guardó en su mochila  con sumo cuidado. Estaba deslumbrada y  todo parecía sacado de una historia de fantasía.
Salió del jardín  y el fondo era  un valle  apenas visible. Se escondía  tras una hendidura  muy estrecha  por  donde entró Laura a duras penas.  Después de pasar por el agujero, oyó un ruido  estremecedor. Una cascada  de agua caía desde lo alto de una montaña,  haciendo en su caída libre una nube de blanco algodón.
Después de caminar  dos jornadas  y al doblar un recodo  apareció una enorme roca. Su aspecto  era imponente toda ella, sin duda pensó  era obra de la naturaleza caprichosa.
Mientras el suelo se cubría de plantas espinosas haciendo dificultoso el caminar, minutos después siguió caminando por la ardiente arena  encontrando lo que buscaba, un Zigurat  en la ciudad de Babilonia, era majestuoso, aún cubierto de arena Después de admirar el edificio se arrodilló  y cogió un puñado  de la tierra arcillosa,  la guardo junto al esqueje  que recogió en el jardín.
Cuando tuvo la tierra y el esqueje juntos en su cara apareció una hermosa sonrisa.
Al encontrar el camino de regreso  vio una deslumbrante  Mezquita. La historia que hablaba de ella siempre la fascinó  y decían  que  todo el que entraba  en ella se veía embargado  por una intensa emoción. Rompió a llorar.
La Mezquita estaba hecha de unas proporciones  que los arquitectos  que la construyeron   la dotaron para contener los secretos  del alma  humana. A veces  esas emociones  se sienten al oír una melodía  que invade la Mezquita…
Un susurro  la hizo despertar. Sobre su regazo  un esqueje de una planta extraña  y al lado de la planta una  pequeña proporción de tierra de color gris azulada.
Se levantó  con indolencia  intentando  descifrar este misterio y una  voz clara  y angelical  le dijo  que la sembrara  en medio de la flor de lavanda.
Así lo hizo.
La mañana siguiente era una mañana clara y transparente. Laura miró hasta donde se podía alcanzar con la vista  el horizonte y un árbol frondoso con hojas de color gris azulado sobresalía del campo de la  lavanda.
Laura miró su jardín y echó a andar por entre las lavandas  hasta llegar al extraño árbol  y  escondiendo el rostro entre sus manos, sintió esa intensa emoción que vivió en la Mezquita.
Mientras, la lluvia caía suave sobre el jardín.